La banca pública contribuye a impulsar la economía catalana
El ICF ha financiado más de 15.000 empresas en siete años
Cuando una persona quiere poner en marcha un negocio o emprender alguna actividad empresarial, lo primero que acostumbra a hacer es ir a su banco y cruzar los dedos para que le concedan un crédito. El problema es que a veces el proyecto que propone el cliente a su entidad implica asumir algunos riesgos que esta prefiere no correr, especialmente en tiempo de crisis cuando se cierra el grifo del crédito y entonces la financiación se tiene que ir a buscar a otra parte. Aquí es dónde aparece la banca pública, que en Catalunya se identifica con el Institut Català de Finances (ICF), una entidad creada en 1985 con el objetivo de impulsar el crecimiento, la innovación y la sostenibilidad de la economía catalana facilitando el crédito al tejido empresarial del país y actuando como complemento del sector financiero privado. De hecho el ICF funciona como un banco, en el sentido que concede créditos a los clientes, pero sus parámetros de evaluación a la hora de concederlos son diferentes a los de la banca tradicional.
Desde el 2014 el ICF es miembro de la Asociación Europea de Bancos Públicos –que agrupa cerca de un centenar de entidades de 16 países de Europa– pero paradójicamente la actual normativa estatal no permite considerarlo un banco como sí ocurre en cambio con el resto de bancos públicos de la Unión Europea. Así que, a la espera de que la ley cambie, desde el ICF se quiere poner en valor el concepto de banca pública y todo lo que representa, haciéndolo atractivo y conocido no sólo entre la pequeña y mediana empresa -que es donde tiene su mercado principal- sino entre la población en general.
¿Pero si tanto los bancos tradicionales como la banca pública funcionan como garantes del crédito, cuáles son los beneficios de tener un banco público en un territorio? Desde el ICF insisten que son complementarios y en ningún caso, competidores de las entidades privadas. Ahora bien, destacan que la banca pública tiene unas ventajas añadidas como son la proximidad geográfica y cultural y por lo tanto el conocimiento extenso de las necesidades empresariales del país. Además, a diferencia de los bancos tradicionales, las entidades públicas acostumbran a financiar sectores por los cuales los primeros no apuestan tanto, como el sector de la vivienda social, porque a menudo se trata de proyectos de perfil arriesgado. A diferencia de los bancos también, el ICF concede créditos a medio y largo plazo, es decir de entre 5 y 25 años para que el empresario pueda devolver el préstamo, y también dispone de líneas de financiación que tienen el apoyo de varios departamentos de la Generalitat que bonifican el tipo de interés, de manera que el empresario también sale beneficiado.
El 95% de la cartera de clientes del Institut Català de Finances son las pequeñas y medianas empresas y actualmente está financiando más de 5.800 proyectos por un importe superior a los 2.000 millones de euros.
Esta semana en El Mirador de Catalunya que organiza La Vanguardia en colaboración con la Generalitat se ha hablado de banca pública y de financiación empresarial. En el debate, celebrado en el hotel Alma de Barcelona han participado Josep-Ramon Sanromà, consejero delegado del Instiut Català de Finances (ICF); Marcel Roy, secretario general del European Association of Public Banks (EAPB); Antoni Cañete, secretario general de PIMEC; Imma Rigau, gerente de Tallers Guinardó; Mónica Rayo, directora de operaciones y fundadora de la empresa tecnológica Agile Content y Enric Tombas, consejero delegado de Suma Capital.
Catalunya es un país de pymes. El 99,8% de su tejido empresarial son empresas que facturan menos de 50 millones de euros y tienen menos de 250 trabajadores pero en cambio, proporcionan el 75% de puestos de trabajo y suponen el 60% del producto interior bruto. Son por lo tanto el motor de la economía catalana y las principales demandantes de crédito. En más, hay que tener en cuenta que el 95% de estas pequeñas y medianas empresas son en realidad micro empresas de menos de 10 trabajadores –en Catalunya hay 525.000 autónomos– para las que el acceso a la financiación que ofrece el ICF es la única opción para poner en marcha su negocio. Josep-Ramon Sanromà explica que el papel del ICF “es dar crédito participativo en las fases iniciales y acompañar la empresa hasta que esta ya es autosuficiente y se puede financiar bien a través del capital riesgo o en el mercado alternativo bursátil”. Ahora bien, si se quiere acceder a la financiación del ICF quien presente el proyecto no puede llegar sólo con una buena idea y las manos vacías sino que tiene que presentar un plan de negocio que sea viable y sostenible, que después será evaluado y también un compromiso firme de que el préstamo se podrá devolver. A diferencia de la banca tradicional, desde el ICF destacan que no piden compensaciones por el préstamo que ofrecen como por ejemplo obligar a contratar seguros, tarjetas o a domiciliar las nóminas y de aquí la diferencia con las entidades comerciales. Sanromà insiste en la idea de que el ICF “no quiere competir con los bancos tradicionales sino hacer la función de complemento al sector privado y compartir la financiación de un proyecto”. Para explicarlo habla del “rol anticíclico” de la banca pública, en el sentido que facilitan el crédito cuando los bancos tradicionales son más restrictivos. Cuando eso ocurre es cuando la pequeña y mediana empresa encuentra el crédito que necesita para salir adelante. El secretario general de PIMEC, Antoni Cañete hace énfasis en la necesidad de que el empresario entienda que hoy día hay otros instrumentos de financiación aparte de los bancos que hay que tener en cuenta sobre todo porque “somos un país con los plazos de dilación de pago mayores de toda Europa –después de Grecia– que provoca que un autónomo pueda tardar más de 160 días en cobrar”. Por lo tanto, el empresario no sólo tiene que tener crédito para poner en marcha un negocio sino dinero “circulante” que le permita vivir en aquellos momentos en que está pendiente, por ejemplo, de un cobro. Utilizando una metáfora, Antoni Cañete habla de “el aire para respirar” de una empresa, que es lo que facilitan instrumentos como la banca pública o el capital riesgo, porque si no sucede lo que pasó durante la última crisis y es que “1 de cada 3 empresas cerró por la falta de aire”, añade. Por eso insiste en hacer entender a los empresarios que deben que confiar en estos nuevos instrumentos de financiación y evitar que se produzca un hecho habitual como es que frunzan el
EXPERTOS DEL SECTOR
La proximidad geográfica y cultural de estas entidades las hace conocedoras de las necesidades de los emprendedores
PAÍS DE PYMES
El 99,8% de las empresas de Catalunya facturan menos 50 millones de euros y tienen menos de 250 trabajadores
A LARGO PLAZO
El producto financiero más solicitado son los créditos a retornar en un periodo de tiempo de hasta 25 años