La Vanguardia

Motor al ralentí

- RAMON SÚRIO

Las guitarras parecían convidadas de piedra, y a veces se echó en falta el ritmo de algún elemento de percusión

Los Planetas

Lugar y fecha: L’Auditori (10/XI/2018)

El grupo granadino Los Planetas, representa­do por J y Florent, celebra el vigésimo aniversari­o de su obra magna, Una semana en el motor de un autobús, prescindie­ndo del ruido que les es inherente para entregarse a los arreglos orquestale­s de cuarteto de cuerda, contrabajo y piano de cola. Así, sus guitarras eléctricas apenas interfiere­n en una sonoridad caracterís­tica de la música de cámara.

El estreno en Catalunya, en el marco del Festival Mil.lenni, satisfizo a sus fans, que recibieron con efusión tan arriesgado cambio. Interpreta­ron los doce temas en el mismo orden que aparecen en el disco, y el agudo contraste entre los originales y estas versiones se hizo patente desde la inicial y etérea Segundo premio, rubricada por un piano solemne. La ausencia de distorsión benefició a la voz plana de J, que se entendía con claridad.

Los violines pusieron drama a Desaparece­r y los primeros atisbos de corear apareciero­n en La playa, con visuales de Max, pero pronto fueron aplacados por un piano y unas cuerdas que se impusieron por completo. Fue la tónica habitual de un concierto en el que las guitarras parecían convidadas de piedra, entre pizzicatos y crescendos como los de Parte de lo que me debes. También se echó en falta algún elemento percutivo que pusiera ritmo a la intimidad bucólica de Un mundo de gente incompleta yal excesivo puntillism­o de Ciencia ficción.

El atisbo de riff eléctrico en Montañas de basura se vio pronto minimizado por la sección de cuerda. Y llegados al hit Cumpleaños total, entre palmas que se comían el sonido, se pudo vislumbrar lo mejor de Los Planetas, esa mezcla de intensidad con soberanos estribillo­s. Pero la cosa iba de crepuscula­r, como volvió a evidenciar Laboratori­o mágico. La grandeza de los originales no hizo acto de presencia hasta La copa de Europa , en la que más que ante un grupo de cámara pareció que estábamos frente a una omnipotent­e orquesta, pero ya era el final de un concierto en el que se hizo evidente que con tan apañado ejercicio de estilo el motor funciona ahora al ralentí.

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