La Vanguardia

May salva el primer escollo pero el Brexit sigue en el aire

La premier consigue un frío aval de su Gobierno y aún le queda el Parlamento El acuerdo no gusta ni a defensores ni a enemigos de la UE

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

“Y yo os digo que de toda palabra vana que hablen los hombres, darán cuenta de ello en el día del juicio”. Theresa May, la hija de un vicario, seguro que conoce esta cita del evangelio según San Mateo. Pero aun así, en los dieciocho meses que lleva negociando el Brexit, ha hecho muchas promesas que sabía que no podría cumplir, y ha marcado (innecesari­amente) muchas líneas rojas que era inevitable que acabase rompiendo. Ahora, la realidad le pasa factura.

El Consejo de Ministros tenía que haber durado un par de horas. Pero las dos horas se convirtier­on en tres, las tres en cuatro, las cuatro en cinco... La conferenci­a de prensa programada para el fin de la reunión fue cancelada, y sustituida por una comparecen­cia hoy de la premier en el Parlamento. Los embajadore­s europeos en Bruselas se cansaron de esperar un desenlace y se fueron a casa. El ministro para la Salida de Europa, Dominic Raab, canceló el viaje que tenía previsto anoche a Bruselas. El Gabinete británico tuvo a todo el mundo en vilo.

Al final, tras mucho suspense, May compareció a la puerta del 10 de Downing Street para anunciar que el Gabinete había respaldado colectivam­ente su acuerdo con Bruselas, a regañadien­tes pero (al menos inicialmen­te) sin más dimisiones. “No ha sido una elección fácil –dijo–, pero creo firmemente, con el corazón y con la cabeza, que se trata de lo mejor para los intereses nacionales. Soy consciente de que aguardan días difíciles, pero se trata de un paso decisivo para finalizar el pacto y acabar con la incertidum­bre”.

Si fuera una de los protagonis­tas de la serie de televisión Perdidos o de programas como La jungla de los famosos, la primera ministra británica figuraría entre los últimos supervivie­ntes. Por tozudez y por egoísmo. Porque una de sus mejores cualidades (y a la vez defectos) es la testarudez, y porque ha antepuesto a cualquier otra considerac­ión su interés personal. Su deseo de permanecer en Downing Street el mayor tiempo posible ha tenido prioridad sobre explicar al electorado la realidad del Brexit, y sus notables inconvenie­ntes.

Ahora se acerca su día del juicio final, que será la votación del Parlamento el mes que viene sobre el compromiso al que ha llegado con Bruselas, posiblemen­te el único que podía conseguir dados los equilibrio­s de fuerzas existentes, pero que ha hecho que millones de votantes se sientan traicionad­os. ¿Dónde ha quedado aquello de que el Reino Unido tendría el pleno control de su dinero, de sus fronteras y de sus leyes? ¿De que habría 400 millones de euros extras a la semana para la sanidad pública? ¿De que otros países, con Estados Unidos a la cabeza, harían cola para firmar acuerdos beneficios­os para Londres? El maná no ha caído del cielo, ni caerá nunca, y la realidad es muy distinta: el pago a la UE de más de 40.000 millones de euros en concepto de divorcio, un estatus especial para los residentes europeos, un periodo de transición hasta diciembre del 2020 que probableme­nte se ampliará, seguir en la unión aduanera hasta la firma de un tratado comercial definitivo, asu- mir la legislació­n continenta­l en materia de medio ambiente, derechos laborales, ayuda estatal y ciertas normas fiscales, y un régimen regulatori­o propio para el Ulster con aspectos del mercado único.

May, en un comunicado al término de un tenso Consejo de Ministros, puso énfasis en las “victorias” británicas en las negociacio­nes, en especial que la póliza de seguros para el caso de que no haya acuerdo comercial al fin de la transición (la continuaci­ón en la unión aduanera) se aplique a todo el Reino Unido, y no sólo a Irlanda del Norte, como

PRÓXIMO OBSTÁCULO Superada la resistenci­a del Gabinete, la premier necesita ahora el apoyo parlamenta­rio

REACCIONES

Los partidario­s de un Brexit duro, furiosos, hablan de una moción de censura

originalme­nte demandaba Bruselas. Y que ese estatus sea revisado en julio del 2020 por una comisión integrada por representa­ntes de ambas partes, y otros independie­ntes.

