El espejo vasco

EL País Vasco está de moda, la paz ha sido un motor de transformación extraordinario. Un ejemplo: Bilbao ha sido elegida la mejor ciudad europea en el 2018. El PNV ha decidido pilotar Euskadi con velocidad de crucero, siendo fiel a sus raíces pero sin estresar la vida de sus conciudadanos. Los nacionalistas vascos son un factor de corrección en el Congreso de los Diputados y saben sacar rédito de su pragmatismo. También un día se acercaron al abismo, pero hoy Juan José Ibarretxe es una postal extraviada en la historia del País Vasco. Cuando uno habla con los dirigentes del PNV, estos recuerdan que les costó lo suyo volver a la centralidad y nadie los va a volver a mover de espacio tan privilegiado. Como también advierten que allí manda el partido, que los presidentes pasan, pero la organización se mantiene. Entrar en Sabin Etxea impresiona por la solidez de sus paredes y de sus planteamientos.

Al poco de ser presidente, Carles Puigdemont quiso ir al País Vasco para verse con la cúpula del PNV. La fascinación catalana viene de lejos, aunque Josep Tarradellas insistía en mirarse poco en el espejo vasco. Puigdemont cenó en un restaurante discreto, alejado del centro, que había pertenecido a un guardameta del Athletic. Confrontaron estrategias y ensoñaciones, si bien los dirigentes nacionalistas salieron preocupados por lo que oyeron. Ayer un presidente de la Generalitat, Quim Torra, volvió a pisar tierra vasca. Se llevó buenas palabras de Iñigo Urkullu y el consejo de que aprovechara el actual clima de distensión y diálogo que ofrece el Gobierno del PSOE. Torra no pareció estar por la labor. El PNV no quiere ninguna contaminación con el contencioso catalán, pues sabe que los catalanes lo tienen difícil para salir del atolladero. La mediación del presidente vasco de hace un año no salió bien y le han quedado pocas ganas de repetir gestos.

Hoy Euskadi va como un trueno, mientras que en Catalunya los truenos sólo anuncian tormentas.