Los Mossos cierran dos narcopisos en el Eixample
Vecinos y comerciantes de la calle Villarroel denuncian un incremento de la inseguridad desde que las administraciones redoblaron la presión policial en el barrio del Raval
Hace muy pocas semanas que el ir y venir de drogadictos muy degradados pasó a formar parte de la vida cotidiana de los vecinos y comerciantes de la primera manzana de la calle Villarroel. “El mismo día que cerraron veintitantos narcopisos en el Raval todo cambió. Fue el 29 de octubre. Me acuerdo porque parecía que la celebración de Halloween se estaba adelantando, porque hice una broma sobre eso... De repente la calle se llenó de zombis, de muertos vivientes... pero ninguno iba disfrazado”. Drogadictos que arrastran sus pies, que se pasan el día pidiendo unas monedas, que duermen pesadillas opiáceas tirados en un banco... Su presencia es cada día más habitual a este lado del Eixample.
Los Mossos d’Esquadra nunca habían desarticulado ningún narcopiso en el distrito del Eixample. Ayer cerraron los que funcionaban en las dos viviendas que compartían el rellano del tercer piso del número 11 de la calle Villarroel. Fuentes cercanas a la investigación subrayaron que la puesta en marcha de estos negocios fue una consecuencia directa del incremento de la presión poli- cial en el Raval. Dos personas fueron detenidas, y otras cuatro identificadas y puestas a disposición de la Policía Nacional. El tráfico y el consumo de drogas es un globo muy flexible. En cuanto la policía aprieta por un lado se hincha por el otro. En pocos días este oscuro negocio cruzó las fronteras del distrito de Ciutat Vella, saltó la ronda de Sant Antoni. Los Mossos también destacaron que la colaboración ciudadana fue fundamental.
Algunos vecinos y comerciantes de la zona se atrevieron a explicar sus pesares, pero todos de una for- ma anónima. Al parecer los ocupas de estas fincas acostumbraban a amenazarles, insultarles y mirarles de un modo muy desagradable e inquietante. La convivencia en la escalera se degradó a toda velocidad. La azotea del inmueble se convirtió en una zona de venopunción. Así lo ilustran los desperdicios, las manchas de sangre y las jeringuillas abandonadas.
Se trata de un pequeño inmueble de un único propietario. Buena parte de las viviendas están alquiladas. El estado en que quedaron las puertas de los narcopisos muestra la determinación de los agentes. Dentro, algunas dependencias mostraban signos de abandonado. Otras habitaciones, sin embargo, tenían el aspecto de cualquier hogar muy familiar. Luego dos obreros instalaron pesados cierres de seguridad a fin de impedir nuevas ocupaciones. El edificio no tiene ascensor.
“Uno de los pisos fue ocupado hace varios años, pero la gente que vivía allí cambiaba habitualmente –prosiguen explicando vecinos y comerciantes–. Lo hacían para dificultar los desalojos. Estamos seguros de que fueron ellos quienes hace aproximadamente un año asaltaron uno de los negocios de la finca colindante. Sólo pudieron ser ellos. Entraron por el patio de luces... Y en septiembre ocuparon el piso de al lado. Se quedaron con el rellano. Siempre atrajeron a una gente muy desagradable, pero la degradación que se produjo los últimos días fue espectacular. Los Mossos venían cada dos por tres. Pero entonces los narcos se enfadaban y se mostraban aún más agresivos”.
CON NARCOAZOTEA
Los clientes de los traficantes consumían sus dosis en la azotea del edificio
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