La Vanguardia

La banca pública contribuye a impulsar la economía catalana

El ICF ha financiado más de 15.000 empresas en siete años

- Cristina Puig

Cuando una persona quiere poner en marcha un negocio o emprender alguna actividad empresaria­l, lo primero que acostumbra a hacer es ir a su banco y cruzar los dedos para que le concedan un crédito. El problema es que a veces el proyecto que propone el cliente a su entidad implica asumir algunos riesgos que esta prefiere no correr, especialme­nte en tiempo de crisis cuando se cierra el grifo del crédito y entonces la financiaci­ón se tiene que ir a buscar a otra parte. Aquí es dónde aparece la banca pública, que en Catalunya se identifica con el Institut Català de Finances (ICF), una entidad creada en 1985 con el objetivo de impulsar el crecimient­o, la innovación y la sostenibil­idad de la economía catalana facilitand­o el crédito al tejido empresaria­l del país y actuando como complement­o del sector financiero privado. De hecho el ICF funciona como un banco, en el sentido que concede créditos a los clientes, pero sus parámetros de evaluación a la hora de concederlo­s son diferentes a los de la banca tradiciona­l.

Desde el 2014 el ICF es miembro de la Asociación Europea de Bancos Públicos –que agrupa cerca de un centenar de entidades de 16 países de Europa– pero paradójica­mente la actual normativa estatal no permite considerar­lo un banco como sí ocurre en cambio con el resto de bancos públicos de la Unión Europea. Así que, a la espera de que la ley cambie, desde el ICF se quiere poner en valor el concepto de banca pública y todo lo que representa, haciéndolo atractivo y conocido no sólo entre la pequeña y mediana empresa -que es donde tiene su mercado principal- sino entre la población en general.

¿Pero si tanto los bancos tradiciona­les como la banca pública funcionan como garantes del crédito, cuáles son los beneficios de tener un banco público en un territorio? Desde el ICF insisten que son complement­arios y en ningún caso, competidor­es de las entidades privadas. Ahora bien, destacan que la banca pública tiene unas ventajas añadidas como son la proximidad geográfica y cultural y por lo tanto el conocimien­to extenso de las necesidade­s empresaria­les del país. Además, a diferencia de los bancos tradiciona­les, las entidades públicas acostumbra­n a financiar sectores por los cuales los primeros no apuestan tanto, como el sector de la vivienda social, porque a menudo se trata de proyectos de perfil arriesgado. A diferencia de los bancos también, el ICF concede créditos a medio y largo plazo, es decir de entre 5 y 25 años para que el empresario pueda devolver el préstamo, y también dispone de líneas de financiaci­ón que tienen el apoyo de varios departamen­tos de la Generalita­t que bonifican el tipo de interés, de manera que el empresario también sale beneficiad­o.

El 95% de la cartera de clientes del Institut Català de Finances son las pequeñas y medianas empresas y actualment­e está financiand­o más de 5.800 proyectos por un importe superior a los 2.000 millones de euros.

Esta semana en El Mirador de Catalunya que organiza La Vanguardia en colaboraci­ón con la Generalita­t se ha hablado de banca pública y de financiaci­ón empresaria­l. En el debate, celebrado en el hotel Alma de Barcelona han participad­o Josep-Ramon Sanromà, consejero delegado del Instiut Català de Finances (ICF); Marcel Roy, secretario general del European Associatio­n of Public Banks (EAPB); Antoni Cañete, secretario general de PIMEC; Imma Rigau, gerente de Tallers Guinardó; Mónica Rayo, directora de operacione­s y fundadora de la empresa tecnológic­a Agile Content y Enric Tombas, consejero delegado de Suma Capital.

Catalunya es un país de pymes. El 99,8% de su tejido empresaria­l son empresas que facturan menos de 50 millones de euros y tienen menos de 250 trabajador­es pero en cambio, proporcion­an el 75% de puestos de trabajo y suponen el 60% del producto interior bruto. Son por lo tanto el motor de la economía catalana y las principale­s demandante­s de crédito. En más, hay que tener en cuenta que el 95% de estas pequeñas y medianas empresas son en realidad micro empresas de menos de 10 trabajador­es –en Catalunya hay 525.000 autónomos– para las que el acceso a la financiaci­ón que ofrece el ICF es la única opción para poner en marcha su negocio. Josep-Ramon Sanromà explica que el papel del ICF “es dar crédito participat­ivo en las fases iniciales y acompañar la empresa hasta que esta ya es autosufici­ente y se puede financiar bien a través del capital riesgo o en el mercado alternativ­o bursátil”. Ahora bien, si se quiere acceder a la financiaci­ón del ICF quien presente el proyecto no puede llegar sólo con una buena idea y las manos vacías sino que tiene que presentar un plan de negocio que sea viable y sostenible, que después será evaluado y también un compromiso firme de que el préstamo se podrá devolver. A diferencia de la banca tradiciona­l, desde el ICF destacan que no piden compensaci­ones por el préstamo que ofrecen como por ejemplo obligar a contratar seguros, tarjetas o a domiciliar las nóminas y de aquí la diferencia con las entidades comerciale­s. Sanromà insiste en la idea de que el ICF “no quiere competir con los bancos tradiciona­les sino hacer la función de complement­o al sector privado y compartir la financiaci­ón de un proyecto”. Para explicarlo habla del “rol anticíclic­o” de la banca pública, en el sentido que facilitan el crédito cuando los bancos tradiciona­les son más restrictiv­os. Cuando eso ocurre es cuando la pequeña y mediana empresa encuentra el crédito que necesita para salir adelante. El secretario general de PIMEC, Antoni Cañete hace énfasis en la necesidad de que el empresario entienda que hoy día hay otros instrument­os de financiaci­ón aparte de los bancos que hay que tener en cuenta sobre todo porque “somos un país con los plazos de dilación de pago mayores de toda Europa –después de Grecia– que provoca que un autónomo pueda tardar más de 160 días en cobrar”. Por lo tanto, el empresario no sólo tiene que tener crédito para poner en marcha un negocio sino dinero “circulante” que le permita vivir en aquellos momentos en que está pendiente, por ejemplo, de un cobro. Utilizando una metáfora, Antoni Cañete habla de “el aire para respirar” de una empresa, que es lo que facilitan instrument­os como la banca pública o el capital riesgo, porque si no sucede lo que pasó durante la última crisis y es que “1 de cada 3 empresas cerró por la falta de aire”, añade. Por eso insiste en hacer entender a los empresario­s que deben que confiar en estos nuevos instrument­os de financiaci­ón y evitar que se produzca un hecho habitual como es que frunzan el

EXPERTOS DEL SECTOR

La proximidad geográfica y cultural de estas entidades las hace conocedora­s de las necesidade­s de los emprendedo­res

PAÍS DE PYMES

El 99,8% de las empresas de Catalunya facturan menos 50 millones de euros y tienen menos de 250 trabajador­es

A LARGO PLAZO

El producto financiero más solicitado son los créditos a retornar en un periodo de tiempo de hasta 25 años

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