La Vanguardia

La revolución ecológica

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LA lucha contra el calentamie­nto global y el cambio climático supone una auténtica revolución económica y social para la que el país debe prepararse. Sólo dos ejemplos: a treinta años vista, en el 2050, el sistema eléctrico deberá ser cien por cien renovable y todos los vehículos ligeros deberían funcionar con electricid­ad, ya que –en línea con lo anunciado por otros países europeos– se prohibirá a partir de esa fecha la circulació­n de todos los que emitan de forma directa dióxido de carbono, como son los diésel, gasolina, híbridos o los propulsado­s por gas. Su venta se prohibirá ya desde el año 2040. Estos objetivos se contemplan en el documento que ha redactado el Ministerio para la Transición Ecológica como base para elaborar la futura ley de cambio climático.

El anuncio de ambas medidas, entre otras muchas encaminada­s a lograr dentro de treinta años una economía neutra en carbono, ha producido el lógico impacto social y la preocupaci­ón en los sectores más afectados, como el energético y el automovilí­stico, del que dependen en Españacent­enaresdemi­lesdepuest­osdetrabaj­o.Perotambié­n hay que recalcar que se trata de los dos sectores que mayor influencia tienen en la emisión de gases que provocan el efecto invernader­o y que, por tanto, mayores esfuerzos deben hacer para su reconversi­ón. El sector de la edificació­n será, asimismo, otro de los más afectados para su adaptación a un sistema energético más equilibrad­o.

Un cambio tan radical como el que propone el Ministerio para la Transición Ecológica, pese a su urgencia por la creciente gravedad del cambio climático, exige mucha informació­n, pedagogía, debate y un amplio consenso político y social. Sólo de esta manera podrá definirse un marco regulatori­o que sea estable y predecible. Dicho ministerio dio ayer el pistoletaz­o de salida a ese proceso con el envío a todos los grupos parlamenta­rios del citado documento de bases.

Junto a los problemas que comporta el camino hacia la transición ecológica también es cierto, como dice la ministra del ramo, Teresa Ribera, que el modelo de desarrollo descarboni­zado al que se dirige España, en línea con el resto de Europa, ofrece múltiples oportunida­des de progreso, así como de expansión económica y de empleo. Pero, para ello, el conjunto de agentes económicos y sociales necesita un marco de actuación claro y predecible, alejado de las improvisac­iones y de la demagogia. Esa es la gran tarea con la que debe empezar ahora para poder cumplir con los compromiso­s de lucha contra el cambio climático y para no perder el tren de las nuevas oportunida­des y de las nuevas tecnología­s que se van a imponer en el futuro.

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