La nueva alianza climática
Las grandes urbes ponen en marcha planes para reducir emisiones de gases
La lucha contra el cambio climático tiene nuevos aliados, que reclaman un mayor protagonismo. Un movimiento mundial de gobiernos locales (agrupado en torno a la alianza C40 Cities) está pilotando algunas de las iniciativas más destacadas para mitigar el cambio climático y adaptarse a este fenómeno. Un total de 27 ciudades (entre ellas, Barcelona y Madrid), que suman 54 millones de personas, han reducido en los últimos cinco años sus emisiones de gases de efecto invernadero, una medida clave para contener el calentamiento.
En este contexto, Barcelona acoge hoy la segunda jornada del C40 Talks: Cities Getting the Job Done, que servirá para difundir los planes de acción climática que se están llevando a cabo. Los alcaldes de Berlín, Michael Müller; de Barcelona, Ada Colau; de Milán, Giuseppe Sala, y de Atenas, Georgios Kaminis, entre otros representantes del mundo institucional y empresarial, participan en este encuentro.
El Acuerdo de París (2015) contra el calentamiento fue el primer pacto mundial (firmado por 195 países) destinado a contener el incremento de temperatura por debajo de los 2ºC (respecto a la de la época preindustrial) y a continuar los esfuerzos para limitar ese aumento a 1,5ºC. Con este pacto, los estados asumen el compromiso de abordar grandes transformaciones. Pero en la práctica se está viendo que lograrlas requiere una activa participación de las ciudades. Pero ¿cómo pueden las ciudades arrimar el hombro y apuntalar el Acuerdo de París? “Alcanzar estos objetivos requiere que todas las ciudades afronten acciones de transformación para reducir las emisiones de transporte, mejoren el uso de energía en la edificación, aumenten el abastecimiento con energía renovable y cambien las pautas de consumo, sin olvidar la necesidad de reforzar las capacidades de adaptación al cambio climático”, dice Júlia López, directora regional en Europa de C40 Cities.
Las áreas urbanas son responsables de más del 60% de las emisiones de energía. Y tienen en sus manos el poder para reconducir la errática senda climática si actúan sobre los campos del transporte, la energía, el planeamiento urbano, la edificación o los residuos. El problema es que a veces los estados son reacios a cederles competencias o no son capaces de garantizar la coordinación para que puedan contribuir en esta tarea. “Ante la ausencia de compromisos claros de los estados, muchas ciudades están tomando iniciativas aunque no tengan los recursos y los medios para ello”, dice Júlia López.
Un total de 73 ciudades (que suman 425 millones de personas) han firmado compromisos del C40 Cities para evitar un calentamiento de 1,5º C. Eso comporta actuaciones para lograr que en el 2050 las ciudades sean neutras en emisiones de carbono, meta indispensable para evitar graves alteraciones climáticas y sus efectos más temidos (olas de calor, deshielos, subidas del nivel del mar o fenómenos meteorológicos extremos...).
Y algunas ciudades están siendo especialmente activas. Copenhague, por ejemplo, quiere ser la primera ciudad con un balance de emisiones de gases neutro para el 2025. Para ello, el Ayuntamiento está poniendo en práctica un ambicioso plan destinado a reconvertir la térmica de carbón en una planta de biomasa, aumentar la presencia de la energía eólica en la red de electricidad e incrementar la red de carriles para bicicletas para desmotivar el uso del coche privado, entre otras medidas. “Hemos reducido las emisiones de carbono un 42% desde el 2005”, señala su alcalde, Frank Jensen.
Estocolmo quiere estar libre de combustibles fósiles y lograr un balance de emisiones cero para el año 2040. Oslo persigue reducir sus gases invernadero un 50% lo más pronto posible después del 2020 y un 95% para el 2030. Londres se plantea que el 80% de los viajes en la ciudad sean hechos a pie, en bici o usando el transporte público para el 2041.
Por su parte, el alcalde de Nueva
ACUERDO DE PARÍS Más de 70 ciudades se comprometen a evitar un calentamiento de más de 1,5ºC
PLANES PROPIOS Un total de 27 urbes han reducido sus emisiones de gases los últimos cinco años
PROYECTOS MÁS AMBICIOSOS Copenhague aspira a ser la primera capital con un balance de gases neutro en el 2025
York, Bill de Blasio, se ha alineado muy activamente con el Acuerdo de París. En EE.UU., muchas urbes se muestran deseosas de compensar la decisión de Donald Trump de retirar a su país del Acuerdo de París tras su llegada al poder en enero del 2017.
Estas ciudades dibujan un horizonte en el que se arrincona el coche tradicional y los centros urbanos prescinden de los tubos de escape. De hecho, una tercera parte de los gases que calientan la atmósfera proceden del transporte, mientras que el tráfico es la principal fuente de contaminación (NOx, partículas ultrafinas), relacionada con las enfermedades respiratorias y cardiovasculares, y con las muertes prematuras (422.000 fallecimientos en Europa y 27.900 en España al año).
Un manifiesto del C40 Cities (el compromiso Green and Healthy Streets) recoge la promesa de que
FRENTE A LAS OLAS DE CALOR La UE concede cinco millones de euros para refugios climáticos en Barcelona
LIBRES DE GASES EN EL 2030 La tendencia es fijar restricciones a los coches más sucios en los centros urbanos
ALCALDES CONCIENCIADOS A partir del 2025, sólo comprarán autobuses de ‘cero emisiones’ (eléctricos e híbridos)
las ciudades dejarán de comprar autobuses contaminantes a partir del 2025: sólo van a adquirir a partir de esa fecha autobuses cero emisiones (eléctricos o de hidrógeno). Además, para el año 2030, como máximo, los centros de las ciudades deberán quedar libres de gases causados por el transporte. París, Londres, Copenhague o Barcelona han asumido este reto.
