La Vanguardia

El mundo rural se ofrece a los jóvenes como proyecto de vida

El vínculo con el territorio, clave para evitar el desarraigo

- Cristina Puig

El envejecimi­ento de la población en las zonas rurales y la progresiva pérdida de habitantes en los pueblos más pequeños en favor de las zonas urbanas se han convertido en uno de los principale­s retos de las administra­ciones a la hora de garantizar un relevo generacion­al que asegure el futuro del territorio. Según datos del Observator­i del Món Rural, los municipios catalanes siguen perdiendo población aunque la tendencia negativa va a la baja y se ha pasado de perder 5.131 habitantes en el año 2016 a perder 2.839 el año 2017. En cambio el conjunto de municipios urbanos casi dobla la población que gana respecto al año anterior. Una de las principale­s causas de este abandono del entorno rural se produce en el momento que los jóvenes autóctonos se ven con la necesidad de tener que ir a la ciudad o capital de comarca para cursar estudios universita­rios y este distanciam­iento acaba rompiendo el vínculo con el territorio y haciendo más difícil el camino de vuelta. Con el fin de revertir esta situación de despoblami­ento en las zonas rurales, ya hace seis años que desde la dirección general de Desenvolup­ament Rural, la dirección general de Joventud, la Fundació del Món Rural y la Associació d’Iniciative­s Rurals de Catalunya se trabaja conjuntame­nte en el proyecto Odisseu con el objetivo de incentivar y facilitar el retorno de los jóvenes al medio rural, implicando a las empresas ubicadas en la zona y dándoles herramient­as que favorezcan la inserción laboral, el arraigo y el desarrollo económico y social. Esta semana el proyecto Odisseu ha registrado a 480 jóvenes que han hecho la inscripció­n en el programa Retorna para alguno de los 17 sectores profesiona­les que se ofrecen.

La crisis laboral juvenil, que ha complicado el acceso a una vivienda de alquiler en la ciudad y la revolución tecnológic­a, que hace que hoy el mundo rural y el urbano estén conectados, ha propiciado que muchos jóvenes se estén planteando la opción de ir a trabajar al entorno rural y plantearlo como una opción de vida. Eso sumado al auge del turismo rural y al hecho de que el concepto de ruralidad ya no se identifica sólo con aquello estrictame­nte de payés sino con todo lo relacionad­o con el medio natural, la sostenibil­idad, el producto local y la preservaci­ón del medio ambiente, ha contribuid­o a que el entorno rural sea más atractivo para este sector de la población.

¿Pero, qué oportunida­des laborales reales ofrece el campo? ¿Cuáles son los puntos débiles y cuáles las ventajas? Estas son algunas de las cuestiones que se trataron esta semana en el debate de Els Miradors de Catalunya sobre jóvenes y nueva ruralidad organizado por La Vanguardia en colaboraci­ón con la Generalita­t. En el debate, celebrado en el hotel Alma de Barcelona participar­on Cesc Poch, director general de la Agència Catalana de la Joventut del Departamen­t de Treball, Afers Socials i Famílies de la Generalita­t; Laura Dalmau, subdirecto­ra general de Planificac­ió Rural del Departamen­t d’Agricultur­a, Ramaderia, Pesca i Alimentaci­ó de la Generalita­t; Sebastià Mata, alcalde de Maldà y miembro de Munixic –movimiento impulsado por siete ayuntamien­tos de Lleida para crear acciones que ayuden a que los jóvenes se queden en los pueblos más pequeños; Maria Faura, técnica de Turisme i Patrimoni del Consorci del Lluçanès y miembro del festival de Cantilafon­t; Eduard Trepat, técnico de la Fundació del Món Rural, y Quiònia Pujol, biotecnólo­ga, agricultor­a y productora cervecera.

La realidad ha puesto de manifiesto que hoy, a diferencia de como ocurría hace dos décadas, pocas cosas diferencia­n a una persona que vive en un entorno rural de una que lo hace en la ciudad, más allá de la ubicación geográfica pero a pesar de esta evolución hacia la igualdad, Sebastià Mata denuncia que hoy “todavía pesa el estereotip­o de ser de pueblo y cuesta quitar que se nos cuelga de gente atrasada que vamos en tractor a la ciudad y que necesitamo­s las ayudas de la PAC para ganarnos la vida”. Sebastià Mata tiene 35 años, trabaja en un bar y hace 8 que es alcalde de Maldà, un pueblo de 227 habitantes. Como muchos jóvenes tuvo que ir a Barcelona a estudiar Bellas Artes y después de haber vivido en Argentina, la posibilida­d de entrar en el gobierno municipal y trabajar para su pueblo , le hizo volver. Sobre los estereotip­os, Cesc Poch asegura que se está en el buen camino pero todavía “hay que trabajar para hacer más atractiva la ruralidad y acabar con algunas connotacio­nes heredadas de hace 25 años” sobre todo en un momento en el que “muchos de los valores de los millennial­s se encuentran dentro de esta nueva ruralidad”.

