Niebla en el canal
Las dificultades del Gobierno británico para cerrar un acuerdo sobre el Brexit; y la caída de la economía alemana.
THERESA May, la premier británica, consiguió ayer el apoyo de su Gobierno para el acuerdo del Brexit que los negociadores británicos y los de la Unión Europea han alcanzado tras dieciocho meses de intenso trabajo. No fue en modo alguno una reunión fácil ni tampoco exenta de fricciones. La propia May calificó sus debates de “apasionados”, lo cual contribuyó a alargarlos. Estaba inicialmente previsto que durara cerca de tres horas y se prolongó hasta cinco. Estaba programada una rueda de prensa a media tarde que posteriormente se canceló y fue sustituida por una declaración sin preguntas, que la primera ministra ofreció pasadas las ocho de la tarde.
May puede considerar la jornada de ayer como una pequeña victoria. Aunque es probable que sus efectos no sean muy duraderos. El apoyo logrado no debe interpretarse en ningún caso como un signo de pacificación en las filas conservadoras. A lo largo de la tarde trascendieron comentarios relativos al encono reinante. Algunos apuntaban incluso a la posibilidad de una moción de censura contra la premier, otros barajaban nuevas dimisiones de ministros disconformes con la política seguida por el Gobierno. Pero a última hora May pudo comparecer ante la prensa luciendo el apoyo de los suyos, reafirmando que el pacto logrado era el mejor de todos los posibles y anunciando que hoy lo presentará ante el Parlamento, que deberá aprobarlo, o no, el mes que viene.
Tampoco será hoy, pues, una jornada fácil para la premier, sometida al escrutinio parlamentario. Porque las reservas al pacto no son manifiestas únicamente en las filas conservadoras. También se expresan en la oposición laborista, que sin embargo, y visto el equilibrio de fuerzas, son su gran esperanza para una hipotética aprobación parlamentaria. Entretanto, incluso los irlandeses del DUP, que apoyan al Gobierno May, han valorado negativamente el acuerdo de los negociadores.
La evolución del Brexit, y con ella la suerte que correrán tanto May como su Gobierno, está todavía muy abierta o, por decirlo en otras palabras, no está nada clara. Lo único que está meridianamente claro a estas alturas es que el Brexit ha revelado su poder divisorio y caótico de primer orden. Abrió primero una brecha en la sociedad británica, reflejada en el ajustado resultado del referéndum del año 2016 (51,9% de los votos a favor del Brexit y 48,1% en contra). Luego la agrandó entre Gran Bretaña y la Unión Europea. A continuación agudizó la división preexistente en el seno del Partido Conservador y del Gobierno de May. Y no está escrito que se detenga aquí.
La primera ministra no sólo ha tenido que hacer frente a los que consideraban que el acuerdo alcanzado era insatisfactorio para Gran Bretaña. También ha debido sufrir las críticas de los que le discuten, tomando como pretexto su gestión del Brexit, el liderazgo conservador y afirman, con creciente desinhibición, que ha sonado la hora de su relevo en Downing Street.
La situación, como decíamos, está muy abierta. May tiene muchos enemigos, en distintos frentes, como no podría de ser de otro modo en una sociedad británica muy fragmentada a resultas del Brexit. Fragmentada y sumida en la confusión, que ayer potenció la propia May al incluir en la declaración frente a su residencia unos matices en los que algunos vieron que barajaba, por primera vez, la posibilidad de un segundo referéndum, algo inaudito hasta ahora.