Una huelga de maestros pone más presión a Macron
El sábado habrá una gran protesta por el precio del gasóleo
Emmanuel Macron disfrutó de un fin de semana de tregua, con motivo del centenario del armisticio de la Primera Guerra Mundial, que le permitió ejercer como maestro de ceremonias de la alta diplomacia mundial, un papel agradecido. Pero la cruda realidad le esperaba el lunes por la mañana: la primera huelga de maestros de su mandato.
Había datos dispares anoche sobre la incidencia del paro de los docentes en las escuelas primarias y secundarias. Para el ministerio de Educación, los huelguistas sólo fueron el 10% del personal. Los sindicatos, por el contrario, elevaron mucho más esas cifras. Pero lo importante es que volvió a visualizarse el descontento, esta vez de un colectivo sensible. Su malestar tiene efecto multiplicador.
La huelga fue motivada, en primer lugar, por la prevista supresión de empleos en colegios y liceos, unos 2.650 en total, además de otros 550 en centros privados y 400 en la administración. A ello se suma un hartazgo general sobre el deterioro de las condiciones laborales. y los planes, anunciados hace pocas semanas y luego congelados, para enviar la policía a las escuelas y evitar así comportamientos violentos y amenazas en las aulas.
La huelga en el sector de la enseñanza hace daño a Macron porque la educación básica siempre ha sido un ámbito que quería cuidar –no en vano su esposa, Brigitte, era profesora de instituto– y porque el ministro del ramo, Jean-Michel Blancher, muy activo y con presencia constante en los medios de comunicación, es uno de los mejor valorados en las encuestas.
Hay otra protesta, sin embargo, que preocupa aún más a Macron a corto plazo. Se trata de la movilización de “los chalecos amarillos” que está en la agenda para este sábado, 17 de noviembre. Se teme que muchas autopistas y carreteras queden cortadas por quienes protestan por el alza de los carburantes, especialmente el gasóleo. Hay mucho enfado en Francia por los impuestos ecológicos que gravan estos productos y que contribuyen al deterioro del poder adquisitivo.
El movimiento de los chalecos amarillos se ha organizado de modo bastante espontáneo, gracias a las redes sociales. Se han realizado ya encuentros preparatorios, convocados por grupos de Facebook, para discutir, región por región, ciudad por ciudad, qué acciones concretas se llevarán a cabo. Puede haber serios problemas de circulación y dificultad para acceder a puertos y aeropuertos, amén de un caos en las salidas y entradas a París y a otras grandes urbes.
El Gobierno de Édouard Philippe está intentando encontrar fórmulas fiscales y de otra índole para compensar a los automovilistas, sobre todo a aquellos que dependen de su vehículo para ir a trabajar, por ejemplo en las zonas rurales.
La ira ciudadana contra el encarecimiento de los carburantes es un catalizador de otros malestares. Los medios han contribuido a ello. Durante la gira por el norte y el este de Francia que realizó Macron, de visita en los escenarios de la Gran Guerra, muchas personas se le acercaban para expresarle su inquietud por lo caro que sale ir a la gasolinera. Existe sensación de engaño. Los turismos con motor diésel son mayoritarios en Francia. A sus conductores, durante años, les habían vendido que eran mejores, que consumían menos. Ahora descubren lo contrario, que son muy contaminantes, que las partículas que emiten causan miles de muertos al año, que hay que eliminarlos a medio plazo, y para conseguirlo, la mejor manera para el Estado es encarecer el gasóleo más que la gasolina. En la sociedad de motorización masiva, una rebelión de automovilistas inquieta al Estado.
Los profesores se quejan por la supresión de empleos en los centros y las condiciones laborales