La Vanguardia

Busquemos apaños y no soluciones

- Antón Costas

La semana pasada, al salir del nuevo programa de radio de Josep Cuní en el que habíamos estado comentando la situación política catalana, Lluís Foix me hizo esta reflexión: “Quizá tenía razón Ortega y Gasset al señalar que más que soluciones al problema catalán lo que hay que buscar es la conllevanc­ia entre Catalunya y España”. Le dije que estaba de acuerdo, pero que a mí me gustaba más buscar “arreglos”, un término que empleaba uno de mis economista­s favoritos, el ya fallecido Albert O. Hirschman. Pensativo, Lluís Foix me respondió: “Quizá también podrías utilizar el término apaños, que es más castizo”.

Esa reflexión de Ortega y Gasset tuvo lugar el 13 de mayo de 1932 en el debate en el Congreso sobre el Estatuto catalán. Lluís Companys había afirmado: “Hay que resolver el problema catalán, y hay que resolverlo de una vez para siempre, de raíz”. A lo que Ortega respondió: “¿Qué es eso de proponerno­s conminativ­amente que resolvamos de una vez para siempre y de raíz un problema, sin parar en las mientes de si ese problema, él por sí mismo, es soluble, soluble en esa forma radical y fulminante? (…). Pues bien, señores; yo sostengo que el problema catalán, como todos los parejos a él, que han existido y existen en otras naciones, es un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar”.

Reflexione­s similares a las de Companys se vuelven a oír hoy. Pero poner demasiadas expectativ­as en soluciones radicales a problemas políticos crónicos, como lo es el catalán, conduce al fracaso, a la frustració­n y, a la postre, a la melancolía. Sin embargo, esforzarse en buscar arreglos o apaños para ir saliendo del paso de forma razonable puede que tenga menos glamur, pero a la postre es más útil y eficaz. El título VIII de la Constituci­ón española –que cumple ahora 40 años– fue un arreglo al crónico problema territoria­l español. Un arreglo que ha funcionado bastante bien hasta años recientes. Ahora se trata de buscar otro que sirva para ir tirando durante varias décadas.

Este mismo lunes este diario publicaba una encuesta sobre qué tipo de arreglo a la cuestión catalana tendría hoy más apoyo de los votantes. La reforma constituci­onal que permita un nuevo Estatut catalán reforzado, con delimitaci­ón clara de competenci­as, aparece como un posible punto de encuentro entre Catalunya y el resto de España. Casi un 70% de los consultado­s apoya esa salida. Y un porcentaje similar de catalanes, un 68,8%, también la apoya. Más relevante aún es que ese arreglo obtiene un respaldo transversa­l entre los votantes de los cuatro grandes partidos estatales. Una propuesta de este tipo fue la que hizo en mayo pasado el Círculo de Economía.

Pero mientras vamos buscando esa salida al problema importante, es necesario encontrar otro tipo de apaños para los problemas urgentes. A mi juicio, el más urgente es conseguir que haya un gobierno efectivo de la cosa pública. En un artículo anterior hablé del riesgo de mediocrida­d empresaria­l que acompaña al procés. Pero aún más urgente es el riesgo de precarieda­d que amenaza a servicios públicos tan esenciales como, por ejemplo, el sistema sanitario.

Los dirigentes políticos independen­tistas tienen que hacerse esta pregunta: “¿Cómo podemos conciliar el mantenimie­nto de la presión en favor de nuestros objetivos políticos (referéndum sobre la independen­cia y excarcelac­ión de los detenidos) y, a la vez, cumplir con nuestra obligación política de gobernar y evitar la amenaza de precarieda­d de servicios públicos básicos?”.

Un arreglo podría ser un gobierno técnico de la Generalita­t, con un conseller en cap y unos directores generales dedicados a la gestión diaria de los asuntos públicos, mientras que el presidente y los consejeros se dedican a la política. Algo similar a como se hace en las empresas en las que, por un lado, hay un consejero delegado que junto con los directores generales se dedican a gestionar el día a día de la compañía y, por otro, un consejo de administra­ción

La reforma constituci­onal que permita un nuevo Estatut reforzado aparece como un posible punto de encuentro

que establece la estrategia de la empresa a medio y largo plazo.

Ya sé que la propuesta es fácilmente criticable. Pero es una forma de llamar la atención sobre la necesidad de buscar apaños temporales a los problemas urgentes, dado que la salida al problema importante llevará, en el mejor de los casos, mucho tiempo. Y, mientras tanto, si no se hace nada, la amenaza de precarieda­d de los servicios públicos básicos catalanes puede llegar a ser irreversib­le.

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