La Vanguardia

Los médicos, esos cachondos

- Joaquín Luna

La gente se mete mucho con los jueces del Supremo, los delanteros del Rayo Vallecano y los banqueros pero muy poco con las médicas, los enfermeros y los o las anestesist­as porque todo quisqui conoce ese dicho tan demoledor:

–Arrieros somos y en el camino nos encontrare­mos.

La peña pone a caldo a quienes ejercen una profesión relevante siempre y cuando las posibilida­des de que se cruce en sus vidas sea remota. Es muy fácil abroncar a Felines –icono del fútbol vallecano–, montarle un pollo al juez Llarena o cuchichear de Juan March pero a ver quién es el guapo que suelta en público:

–¡El doctor Deulofeu no da una! Si durante siglos la humanidad culpaba a los médicos de sus males –matasanos, les llamaban en ámbitos rurales e incluso poéticos–, la humanidad del siglo XXI reverencia a los profesiona­les de la salud porque, tarde o temprano, nos veremos cara a cara y a ver quién desenfunda primero.

Yo valoro tanto a los médicos que procuro darles poco trabajo y, en cambio, disfruto mucho con los amigos médicos porque animan las tertulias, cuentan chistes de quirófano –cortos y contundent­es–y tienen grandes virtudes para la juerga al grito de “mañana será otro día”.

¡Hay que ver cómo cambia un médico de cuando ejerce a cuando no!

En horas de trabajo, le pones por delante una analítica a un médico y administra los silencios como en la Maestranza de Sevilla o en una notaría de la Diagonal. Ese mismo médico en una cena –¡cómo se pasan por el forro las recomendac­iones que endosan sobre el azúcar, el alcohol y los dichosos nutrientes!– le echa un vistazo a la analítica y se descojona:

–No hagas mucho caso, este índice

Le muestras una analítica a un médico y menudo silencio... La ve un amigo médico y pide más vino

está regular pero los otros están de coña. ¿Pedimos otra botella?

Después de Albert Einstein, no hay mayor relativida­d que la del médico, y si yo fuese un genio de las finanzas, lo primero que haría sería contratar a un amigo médico para que hiciese de médico amigo.

–No hagas mucho caso, esto es genético, así que no hace falta que te vuelvas a casar.

Ya entiendo que cuando los médicos tienen delante a un paciente anónimo se ven obligados a someterlo a pruebas y preocuparl­e un poco. La culpa no es suya sino de los pacientes del siglo XXI porque anhelan compartir los avances tecnológic­os y ser sometidos a esas pruebas ultramoder­nas que tanto se llevan. Un médico en activo no puede soltar al paciente aquello que tranquiliz­a al amigo:

–No haga mucho caso...

El paciente quiere que le preocupen lo justo y los médicos evitan defraudar a sus pacientes porque todo hijo de vecino tiene familia y cuñados. –¿Qué te ha dicho la doctora? –Que no me preocupe... –¡Eres un flojo, Oriol!

El mejor médico, el amigo.

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