Un apóstol de esta idea es el alcalde de Londres, Sadiq Khan, que prepara la implantación en abril del 2019 de la primera zona en emisiones ultrabajas en el centro de la ciudad, de manera que sólo podrán circular los coches, camiones y furgonetas diésel fabricados a partir del 2015 así como los coches de gasolina posteriores al 2005.
Para reducir las emisiones, en Londres los nuevos autobuses de dos pisos serán híbridos, eléctricos o de hidrógeno ya este año 2018; la autoridad local dejará de dar nuevas licencias para taxis diésel; tanto los taxis como la flota privada deberán ser de cero emisiones para el 2033.
En Alemania, Stuttgart y Düsseldorf, han ganado el pleito en los juzgados, de manera que se ha conseguido el derecho a poder prohibir la circulación para los modelos diésel más contaminantes, algo a lo que se han resistido con uñas los fabricantes. Limitar el acceso de los coches sucios tropieza a veces con resistencias.
Anne Hidalgo, la alcaldesa de París y presidenta del C40 Cities, lo vivió en primera persona cuando se comprometió con otros alcaldes a retirar los diésel de las ciudades para el 2025, para defender la salud de los ciudadanos. “Al igual que Anne Hidalgo, muchos otros alcaldes se están encontrando con resistencia a la hora de instaurar medidas contra el cambio climático”, explica Júlia López.
Se aboga por reducir la presencia de los coches más sucios; pero en paralelo se reclama fomentar el transporte público limpio, aumentar el espacio para los peatones o bicis y favorecer la compra de vehículos cero emisiones (incentivando y bonificando su uso).
Mientras, Barcelona ultima los preparativos para que a partir del 1 de enero del 2020 –de manera permanente–, en el perímetro interior de los cinturones de ronda, quede vetada a la circulación de los coches sin etiqueta ambiental de la Dirección General de Tráfico, de manera que estará vetado el paso de los coches de gasolina anteriores al año 2000 y los vehículos diésel anteriores al 2006.
“El 65% del espacio de la ciudad se reserva al coche, mientras que sólo el 20% de los barceloneses usan el coche habitualmente”, dice Frederic Ximeno, comisionado de Ecologia de Barcelona, para objetivar el desequilibrio del uso del espacio público. “Debemos pensar en una ciudad con menos coches, con coches compartidos, con flotas de transporte para grandes empresas...”, explica Ximeno.
Las ciudades, pese a sus competencias limitadas, pueden influir en la transición energética. Es lo que propone la Fundación Renovables, que ha impulsado un manifiesto en el que reclama planes de acción municipal de energía y clima, agencias de energía locales y una fiscalidad municipal reducida para las instalaciones de autoconsumo con fotovoltaica y acumulación distribuida con renovables.
Por su parte, Joan Herrera, director del Instituto para la Diversificación y Ahorro de Energía (Idae), destaca las nuevas posibilidades que ha abierto en España la derogación del llamado impuesto
al sol, con el que el PP bloqueaba el impulso de la energía solar.
El real decreto recién aprobado permitirá expandir el autoconsumo compartido a diversas comunidades de vecinos, que “podrán compartir autoproducción y hacer que los excedentes se puedan usar por otros sin tener que verter a la red”. “No pregonamos soluciones tecnológicas concretas, porque cada ciudad es diferente. Trabajamos con las ciudades en las área climática prioritarias que definimos con ellas; ponemos unos objetivos más altos y les ayudamos a que pueden alcanzarlo”, replica Júlia López al referirse a los modelos energéticos preferibles.
En esta línea quiere actuar Barcelona a través del Plan Clima, que asume el objetivo común global (ciudades neutras en carbono en el 2050) y reducir un 45% las emisiones de gases de efecto invernadero per capita para el 2030 (respecto al 2005). La comercializadora municipal Barcelona Energia da suministro a todas las instalaciones municipales y se espera que logre abastecer a 20.000 hogares y que sirva de instrumento para combatir la pobreza energética. Otro de los ejes de este plan local, la creación de refugios climáticos, ha merecido una subvención de cinco millones de euros por parte de la UE. Con este fin, se habilitarán espacios y se mejorarán equipamientos (el plan echará a andar primero en diez escuelas) para hacer frente a las olas de calor. En Barcelona, las temperaturas tropicales nocturnas en verano han sido asociadas a mayores ingresos hospitalarios.
El C40 Cities ha extendido su radio de acción hacia la prevención de los residuos, otra gran fuente de generación de gases invernadero. El compromiso del C40 (Avanzando hacia el Residuo Cero) es reducir al menos un 15% los desechos generados per cápita en el 2030 (respecto al 2015) y recortar para esa fecha un 50% los desperdicios que se envían a vertederos e incineradoras.
Los millones de toneladas anuales de desperdicios de alimentos se descomponen en los vertederos en metano, un potente gas de efecto invernadero.
La alianza C40 Cities coexiste y se complementa con otros movimientos en favor de la justicia climática y de un cambio de pautas de consumo: desinversión de activos en combustibles fósiles, democracia energética, reducción del consumo de carne o apuesta por la agricultura de proximidad… Todo ello para reducir nuestra huella climática también en la ciudad.