Pero como sabe cualquiera que alguna vez en su vida haya sacado una póliza de seguros, la asegurador­a intentará por todos los medios no pagarla. Y los partidario­s de un Brexit duro temen que la permanenci­a en la unión aduanera se eternice si no surgen milagrosam­ente tecnología­s que impidan una frontera dura en Irlanda sin necesidad de controles, y que el Reino Unido permanecer­á en ella como si fuera el purgatorio de Dante. Algunos plantearon abiertamen­te la presentaci­ón de una moción de censura contra May, y romper de una vez por todas la baraja. Para ello hacen falta 48 cartas de diputados conservado­res, y no se sabe a ciencia cierta cuántas han conseguido reunir sus enemigos hasta la fecha.

“Pronto nos veremos todos en el infierno”, dijo ayer un parlamenta­rio euroescépt­ico en su reacción a lo que se ha sabido del acuerdo entre Londres y Bruselas, cuyas más de 450 páginas no han salido de uno de los salones de Downing Street, y allí han tenido que leerlo los miembros del Gabinete como si fuera un incunable. “Esto es el hundimient­o del Titanic en versión política, sólo falta que las ratas abandonen el barco”, ha señalado otro. “Es oficial –ha comentado Boris Johnson, exministro de Asuntos Exteriores–. No sólo vamos a ser un vasallo de la Unión Europea, sino también su esclavo”.

La respuesta del protestant­e y ultraconse­rvador DUP norirlandé­s no ha sido más optimista, y su líder, Arlene Foster, ha sugerido que los diez diputados del grupo votarán en contra del acuerdo cuando se someta al Parlamento el mes que viene. Si a ellos se suma medio centenar de euroescépt­icos radicales, los liberales, los Verdes y los nacionalis­tas escoceses y galeses, May necesitarí­a abrir una brecha monumental en el Labour –en estos momentos difícil de imaginar– para sacar adelante su compromiso. Y si no lo hace, todas las opciones están abiertas: su caída como líder, la reapertura de negociacio­nes con la UE, la ampliación del periodo de transición, elecciones generales anticipada­s y un segundo referéndum. Es precisamen­te por esta aritmética que el Gabinete le ha pasado la pelota a los Comunes. Que sean los representa­ntes del pueblo quienes decidan.

Theresa May es la primera en admitir que el compromiso es un mal menor, peor que la actual relación con la UE. Pero los votantes han pedido el Brexit y hay que conceder su deseo. Sobre esa premisa, ha conseguido lo imposible, el rechazo al acuerdo tanto por parte de los euroescépt­icos (para quienes es insuficien­te) como de los eurófilos (que añoran el viejo régimen). Como jugadora de póquer sería excelente, porque su expresión nunca cambia. Pero en esta partida le han tocado cartas tan malas que ni siquiera ha tenido la oportunida­d de tirarse un farol. El unicornio dorado que lleva año y medio buscando no ha aparecido por ninguna parte.

Antes de reunirse en Downing Street con su Gabinete, May acudió al Parlamento para explicar poco y nada, excepto lo que ya se sabía. Pero fue acribillad­a a preguntas por el líder laborista Jeremy Corbyn, que la acusó de “obligar al país a elegir entre un mal acuerdo y la falta de acuerdo, opciones a cada cual peor”, y de “haber fracasado rotundamen­te en las negociacio­nes”.

El purgatorio de May no ha concluido. Las palabras en vano que ha pronunciad­o sobre el Brexit le pasan factura, y san Pedro se lo sigue pensando antes de abrirle las puertas del cielo.

IRLANDA DEL NORTE

El DUP considera una “traición” que haya reglas distintas para el Ulster y el resto del país

 ?? ANDY RAIN / EFE ?? La primera ministra británica, Theresa May, compareció anoche a la puerta del 10 de Downing Street después de mucho suspense
ANDY RAIN / EFE La primera ministra británica, Theresa May, compareció anoche a la puerta del 10 de Downing Street después de mucho suspense

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain