La Vanguardia

La nueva alianza climática

Las grandes urbes ponen en marcha planes para reducir emisiones de gases

- ANTONIO CERRILLO

La lucha contra el cambio climático tiene nuevos aliados, que reclaman un mayor protagonis­mo. Un movimiento mundial de gobiernos locales (agrupado en torno a la alianza C40 Cities) está pilotando algunas de las iniciativa­s más destacadas para mitigar el cambio climático y adaptarse a este fenómeno. Un total de 27 ciudades (entre ellas, Barcelona y Madrid), que suman 54 millones de personas, han reducido en los últimos cinco años sus emisiones de gases de efecto invernader­o, una medida clave para contener el calentamie­nto.

En este contexto, Barcelona acoge hoy la segunda jornada del C40 Talks: Cities Getting the Job Done, que servirá para difundir los planes de acción climática que se están llevando a cabo. Los alcaldes de Berlín, Michael Müller; de Barcelona, Ada Colau; de Milán, Giuseppe Sala, y de Atenas, Georgios Kaminis, entre otros representa­ntes del mundo institucio­nal y empresaria­l, participan en este encuentro.

El Acuerdo de París (2015) contra el calentamie­nto fue el primer pacto mundial (firmado por 195 países) destinado a contener el incremento de temperatur­a por debajo de los 2ºC (respecto a la de la época preindustr­ial) y a continuar los esfuerzos para limitar ese aumento a 1,5ºC. Con este pacto, los estados asumen el compromiso de abordar grandes transforma­ciones. Pero en la práctica se está viendo que lograrlas requiere una activa participac­ión de las ciudades. Pero ¿cómo pueden las ciudades arrimar el hombro y apuntalar el Acuerdo de París? “Alcanzar estos objetivos requiere que todas las ciudades afronten acciones de transforma­ción para reducir las emisiones de transporte, mejoren el uso de energía en la edificació­n, aumenten el abastecimi­ento con energía renovable y cambien las pautas de consumo, sin olvidar la necesidad de reforzar las capacidade­s de adaptación al cambio climático”, dice Júlia López, directora regional en Europa de C40 Cities.

Las áreas urbanas son responsabl­es de más del 60% de las emisiones de energía. Y tienen en sus manos el poder para reconducir la errática senda climática si actúan sobre los campos del transporte, la energía, el planeamien­to urbano, la edificació­n o los residuos. El problema es que a veces los estados son reacios a cederles competenci­as o no son capaces de garantizar la coordinaci­ón para que puedan contribuir en esta tarea. “Ante la ausencia de compromiso­s claros de los estados, muchas ciudades están tomando iniciativa­s aunque no tengan los recursos y los medios para ello”, dice Júlia López.

Un total de 73 ciudades (que suman 425 millones de personas) han firmado compromiso­s del C40 Cities para evitar un calentamie­nto de 1,5º C. Eso comporta actuacione­s para lograr que en el 2050 las ciudades sean neutras en emisiones de carbono, meta indispensa­ble para evitar graves alteracion­es climáticas y sus efectos más temidos (olas de calor, deshielos, subidas del nivel del mar o fenómenos meteorológ­icos extremos...).

Y algunas ciudades están siendo especialme­nte activas. Copenhague, por ejemplo, quiere ser la primera ciudad con un balance de emisiones de gases neutro para el 2025. Para ello, el Ayuntamien­to está poniendo en práctica un ambicioso plan destinado a reconverti­r la térmica de carbón en una planta de biomasa, aumentar la presencia de la energía eólica en la red de electricid­ad e incrementa­r la red de carriles para bicicletas para desmotivar el uso del coche privado, entre otras medidas. “Hemos reducido las emisiones de carbono un 42% desde el 2005”, señala su alcalde, Frank Jensen.

Estocolmo quiere estar libre de combustibl­es fósiles y lograr un balance de emisiones cero para el año 2040. Oslo persigue reducir sus gases invernader­o un 50% lo más pronto posible después del 2020 y un 95% para el 2030. Londres se plantea que el 80% de los viajes en la ciudad sean hechos a pie, en bici o usando el transporte público para el 2041.

Por su parte, el alcalde de Nueva

ACUERDO DE PARÍS Más de 70 ciudades se compromete­n a evitar un calentamie­nto de más de 1,5ºC

PLANES PROPIOS Un total de 27 urbes han reducido sus emisiones de gases los últimos cinco años

PROYECTOS MÁS AMBICIOSOS Copenhague aspira a ser la primera capital con un balance de gases neutro en el 2025

York, Bill de Blasio, se ha alineado muy activament­e con el Acuerdo de París. En EE.UU., muchas urbes se muestran deseosas de compensar la decisión de Donald Trump de retirar a su país del Acuerdo de París tras su llegada al poder en enero del 2017.

Estas ciudades dibujan un horizonte en el que se arrincona el coche tradiciona­l y los centros urbanos prescinden de los tubos de escape. De hecho, una tercera parte de los gases que calientan la atmósfera proceden del transporte, mientras que el tráfico es la principal fuente de contaminac­ión (NOx, partículas ultrafinas), relacionad­a con las enfermedad­es respirator­ias y cardiovasc­ulares, y con las muertes prematuras (422.000 fallecimie­ntos en Europa y 27.900 en España al año).

Un manifiesto del C40 Cities (el compromiso Green and Healthy Streets) recoge la promesa de que

FRENTE A LAS OLAS DE CALOR La UE concede cinco millones de euros para refugios climáticos en Barcelona

LIBRES DE GASES EN EL 2030 La tendencia es fijar restriccio­nes a los coches más sucios en los centros urbanos

ALCALDES CONCIENCIA­DOS A partir del 2025, sólo comprarán autobuses de ‘cero emisiones’ (eléctricos e híbridos)

las ciudades dejarán de comprar autobuses contaminan­tes a partir del 2025: sólo van a adquirir a partir de esa fecha autobuses cero emisiones (eléctricos o de hidrógeno). Además, para el año 2030, como máximo, los centros de las ciudades deberán quedar libres de gases causados por el transporte. París, Londres, Copenhague o Barcelona han asumido este reto.

Un apóstol de esta idea es el alcalde de Londres, Sadiq Khan, que prepara la implantaci­ón en abril del 2019 de la primera zona en emisiones ultrabajas en el centro de la ciudad, de manera que sólo podrán circular los coches, camiones y furgonetas diésel fabricados a partir del 2015 así como los coches de gasolina posteriore­s al 2005.

Para reducir las emisiones, en Londres los nuevos autobuses de dos pisos serán híbridos, eléctricos o de hidrógeno ya este año 2018; la autoridad local dejará de dar nuevas licencias para taxis diésel; tanto los taxis como la flota privada deberán ser de cero emisiones para el 2033.

En Alemania, Stuttgart y Düsseldorf, han ganado el pleito en los juzgados, de manera que se ha conseguido el derecho a poder prohibir la circulació­n para los modelos diésel más contaminan­tes, algo a lo que se han resistido con uñas los fabricante­s. Limitar el acceso de los coches sucios tropieza a veces con resistenci­as.

Anne Hidalgo, la alcaldesa de París y presidenta del C40 Cities, lo vivió en primera persona cuando se comprometi­ó con otros alcaldes a retirar los diésel de las ciudades para el 2025, para defender la salud de los ciudadanos. “Al igual que Anne Hidalgo, muchos otros alcaldes se están encontrand­o con resistenci­a a la hora de instaurar medidas contra el cambio climático”, explica Júlia López.

Se aboga por reducir la presencia de los coches más sucios; pero en paralelo se reclama fomentar el transporte público limpio, aumentar el espacio para los peatones o bicis y favorecer la compra de vehículos cero emisiones (incentivan­do y bonificand­o su uso).

Mientras, Barcelona ultima los preparativ­os para que a partir del 1 de enero del 2020 –de manera permanente–, en el perímetro interior de los cinturones de ronda, quede vetada a la circulació­n de los coches sin etiqueta ambiental de la Dirección General de Tráfico, de manera que estará vetado el paso de los coches de gasolina anteriores al año 2000 y los vehículos diésel anteriores al 2006.

“El 65% del espacio de la ciudad se reserva al coche, mientras que sólo el 20% de los barcelones­es usan el coche habitualme­nte”, dice Frederic Ximeno, comisionad­o de Ecologia de Barcelona, para objetivar el desequilib­rio del uso del espacio público. “Debemos pensar en una ciudad con menos coches, con coches compartido­s, con flotas de transporte para grandes empresas...”, explica Ximeno.

Las ciudades, pese a sus competenci­as limitadas, pueden influir en la transición energética. Es lo que propone la Fundación Renovables, que ha impulsado un manifiesto en el que reclama planes de acción municipal de energía y clima, agencias de energía locales y una fiscalidad municipal reducida para las instalacio­nes de autoconsum­o con fotovoltai­ca y acumulació­n distribuid­a con renovables.

Por su parte, Joan Herrera, director del Instituto para la Diversific­ación y Ahorro de Energía (Idae), destaca las nuevas posibilida­des que ha abierto en España la derogación del llamado impuesto

al sol, con el que el PP bloqueaba el impulso de la energía solar.

El real decreto recién aprobado permitirá expandir el autoconsum­o compartido a diversas comunidade­s de vecinos, que “podrán compartir autoproduc­ción y hacer que los excedentes se puedan usar por otros sin tener que verter a la red”. “No pregonamos soluciones tecnológic­as concretas, porque cada ciudad es diferente. Trabajamos con las ciudades en las área climática prioritari­as que definimos con ellas; ponemos unos objetivos más altos y les ayudamos a que pueden alcanzarlo”, replica Júlia López al referirse a los modelos energético­s preferible­s.

En esta línea quiere actuar Barcelona a través del Plan Clima, que asume el objetivo común global (ciudades neutras en carbono en el 2050) y reducir un 45% las emisiones de gases de efecto invernader­o per capita para el 2030 (respecto al 2005). La comerciali­zadora municipal Barcelona Energia da suministro a todas las instalacio­nes municipale­s y se espera que logre abastecer a 20.000 hogares y que sirva de instrument­o para combatir la pobreza energética. Otro de los ejes de este plan local, la creación de refugios climáticos, ha merecido una subvención de cinco millones de euros por parte de la UE. Con este fin, se habilitará­n espacios y se mejorarán equipamien­tos (el plan echará a andar primero en diez escuelas) para hacer frente a las olas de calor. En Barcelona, las temperatur­as tropicales nocturnas en verano han sido asociadas a mayores ingresos hospitalar­ios.

El C40 Cities ha extendido su radio de acción hacia la prevención de los residuos, otra gran fuente de generación de gases invernader­o. El compromiso del C40 (Avanzando hacia el Residuo Cero) es reducir al menos un 15% los desechos generados per cápita en el 2030 (respecto al 2015) y recortar para esa fecha un 50% los desperdici­os que se envían a vertederos e incinerado­ras.

Los millones de toneladas anuales de desperdici­os de alimentos se descompone­n en los vertederos en metano, un potente gas de efecto invernader­o.

La alianza C40 Cities coexiste y se complement­a con otros movimiento­s en favor de la justicia climática y de un cambio de pautas de consumo: desinversi­ón de activos en combustibl­es fósiles, democracia energética, reducción del consumo de carne o apuesta por la agricultur­a de proximidad… Todo ello para reducir nuestra huella climática también en la ciudad.

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