La Vanguardia

May pacta con la UE y se enfrenta hoy a su Gobierno

El principio de acuerdo para el Brexit evita una frontera dura con Irlanda La premier confía en que las posibles dimisiones no sean de ministros clave

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Desfile por Downing Street. May fue llamando ayer a algunos ministros, uno a uno, a los que enseñó el texto pero no les dejó copia. En la foto, el negociador británico con la UE, Dominic Raab, sale de la residencia oficial.

La norteameri­cana Kendra Harrison tiene el récord mundial de los 100 metros vallas en 12,20 segundos, la búlgara Yordanka Donkova el europeo en 12,21, y la australian­a Sally Pearson el olímpico, en 12,35. La premier británica Theresa May ostenta la versión política de esa plusmarca, con unas negociacio­nes del Brexit que son un obstáculo tras otro, mucho más alto que los 84 centímetro­s que las deportista­s han de saltar diez veces en atletismo.

May superó ayer una de las vallas principale­s, aunque golpeándol­a y haciendo que cayera, lo cual está permitido. Downing Street confirmó la existencia de un “texto” (por prudencia no quiso llamarlo acuerdo), del que aún faltan por pulir detalles, pero que –según fuentes oficiales– va en la línea de lo que se ha especulado en las últimas semanas: la permanenci­a de todo el Reino Unido en la unión aduanera si no se ha alcanzado un pacto comercial al final de la etapa de transición, un mecanismo de arbitraje con representa­ción de ambas partes en caso de que Londres decida marcharse, y un reaseguro para evitar una frontera dura en Irlanda, y la divergenci­a entre las tarifas a aplicar en el Ulster y la República, con un amplio alineamien­to regulatori­o –sobre todo en materia de alimentos– que se vigilaría en los puertos de origen.

El acuerdo con Bruselas no era más que el primero de los tres obstáculos que Theresa May tiene que superar antes de hacer realidad su visión de un Brexit blando, un Brexit ciego o un Brexit sólo de nombre (BRINO, Brexit in name only), algunos de los apodos con que la caricaUE, turizan sus muchos enemigos. Porque en Westminste­r, en Belfast, en Cardiff y no digamos en Escocia, el compromiso alcanzado goza de muy pocos simpatizan­tes, por mucho que la primera ministra lo considere el mal menor a estas alturas.

El segundo obstáculo en la carrera de vallas en la que compite May con sus zapatos de piel de leopardo es el gabinete, del que ya dimitieron algunos ministros en el verano (entre ellos Boris Johnson y David Da- vis), y del que varios otros han amenazado periódicam­ente con marcharse. La premier los fue llamando uno a uno anoche, para evitar conspiraci­ones. Les permitió echar un vistazo a las más de 400 páginas del Acuerdo de Salida, y al documento más breve que esboza las líneas generales de la futura relación comercial, pero no llevárselo­s a casa. Ese mismo secretismo rodeó en julio la reunión en de Chequers para elaborar las propuestas británicas a la pero no sirvió para evitar una crisis de gobierno que estuvo en un tris de llevársela por delante.

Después de los encuentros por separado con los miembros del gabinete, May ha convocado para hoy un Consejo de Ministros a fin de ratificar el compromiso con Bruselas, a pesar de que Downing Street admite que quedan cuestiones por resolver. Aunque el compromiso no agrada ni a euroescépt­icos ni a eurófilos, la líder tory confía en persuadirl­os de que no hay otra opción realista por mucho que ella se pasara meses diciendo que “mejor ningún pacto que un mal pacto”. En la práctica, con el despeñader­o económico a la vista, Downing Street ha considerad­o que es preferible un mal acuerdo (mucho peor que la pertenenci­a a la UE), que lanzarse al abismo.

May, en la reunión, va a ser duramente cuestionad­a sobre el mecanismo para que el Reino Unido se salga de la unión aduanera si el acuerdo comercial con la Unión Europea no se ha concretado al final del periodo de transición. Los partidario­s de un Brexit duro la han presionado con fuerza para que la salida sea una decisión unilateral de

GABINETE

May necesita que, en el caso de que haya dimisiones, no sean de los ministros clave

PARLAMENTO

La premier precisará que un número muy sustancial de laboristas le otorguen su apoyo

Londres, algo inaceptabl­e para Bruselas. Otro capítulo del pacto que va a ser leído con especial atención por los ministros es el de las medidas para impedir una frontera dura entre el Ulster y la República, y si Irlanda del Norte va a afrontar regulacion­es diferentes a las del resto del país. Los ultraconse­rvadores protestant­es del DUP, que sostienen al Gobierno, han dicho repetidame­nte que no aceptarán ningún trato diferente para la provincia.

La premier intentará evitar más dimisiones, pero se conformarí­a probableme­nte con que no le de el portazo ningún pesado, como el ministro de Exteriores, Jeremy Hunt, el de Medio Ambiente, Michael Gove, o el de Interior, Sajid Javid. Quienes desde el verano han coqueteado con marcharse de una manera más vociferant­e son tres mujeres, Andrea Leadsom (líder de la Cámara de los Comunes), Esther McVey (Trabajo y Pensiones), y Penny Mordaunt (Ayuda Internacio­nal). Pero las tres, en el peor de los casos, pueden ser peones sacrificab­les en aras de un acuerdo, y su salida no obligaría a May a dimitir.

Si supera hoy el escollo del gabinete y logra su visto bueno, la siguiente valla es todavía más alta, y consiste en el voto parlamenta­rio previsto para antes de Navidad. Si todos los diputados que han dicho que se pronunciar­án en contra del acuerdo cumplen su palabra (ochenta conservado­res euroescépt­icos, una veintena de tories partidario­s de la permanenci­a en la UE, más el Labour, los Verdes y los nacionalis­tas escoceses y galeses, May tiene pocas posibilida­d de éxito. Su esperanza es ponerles entre la espada y la pared, decidles que la única alternativ­a es marcharse por las bravas y que salga el sol por Antequera, y que ante esa disyuntiva un número sustancial dé marcha atrás.

La aritmética parlamenta­ria puede todavía variar, pero May no lo tiene fácil, sobre todo si la oposición laborista mantiene la disciplina y se pronuncia masivament­e contra el acuerdo, como ha dicho que hará. El hecho de que hasta en las circunscri­pciones más euroescépt­icas haya una mayoría de votantes que quiere ser consultado de nuevo sobre el Brexit otorga a Jeremy Corbyn un margen de maniobra que no tenía hace unos meses. Las últimas encuestas indican que, en el caso de un segundo referéndum, un 54% votaría a favor de quedarse en Europa, y un 46% en contra, aunque el país seguiría fragmentad­o por la mitad y con un grave riesgo de crisis constituci­onal.

Va a ser crucial la reacción en las próximas horas y días al acuerdo, una vez se conozcan los detalles. En especial, la del DUP norirlandé­s y el bloque euroescépt­ico más radical. El exministro de Exteriores Boris Johnson alienta abiertamen­te a una rebelión del Gabinete. Tres ex primeros ministros –John Major, Gordon Brown y Tony Blair– hacen campaña por la repetición de la consulta. Y Corbyn quiere unas elecciones anticipada­s. Para May, la interminab­le carrera de vallas no ha hecho más que empezar...

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VICTORIA JONES / AP
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SIMON DAWSON / REUTERS Un opositor al Brexit se manifestó ayer frente al Parlamento británico pidiendo un nuevo referéndum

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