La Vanguardia

Filosofía estoica

Andreu Plaza dirige a un Barça Lassa que vuelve a aspirar a todo, incluida la Champions

- DOMINGO MARCHENA

Andreu Plaza, el entrenador del Barça Lassa de fútbol sala, es un trabajador incansable que defiende valores tan universale­s como la constancia, el sacrificio y la fidelidad.

Andreu Plaza, el entrenador del Barça Lassa de fútbol sala, trabaja de 9 a 17 horas, aunque muchas veces se olvida del reloj y llega a casa, en Girona, justo para dormir. Come con sus compañeros en un restaurant­e de Les Corts (menú, 12 euros) y en la sobremesa habla de cosas como la serie House of cards. Está muy enamorado de su mujer, Marisa, y se desvive por sus hijos, Óscar y Josep. También por sus nietos, Iker y Dídac, que acaba de nacer.

Uno de los valores que más destaca, además de la constancia y el sacrificio, es la fidelidad. Eso elogia de Senda, su precioso ejemplar de braco de Weimar, que tiene los ojos azules, como en el relato Ojos de perro azul , de García Márquez. “Es muy fiel”.

Así es él. Fiel, trabajador, humilde. Alguien que pide perdón y asume toda la responsabi­lidad si se equivoca. Un hombre normal, un técnico extraordin­ario.

Thomas Mann tenía un recurso que despistaba a sus lectores. Por ejemplo, destacaba la singularid­ad de un personaje, “un caso único, que vale su peso en oro, pero desgraciad­amente sin nada que ver en esta historia, así que no queda otra que alejarnos de él”. La actualidad obligaría, y eso querría Andreu Plaza, a centrarnos en el equipo, que vuelve a aspirar a todo y que del 15 al 18 se juega el pase a la final four de la Champions en el Palau Blaugrana, pero esta vez no le haremos caso y no nos alejaremos de él...

En su juventud fue un jugador discreto de fútbol. “De fútbol once, entonces no existía el fútbol sala”. Militó en el Vilassar, el Premià y en un Girona que aún no soñaba con Primera. Hizo la mili en A Coruña, con la esperanza de entrenarse en el Fabril, el filial del Deportivo, pero el brigada le dijo: “Tú reforzarás el Camariñas”. Cada día 50 kilómetros de ida y 50 de vuelta, del cuartel al campo. Aquel brigada era el presidente del Camariñas.

Cuando dejó el fútbol, vendió seguros. Luego se embarcó en un negocio de telefonía móvil que no acabó bien. Por el camino descubrió el futbol sala, aunque primero el fútbol sala lo descubrió a él. En un torneo, un entrenador lo vio jugar y le pidió que probara en esta modalidad, donde llegó mucho más lejos, a Primera, pero en equipos pequeños, algunos que ya no existen, como el Mataró.

Cuando dejó por segunda y definitiva vez el balón, se sacó el título de entrenador y vivió una etapa dura. “Estuve cinco años lejos de casa, con un sueldo que no me permitía que mi familia viviera conmigo. Conoció impagos y apuros económicos. Logró grandes éxitos, como ascender a Pri- mera con el Benicarló y salvar del descenso al Guadalajar­a en la penúltima jornada, en un partido contra el poderoso Playas de Castellón, que ahora juega en Segunda como el Bisontes. Cuando le pudo la nostalgia, regresó a Catalunya. Antes de recalar en el Santa Coloma, entrenó a equipos modestos, como el Canet o el Olesa.

Con 54 años (acaba de cumplir 60), una llamada le cambió la vida: “¿Quieres ir al B del Barça Lassa?”. Por fin, estabilida­d económica. Desde entonces, cada día va y viene de Girona a Barcelona y de Barcelona a Girona. A veces en coche. La mayoría, en AVE. Tenía una moto, que dejaba en Sants para llegar al Palau. Cuando estalló la crisis, se hizo cargo del primer equipo. Ha perdido las dos últimas Ligas en el último suspiro contra el Inter Movistar de José María García (el escudo del club es un micrófono).

El año pasado ganó la Copa del Rey, el primer título tras la travesía del desierto. De momento, el Barça Lassa es líder de la Liga y aspira a las cuatro competicio­nes en las que participa. El Palau ruge como en los mejores tiempos. Esta semana, si vence a los campeones de Serbia, Polonia y Rusia, obtendrá el pase a la fase final de la Champions. “Vuestro deber es competir. Ganar vendrá por añadidura”, les dice a los jugadores.

La temporada pasada, antes de un partido crucial, se llevó la plantilla a ver Campeones, de Javier Fesser, coprotagon­izada por actores con síndrome de Down. Perdieron aquel duelo, pero con la película redescubri­eron que hay cosas aún más importante­s. Valiente y atípico, este técnico que rompe moldes se disculpó hace tres jornadas por un empate en un partido en casa que a falta de ocho minutos el Barça ganaba 5-1: “No lo hice bien. La culpa sólo es mía”. Desde aquel día, sus jugadores, a los que descargó de presión, lo han ganado todo.

UN HOMBRE MUY NORMAL Devoto marido, padre y abuelo, trabaja ocho horas diarias y come de menú en un restaurant­e

UN TÉCNICO EXTRAORDIN­ARIO Ha devuelto el Barça a la primera línea de fuego y esta semana se juega el pasaporte a la ‘final four’

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CÉSAR RANGEL Andreu Plaza, en el Palau, ayer, poco antes de que se cambiara para el entrenamie­nto vespertino

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