Tiempo de rompecabezas

GEORGE Perec, que es uno de los autores franceses más influyentes del siglo XX, escribió (La vida instrucciones de uso) que el papel del creador de puzles resulta difícil de definir, pues en la mayoría de los casos se fabrican a máquina y sus perfiles no obedecen a ninguna necesidad. Pero en los rompecabezas de la política es imprescindible recortar las piezas de tal manera que encajen, y en estos casos el rol de cada una no tiene nada de indefinido.

La crisis de la justicia que se ha vivido en las últimas semanas requería ensamblar figuras dispares para que el puzle pudiera funcionar. Era evidente que el conservador Carlos Lesmes, con su mandato a punto de concluir, debía ser sustituido sin dilación. Pero a él lo auspició Alberto Ruiz-Gallardón y el PP no estaba dispuesto a sustituirlo por alguien que no tuviera su beneplácito. Su candidato era Manuel Marchena, presidente de la Sala Penal del Alto tribunal y el encargado de presidir la vista oral del 1-O. O él o nada. Y un bloqueo del Consejo General del Poder Judicial, el máximo órgano de gobierno de los jueces (que a la vez comporta la presidencia del Tribunal Supremo), no se lo podía permitir Pedro Sánchez. Al final, el presidente aceptó el nombre de Marchena, porque automáticamente Andrés Martínez Arrieta, por antigüedad, pasaba a presidir el juicio contra los líderes independentistas. Se trata de un juez moderado, pero además con estos cambios se incorpora la magistrada de la Sala Penal Susana Polo, lo que le da otro talante al tribunal del procés.

La independencia de los tribunales va más allá de la adscripción ideológica de los magistrados, aunque es indudable que tiene su influencia. Lo que no equivale a sumisión. De todos modos, este país necesita con urgencia una reforma judicial en profundidad, donde la política no decida. Pero mientras, al menos se ha evitado una nueva crisis. ¿Y el juicio del 1-O?

Este es otro rompecabezas.