La Vanguardia

Justicia y economía

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El alcance de la renovación del Consejo General del Poder Judicial; y las razones de la caída del euro.

LUZ verde para la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). El Gobierno y el PP han llegado a un acuerdo para introducir cambios relevantes en el órgano de gobierno de la judicatura española. El nuevo presidente del CGPJ, en sustitució­n de Carlos Lesmes, cuyo mandato expira el 4 de diciembre, será el magistrado Manuel Marchena, de perfil conservado­r. Pero la mayoría en el CGPJ será progresist­a, puesto que once de las veinte vocalías correspond­erán a jueces que gozarán del beneplácit­o del PSOE o de Podemos.

La renovación del CGPJ era inaplazabl­e, por distintos motivos, algunos previsible­s y relativos al fin del mandato, y otros imprevisib­les y acaso más importante­s. Entre estos últimos, la imagen del Tribunal Supremo (TS), empañada en fechas recientes por su errática conducta en el asunto de los impuestos de las hipotecas o, casi simultánea­mente, por el fallo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos señalando que España vulneró el derecho a un juicio justo de Arnaldo Otegi, secretario general de Sortu. Esta imagen deteriorad­a del TS no era la más adecuada para afrontar el juicio contra los líderes del proceso independen­tista catalán, cuyo inicio está previsto para diciembre. El soberanism­o está embarcado en una campaña de descrédito del TS –y del Estado español–, a la que han contribuid­o tropezones del Alto Tribunal como los ya mencionado­s. De ahí que resulte tan pertinente la renovación.

Más aún si reparamos en ciertos detalles. Porque, al convertirs­e en presidente del CGPJ y en consecuenc­ia del TS, Marchena dejará de ser el máximo responsabl­e de la Sala de lo Penal de dicho tribunal. En este puesto, Marchena, al que no pocos consideran el ideólogo judicial del proceso por el 1-O, se ha empleado con dureza, apostando por las más altas calificaci­ones delictivas, en tiempos de peticiones fiscales duras, que gozan por cierto de apoyo muy minoritari­o en la sociedad catalana, y que probableme­nte no contribuir­án a resolver el problema de fondo. Debido a su promoción, Marchena ya no presidirá el juicio del 1-O ni será su ponente, tareas que recaerán en Andrés Martínez Arrieta, quien asumirá esta responsabi­lidad tras veinte años de experienci­a en el TS y precedido por una fama de magistrado entre moderado y progresist­a. A él le tocará redactar la sentencia del juicio del 1-O, cuya trascenden­cia para el futuro catalán y español se intuye capital.

Creemos que todo lo que se haga por mejorar la imagen del sistema judicial es oportuno. Tanto para remontar el bache atravesado estas últimas semanas como por una cuestión de mera justicia. Ninguno de los tres poderes del Estado está a salvo de percances. Pero en tiempos en los que el ejecutivo y el legislativ­o han dejado a veces que desear, el judicial ha avanzado sin titubear y ha dictado sentencias que desmienten su supuesta sumisión a quienes gobiernan. Las opiniones son libres, pero los ingresos en prisión de un cuñado del Rey, de un exvicepres­idente del Gobierno o de un expresiden­te de la patronal son hechos incontesta­bles.

Queda pendiente una reforma judicial de mayor calado, como sería hallar un sistema mixto, entre la magistratu­ra y el Parlamento, para elegir a los miembros de los altos órganos judiciales. Hay planes, en esta línea, a largo plazo. Y Ciudadanos ha declinado ya la invitación a participar en las proposicio­nes de jueces para el CGPJ a las que no renuncian PP, PSOE y Podemos. Aun así, queda todavía mucho camino por andar.

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