Prohibido insultar en el hemiciclo
Los diputados del Parlament prometen ser educados y trabajar para rebajar la crispación en los plenos
La frontera entre la profunda discrepancia y la ofensa personal puede ser difusa a veces, pero en el Parlament esta línea ya se ha traspasado de forma clara en demasiadas ocasiones, admitieron todos los grupos ayer tras su reunión con el presidente de la Cámara, Roger Torrent. Los diputados Marina Bravo (Cs), Josep Costa (JxCat), Sergi Sabrià (ERC), Eva Granados (PSC), Susanna Segovia (CatComú Podem) y Santi Rodríguez (PP) –la CUP no pudo acudir– mantuvieron un encuentro de casi una hora con Torrent para analizar la situación y buscar soluciones.
El veredicto fue claro: los plenos han entrado en una espiral de crispación y el debate parlamentario, en ocasiones, se ha vulgarizado. En las últimas sesiones no han faltado exabruptos ni ataques personales y tanto los grupos como el presidente del Parlament se han conjurado para frenar esta deriva.
Los diputados han prometido ser educados y no faltarse al respeto. Una norma básica que ha tenido que ser recordada a raíz de lo ocurrido en las últimas sesiones. Las descalificaciones personales quedan terminantemente prohibidas. Se podría decir, por ejemplo, que un partido ha sido condenado por corrupción, pero no que tal o cual diputado es un corrupto sin más. En la reunión, Torrent expuso que durante los debates en el pleno se han de poder expresar “todas las opiniones con la contundencia y vehemencia que sean necesarias”, pero siempre desde el “respeto”. Una premisa con la que todos los grupos se mostraron de acuerdo.
Los diputados también manifestaron su intención de transmitir una imagen constructiva a la ciudadanía, conscientes de que los mensajes que salen del Parlament tienen un fuerte impacto en la sociedad. La prueba del algodón llegará la semana que viene, cuando se celebrará el próximo pleno. En todo caso, Torrent aseguró que si se producen faltas evidentes de respeto adoptará las medidas que considere necesarias para hacer compatible “la libertad de expresión con las mínimas normas” de cortesía. Una advertencia extensible a los 135 escaños del hemiciclo, ya sean diputados rasos o el president de la Generalitat, Quim Torra. Incluso está dispuesto a expulsar del hemiciclo a quien no siga las normas de conducta recogidas en el reglamento del Parlament desde el 2016 y marcadas por el sentido común.
No se trata de una advertencia baladí. La expulsión de diputados durante un pleno tiene muy pocos precedentes. En el Parlament recuerdan un único ejemplo, hace ya 24 años, cuando el entonces presidente de la Cámara, Joaquim Xicoy, echó al diputado del PP Josep Curto por no respetar el turno de palabra y hablar a gritos. El incidente se desarrolló durante un pleno en el que se discutía sobre la política de avales y créditos de la Generalitat a través del Institut Català de Finances (ICF) y en particular, de un aval concedido a Javier de la Rosa para construir Port Aventura. La oposición había pedido la dimisión del Conseller de Economia del momento, Macià Alavedra –condenado por el caso Pretoria y fallecido hace dos meses–, y uno de los diputados de
Torrent asegura que no tolerará más ofensas personales entre diputados durante los debates
CiU acusó a Curto de no haber acudido a una reunión sobre el ICF. Este gritó desde su escaño: “¡No es verdad!”. Dos llamadas al orden después, Xicoy decidió expulsarlo, pero todo se resolvió por la intervención del presidente del grupo socialista, Higini Clotas, que pidió parar el pleno para que todo el mundo recapacitase. Finalmente, y tras disculparse, Curto no fue expulsado.
En el Parlament mencionaban ayer esta anécdota, apuntando que entonces el nivel de tolerancia a los improperios en la Cámara era mucho más bajo. Ahora, dicen algunos diputados, “nos hemos acostumbrado a las palabras gruesas y confundimos contundencia con mala educación”.
A partir de la semana que viene todos los grupos tienen la oportunidad de demostrar lo contrario.