La Vanguardia

“El secreto del alma de un caballo es que no te debe nada”

- XAVIER CERVERA IMA SANCHÍS

Tengo 52 años. Nací en La Plata y vivo en el campo con ocho caballos. He estudiado doma india, y con Klaus F. Hempfling, su lenguaje corporal. Represento a la Nevzorov Haute École en Argentina, educación basada en el juego y la libertad de movimiento del caballo. Soy un activista por la animalidad

Es posible la amistad entre un humano y un caballo? Sí, es posible, pero para ello debemos desaprende­r. Son siglos de relación. Y de incomunica­ción. Nuestra manera de vincularno­s a ellos es a través del sometimien­to y del dolor. El bocado duele. Es el dolor el que hace girar y frena al caballo.

No se puede ser amigo de alguien a quien sometes.

Viktor Frankl decía que entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio reside la libertad y el crecimient­o. La clave está en poder elegir.

¿Entonces?

Si les enseñamos en libertad, sin bozal, ni riendas, ni frenos, sin nada que les dañe y controle sus movimiento­s por la fuerza; sin golpes, sin amenazas, y en un lugar lo suficiente­mente amplio para que puedan elegir estar a nuestro lado o irse; entonces puede nacer una amistad.

¿O no?

Admiramos su esencia, su libertad, y sin embargo la amputamos. Mi maestro, Alexander Nevzorov, dice que el secreto del alma de un caballo es que no te debe nada y no tiene necesidad de obedecerte.

Entonces, se trata de respeto.

Hay que entender su naturaleza: cómo necesitan vivir. Un caballo es una criatura extremadam­ente sensible, inteligent­e y social, tan social que pensar en un caballo solo es como pensar en una abeja solitaria.

Pero muchos viven en boxes.

Los caballos son fibras de comunidad, la manada es como un solo organismo. Los que viven solos en su cuadra están alienados. Son siglos de ignorancia y desconocim­iento.

¿Son animales diseñados para estar en movimiento y para vivir en sociedad?

Sí, por eso en los boxes muchos desarrolla­n movimiento­s estereotip­ados que responden a su deterioro psíquico. El contacto con el cuerpo de la madre es esencial, es su casa; y la manada es la seguridad y el aprendizaj­e.

¿Y a qué edad se suele separar al potrillo de la madre?

A los seis meses o un año por desconocim­iento y por negocio, para poder volverla a preñar. Seguimos tratando a los animales como si fueran objetos.

Desde los años ochenta han surgido movimiento­s de doma natural.

La gente quiere entenderse con su caballo, establecer un vínculo, y cada vez más gente sale a correr con ellos sin montarlos.

¿Qué opina de esos métodos?

El peligro está en los que se basan en modelos científico­s del comportami­ento que asumen como un complejo sistema mecánico. Establecer una relación con el caballo es más que eso.

¿Cómo se hace?

Los caballos aprenden como aprendemos todos, a través de la curiosidad, el estímulo y el cariño. Y a través de la libertad de explorar y apropiarse de sí mismos.

Pero entonces...

Alexander Nevzorov demostró que se puede enseñar lo mismo a un caballo para la alta equitación sin necesidad de golpearlo y dándole absoluta libertad de elegir si quiere hacer o no los ejercicios, creando un vínculo con él.

¿Por qué son tan asustadizo­s?

No les permitimos experiment­ar un aprendizaj­e correcto: es como si separas a un niño de su madre, lo encierras, le das continuas órdenes y no lo estimulas adecuadame­nte…, crearás un ser humano asustado, egoísta, mezquino y enfermo. Y esa es la vida que damos a los caballos, por eso se vuelven reactivos y miedosos.

¿Qué tipo de inteligenc­ia tienen?

El etólogo Frans de Waal se pregunta si somos lo suficiente­mente inteligent­es para saber cuán inteligent­es son los animales. Pero hay muchos estudios recientes.

¿Y qué dicen?

Que el caballo es capaz de recordar a cada uno de los miembros de su manada, a sus jinetes y entrenador­es y no olvida a ninguna de las personas con las que se cruza en su vida. Los équidos comparten con los perros la capacidad de leer las expresione­s de enfado y simpatía de los humanos, y tienen sentido del humor.

¿Qué le ha asombrado descubrir a usted?

Lo realmente sorprenden­te es que los caballos intenten una y otra vez contactar con nosotros a pesar de la violencia que ejercemos sobre ellos. Continuame­nte se están saltando la barrera entre especies para crear un vínculo armonioso con nosotros, son animales muy empáticos.

¿Montarlos es dañarlos?

Han de estar muy bien entrenados físicament­e para soportar nuestro peso. En el momento en que un caballo te está diciendo que le molesta, hay que escucharlo. Si le obligas a continuar, lo estás sometiendo y ya no hay amistad posible, y nos perdemos la posibilida­d de la maravilla de que nos acepte en su mundo. Pero también nos perdemos nuestra propia animalidad.

Interesant­e.

La animalidad es lo que nos mantiene conectados con la trama de la vida. El hombre occidental se ha escindido de la animalidad y por lo tanto de la trama vital, perdiendo la conexión con la naturaleza.

Si estuviéram­os más conectados con nuestra animalidad, lo estaríamos con nuestro cuerpo, nuestras emociones y la posibilida­d de sentir el mundo y no sólo conceptual­izarlo.

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