Angela Merkel
CANCILLER ALEMANA
Ante un Parlamento Europeo a sala llena, la canciller alemana, Angela Merkel, reivindicó ayer la búsqueda de acuerdos como eje de su política y pidió no dejar que “el nacionalismo y el egoísmo prevalezcan en Europa”.
Que Angela Merkel es la única figura política valiosa en Europa –valiosa en el sentido de que su gestión de trece años de canciller alemana y líder europeísta es ponderable, analizable, y si no hagan un repaso entre los 28 socios de la UE– lo demostró ayer el Parlamento Europeo a sala llena, tanto el hemiciclo como las tribunas. Merkel acudía a su turno de debate en la Eurocámara (un jefe de gobierno al mes, Pedro Sánchez en enero) en tiempo de descuento, pues deja las riendas de su partido y no se presentará a la reelección en el 2021, pero lo seguía haciendo como una de las grandes responsables de hasta dónde ha llegado la Unión Europea, para bien o para mal, entre los elogios más o menos de casi todos y los besos del presidente de la Comisión, JeanClaude Juncker.
Para qué ahora y qué podía aportar ya, se preguntaban por la mañana desde la alemana Die Linke a los Verdes. Más bien le tocaba hacer balance. Y Merkel lo hizo, desde ese discurso moderado y pragmático en el que hay que buscar recovecos. En un resumen: subrayó la búsqueda de acuerdos como eje de su política y señaló que “hoy más que nunca el alma de Europa es la tolerancia y la solidaridad”, porque “las decisiones individuales siempre repercuten” en los demás. En dos o tres ocasiones, y en un reconocimiento implícito de que su gobierno ha impuesto su dictado a cuestiones europeas –como en la crisis de los refugiados– admitió que “Alemania no es un ente impoluto”. “Me consta que no siempre ha dado el ejemplo perfecto”.
Era este un mensaje ante una Eurocámara en la cual vociferaron no pocos elementos euroescépticos más allá de la demagogia (el siempre abucheado Nigel Farage, padre del Brexit, está muy bien acompañado). Como le señaló la diputada socialista Elena Valenciano en una de las más de 30 preguntas y comentarios que recibió Merkel, “el caballo de Troya está en esta sala”. Ante esta “amenaza desde dentro”, Guy Verhofstadt le pidió que “aproveche los próximos meses para volver a encauzar a su país y reactivar el proyecto europeo”. “Usted puede lograrlo, sabemos lo fuerte y valiente que es”, añadió el liberal.
La situación es bastante lamentable, con las rebeliones de Polonia y Hungría, las tendencias nacionalistas de la Austria del joven Sebastian Kurz y Rumanía seriamente cuestionada –en una resolución ayer mismo en esta cámara– por el acoso del Gobierno al poder judicial. Ayer desde diversos sectores se planteaba la necesidad de aplicar un sistema de vigilancia que, de forma independiente, vele por el imperio de la ley en los países miembros de la UE. “El recorte de derechos colectivos e individuales en un país los está poniendo en peligro en el resto de Europa”, dijo Merkel entre aplausos. Pero se guardó de señalar a ninguno y tampoco aportó iniciativas más allá de sentenciar que “el egoísmo y el nacionalismo no pueden prevalecer en Europa”.
Quizás Angela Merkel acarreaba con la resaca de los actos por el centenario del fin de la Gran Guerra (tan fijado en la conciencia alemana por todo lo que vino después). Y esto le vino muy bien para apuntar que “hay viejos aliados que ponen en tela de juicio las alianzas”, es decir, los Estados Unidos de Trump, y para exponer una única idea, que no es suya: la de unas fuerzas armadas europeas, siguiendo la propuesta de Emmanuel Macron. Aclamadísima por la bancada del Partido Popular Europeo prácticamente a cada frase, Merkel dijo que esa tropa debería ser capaz de “actuar en el exterior” y depender de “un consejo de seguridad europeo”. Nada de eso iría contra la OTAN, dijo, pero incluiría un desarrollo común de sistemas logísticos y “políticas de exportación de armas”. Aquí hubo pitos, y es que en este contexto ni hubo palabras sobre las exportaciones a Arabia Saudí (suspendidas de momento por Alemania) ni sobre la liquidación del acuerdo sobre misiles de alcance por parte de Trump –que afecta a Europa– ni sobre los efectos que la venta de armas tiene sobre los flujos de refugiados y migrantes, para los cuales Merkel pide “una política común de asilo”, mientras el convenio de Dublín sigue bloqueado en el Consejo de la UE.
Queda pues mucho por atar y queda todavía Merkel, debilitada en Alemania pero aún –con sus errores y servidumbres, como insistían ayer los eurodiputados griegos– necesaria en Europa. Como queda dicho al principio, hay que mirar alrededor…
La mandataria hace autocrítica y dice que Alemania “no siempre ha dado el ejemplo perfecto”