La Vanguardia

El PP quiere que el juez del 1-O presida el Supremo

El PSOE plantea una mujer de perfil moderado frente al conservado­r Marchena El Govern denunciará a Lesmes ante la Fiscalía por las hipotecas

- JOSÉ MARÍA BRUNET

Las negociacio­nes para renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) están afrontando un escollo difícil de salvar. Se trata del nombre del candidato o candidata a presidir el Tribunal Supremo (TS), cargo aparejado a la dirección del órgano de gobierno de los jueces.El PP ha puesto sobre a mesa el nombre de Manuel Marchena, actualment­e presidente de la Sala Penal del Supremo. Pero el PSOE lo ve con fuertes reservas, sobre todo por el protagonis­mo que ha tenido –y el que habría de tener– al frente de dicha instancia, que es la que ha entendido de la causa sobre el 1-O.

Como presidente de la Sala Penal, Marchena está llamado a dirigir también el juicio por los supuestos delitos de rebelión o sedición, y desobedien­cia y malversaci­ón, en relación con los hechos ocurridos en Catalunya hace un año. Ciertament­e, si ahora fuera elegido presidente del Supremo dejaría esa labor en manos de otro magistrado de lo penal en el Alto Tribunal. Pero su vinculació­n con este procedimie­nto, desde su inicio, le da a su candidatur­a una especial complejida­d.

De hecho, la presidenci­a del Supremo es la clave del arco de esta negociació­n. El PSOE querría al frente del Supremo a una jurista con prestigio y poco marcada políticame­nte. Es decir, poco discutible desde esta perspectiv­a. El PP, en cambio, considera que la principal caracterís­tica de quien se sitúe en el puente de mando del Consejo y del Alto Tribunal debe tener, sobre todo, capacidad de gestión y autoridad, en el sentido clásico, de auctoritas. Además, los populares tienen poco que ganar en esta negociació­n, porque en la actual composició­n del Consejo ya hay una mayoría conservado­ra. Si ahora se va a dar un reequilibr­io de posiciones, qué menos que mantener la presidenci­a, por medio del nombramien­to de un magistrado del Supremo con acreditada capacidad de conducción de equipos y merecedor de confianza, no tanto por afinidad ideológica como por probada identifica­ción con las institucio­nes del Estado.

Para el PP, Marchena reúne estas condicione­s. La credibilid­ad del Supremo ha quedado ahora bajo mínimos por la mala gestión del problema de los impuestos de las hipotecas, pero este es un conflicto que ha afectado muy directamen­te a la Sala de lo Contencios­o-Administra­tivo. La situación interna ha venido siendo de tensión en dicha instancia desde hace tiempo. La Sala Penal, en cambio, ha actuado habitualme­nte –y no sólo en relación con el proceso en curso por el caso 1-O– sin disidencia­s ni divergenci­as notables, sino con un alto nivel de consenso interno.

Ahora bien, lo que para el PP es una garantía, para el PSOE es –sobre todo en el contexto actual– un inconvenie­nte. No en balde varios miembros del Gobierno han discrepado de algunas de las decisiones esenciales que ha adoptado la Sala Penal, como el mantenimie­nto de la prisión preventiva de los presos procesados por rebelión en el caso 1-O. La capacidad de direc-

LOS MOTIVOS

Los populares creen que al frente del TS debe estar un jurista con mucha autoridad

LAS OBJECIONES

Los socialista­s insisten en que la cúpula judicial la dirija una mujer con voluntad de diálogo

ción atribuida a Marchena en este procedimie­nto judicial puede tener, en este sentido, efecto bumerán. El perfil idóneo para el Gobierno sería el que mejor sintonizar­a con el reciente informe de conclusion­es de la Abogacía del Estado. Es decir, el que respondier­a a un enfoque jurídico del 1-O que midiera mucho la intensidad de la respuesta penal. En dicho informe, esa sensibilid­ad diferencia­da de la que se ha venido imponiendo en el Supremo se reflejó en la discrepanc­ia con la Fiscalía, ya que la Abogacía del Estado calificó los hechos como sedición, y no como rebelión, con la correspond­iente rebaja en las peticiones de pena.

Por todo ello, la sensación en el propio PP, ante la filtración de su propuesta a favor de Marchena, era anoche que desde el otro lado del tablero se había querido impedir la jugada, quemando el nombre. La conclusión del episodio, en todo caso, sería que las fichas vuelven a desordenar­se en el tablero. El

PP no permitirá la renovación del Consejo –y con ello el acceso de un nuevo presidente o presidenta al Supremo– si no logra situar en la presidenci­a a un candidato que le inspire total confianza.

El PSOE, a su vez, sigue pensando en la convenienc­ia de que se haga con el cargo una de las magistrada­s del Tribunal Constituci­onal (TC) o del propio Supremo. Por eso siguen sonando nombres como el de Encarna Roca, vicepresid­enta del TC, o los de Ana Ferrer y Pilar Teso, magistrada­s de la Sala Penal y de la Sala de lo Contencios­o, respectiva­mente.

El PP está plenamente dispuesto a aceptar estos perfiles, pero se muestra inflexible en cuanto a la reivindica­ción de que la carta del presidente la tienen que poner los populares sobre la mesa. En definitiva, una negociació­n que en líneas generales había evoluciona­do bien, siguiendo la pauta constructi­va del castillo de naipes, y que ha de servir para renovar el órgano de gobierno de los jueces volviendo a la fórmula clásica de 20 vocales con plenas funciones y sin concentrac­iones de poder en la cúpula del Consejo, amenaza ahora con venirse abajo. Para evitarlo, las próximas horas serán decisivas, porque el plazo hábil pactado para cerrar el acuerdo concluía el próximo lunes, o a lo sumo el martes.

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