“Me atrajo la agonía del faro de Buda como símbolo”
Maria Carme Roca, premio Prudenci Bertrana por ‘El far’
Maria Carme Roca (Barcelona 1955) ha ganado la 51.ª edición del premio Prudenci Bertrana, vinculado a la fundación gerundense del mismo nombre, con la novela El far (Columna). Roca ha publicado medio centenar de libros y ha ganado varios premios, tanto en literatura infantil y juvenil, como en literatura para adultos, caso del Nèstor Luján de novela histórica por Intrigues de palau.
¿Su prolífica obra le permite dedicarse a escribir?
Desde el 2005 podemos decir que me dedico exclusivamente, entendiendo que también doy charlas, conferencias; como escribo literatura infantil y juvenil, voy a los colegios... No son sólo los derechos de autor, pero todo gira en torno al libro. También debo decir que escribo en catalán y el mercado es limitado. Hay meses que todo va más justa.
¿Se encuentra más a gusto escribiendo en catalán?
La ficción me sale en catalán, aunque mi formación, por edad, fue en castellano. También me lo he marcado así: es una cuestión de naturalidad.
¿Cómo alterna los libros infantiles y juveniles con los de adultos?
La novela para adultos implica muchas horas; en el caso de El far, dos años. A veces, mientras investigo y me documento, por en medio puedo acometer una redacción más corta, por ejemplo un cuento infantil. Es como abrir una ventana para que entre aire fresco, es un paréntesis. Estoy mucho tiempo pensando y por eso me va bien escribir una pieza que no requiera documentación, pero sí el mismo rigor, claro.
El far gira en torno a una historia familiar que abarca cien años,
más o menos como el faro de la isla de Buda, en el delta del Ebro, que ahora descansa en el fondo del mar. La novela cuenta en segundo término la historia de esta obra singular y al final del libro ha incluido la bibliografía. ¿Cómo se documentó?
Alterno la realidad con escenas del
siglo XX, y alguna referencia al XIX. El faro lo quemaron las fuerzas republicanas durante la Guerra Civil para que los nacionales no tuvieran un punto de referencia. Pero como tenía la estructura metálica, lo gegant de ferro aguantó. Agonizó hasta la nochebuena de 1961, descalzado por el mar porque el delta retrocedió. Y me interesaba este simbolismo de la agonía.
¿Cómo se fijó en ese faro?
Por casualidad. Me gusta meterme en otras zonas de Catalunya para aprender. He escrito sobre el Empordà, el Ripollès, también de Barcelona, que es mi casa.
¿Y cómo descubre el faro?
Estuve en un restaurante del Poblenou del Delta, donde había un póster del faro, y como tenía alguna referencia, me llamó la atención aquella estructura tan alta y tan espectacular.
A partir de aquí, construye la historia de tres generaciones e incluye un árbol genealógico.
Aquí me sale la vena historiadora: los árboles genealógicos me gustan. La familia Vidal es de ficción.
También salen personajes reales, que los identifica en un anexo.
Son como unos cameos: les pedí permiso porque me iban bien para el argumento.
Todo empieza con la celebración del centenario del patriarca y se intuye un secreto.
August era un hijo de colonos del Delta, que las pasó canutas pero supo aprovechar las oportunidades. El cultivo del arroz conllevaba muchas enfermedades, aún no había penicilina, la gente moría como moscas.
Hay tres puntos: el faro, la vida de la gente en el Delta y los conflictos que se producen.
Hay un amor clandestino en los años sesenta que usa el faro como refugio. Una hija cree descubrir un secreto y eso hace que se enfrente a su madre, que actuaba como si fuera doña perfecta.
Y no explicaremos más, pero sí hay muertos que hablan.
Eso me ha divertido mucho: son capítulos en que habla gente muerta que puntualiza los hechos que el lector va descubriendo.
LOS MUERTOS HABLAN
“Me ha divertido hacer que los muertos puntualicen cosas que el lector descubre”
DEDICACIÓN EXCLUSIVA
“Además de los libros, doy conferencias, voy a colegios... No son sólo los derechos de autor”