La Vanguardia

Vigencia de ‘Curial y Güelfa’

- Jordi Llavina

Acaba de aparecer una sugerente versión de la novela Curial y Güelfa, firmada por Lluís-Anton Baulenas. Forma parte de la colección Tast de Clàssics, de la editorial Barcino. Varios escritores actuales adaptan textos clásicos, porque el respeto filológico no está reñido con la puesta al día de una obra (¿verdad, Trapiello?). El objetivo es que todo el mundo acceda, sin cortapisas, a libros canónicos de nuestra tradición. Josep Piera ha adaptado algunos poemas de Ausiàs March; Alba Dedeu ha hecho lo propio con El sueño, de Bernat Metge; Miquel Desclot –cómo no– ha adaptado uno de los libros de la Crónica de Bernat Desclot; o Sebastià Alzamora, el Libro de amigo y amado, de Ramon Llull.

Curial y Güelfa, en esta nueva edición, se presenta en tres volúmenes. ¡Qué extraordin­aria novela (y qué controvert­ida, también, por razones estrictame­nte filológica­s)! Baulenas, escritor muy competente, ha hecho un trabajo magnífico. Yo defiendo que, más que una novela caballeres­ca, el Curial es una sofisticad­a historia sobre el amor, que explora la condición tiránica del deseo, la lealtad, los celos abrasadore­s... En realidad, toda la novela podría considerar­se una ejemplific­ación –y amplificac­ión– de esta su primera frase: “¡Qué grande es el peligro y cuántas son las cuitas y angustias de los que sufren por amor!”.

El plebeyo Curial consigue el favor del marqués de Montferrat y, más aún, el de su hermana viuda, la hermosa Güelfa, que lo hará mejorar, procurándo­le toda suerte de riquezas con que incrementa­r su fama como caballero. Joven intrépido donde los haya, Curial es “tempestad y destrucció­n de caballeros”. Ella dice: “El hombre que no teme a caballero ninguno en el mundo, me teme a mí, que soy mujer débil que no puede hacerle ningún daño” (¡qué sutil se muestra, por cierto, el anónimo narrador, que, en varios pasajes de la obra, confiesa que se siente impotente para expresar tanta hondura de sentimient­os!). De todos modos, no es sólo Güelfa, la que sostiene a Curial: la diosa Fortuna también se hace cargo de él… hasta que le suelta la mano.

Dos muchachas más, de singular belleza, aportarán las dosis de conflicto necesarias para que esta sea, al cabo, una delicada novela sobre la condición humana: Laquesis y Camar. La primera asegura, ante su madre, que muere de amor por Curial. La segunda –radical– se quitará la vida por él.

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