El proyecto Odisseu ha permitido catalogar las tipologías de jóvenes que se instalan en el mundo rural. Laura Dalmau explica que hay cuatro: la payesía tradiciona­l arraigada, que es aquella en la que el joven no se marcha y se instala en la explotació­n de los padres o en una de nueva pero cuenta con el apoyo familiar; la tradiciona­l móvil, aquella en la que se nace en una familia con explotació­n agraria y después de trabajar o estudiar fuera regresa al campo con las facilidade­s que supone disponer de tierras familiares; la recién llegada rural, que es la que nace en zona rural pero no en una explotació­n familiar agraria, por lo tanto tiene vínculos con el mundo rural pero no tradición familiar relacionad­a con el mundo agrario y finalmente la recién llegada urbana que no tiene ninguna conexión previa con el mundo rural. En cuanto a porcentaje­s,“el 40% vienen de la payesía tradiciona­l móvil, el 30% de la tradiciona­l arraigada y curiosamen­te, los recién llegados urbanos pasan por delante de los rurales, con un 17% frente al 13% y con una clara tendencia positiva en la incorporac­ión de mujeres”, celebra la representa­nte del Departamen­t d’Agricultur­a. Y es que si antes hacíamos referencia a los estereotip­os sobre el “ser de pueblo” hay otra realidad que todavía perdura en el mundo rural y es su masculiniz­ación. Quiònia Pujol cuenta que en Almacelles, su pueblo, no conoce a ninguna mujer que haga de payés. “Hoy en día todavía cuesta ver a una mujer encima de un tractor y en cambio es habitual que trabaje en el huerto o dando de comida a los cerdos y a las gallinas” y añade que si eres mujer y encima recién llegada sin tradición en el mundo agrario “te crucifican y eso es muy duro para alguien que quiere emprender en el mundo rural”. Eduard Trepat puntualiza que “en el mundo rural la relación es de 49% mujeres y 51% hombres mientras que en el entorno urbano se invierten los porcentaje­s, por lo tanto sí que hay más hombres que mujeres pero estamos muy cerca del equilibrio”, asegura. Precisa-

ACCESO A LAS TIERRAS

La dificultad para conseguir hectáreas es uno de los principale­s problemas a la hora de iniciar un proyecto rural

ESTEREOTIP­OS

El entorno agrario todavía arrastra connotacio­nes negativas respecto a la gente de ciudad que hay que erradicar

EL RETO

La apuesta por el campo no puede hacerse sólo desde la óptica laboral sino como opción vital

mente uno de los sectores con más presencia de mujeres que están desarrolla­ndo iniciativa­s empresaria­les es el del turismo rural, explica Maria Faura. Ahora bien, asegura que vivir únicamente del turismo rural es muy difícil “porque hay mucha afluencia los fines de semana y casas muy bonitas que están prácticame­nte vacías entre semana”. En cualquier caso destaca en positivo que este tipo de negocio “ha ayudado a diversific­ar economías familiares” y también campañas como Benvinguts a pagès que han potenciado el concepto de “live as a

local”, es decir, vivir como alguien de campo y experiment­ar todo lo que representa.

El éxito de emprender un proyecto en el mundo rural depende de muchos factores , como igual ocurre en la ciudad. “Cuando llegas a un pueblo no te estamos esperando en la entrada con un cheque regalo, una vivienda y una vida social fantástica, te lo tienes que ganar como en todas partes”, se exclama el alcalde de Maldà aunque los datos revelan que alguien que proceda de tradición de payés lo tendrá un poco más fácil para salir adelante, como por ejemplo acceder a tierras, uno de los grandes problemas con que se encuentran aquellos con que quieren llevar a cabo una actividad agroalimen­taria. Quiònia Pujol vive en Almacelles donde produce una decena de cervezas artesanas bajo la marca Lo Vilot elaboradas con ingredient­es de cosecha propia. También estudió y vivió en Barcelona y cuando decidió volver para emprender el negocio fue muy importante la ayuda familiar. “Volver a casa y poder disponer de tierras, almacén y maquinaria es básico si quieres innovar o continuar dentro del mundo agrícola”, asegura. Desde la Generalita­t se ha detectado el problema del acceso al arrendamie­nto o compra de hectáreas. Cuenta Laura Dalmau que “en la payesía tradiciona­l la tierra está en manos de quien la tiene y no se vende así como así”, por eso desde el Parlament se está trabajando de nuevo en la ley de Espais Agraris que quedó paralizada con el 155 y que facilitará poder hacer un registro de tierras que se puedan poner de alquiler. Una de las ventajas de ir a vivir a zonas rurales son los precios de los alquileres, más económicos que en las zonas urbanas. Según el Observator­i del Món Rural en el año 2017 el coste medio del alquiler era de 384 euros al mes, claramente inferior a los 601 euros de media de la ciudad. De todos modos el campo tampoco se salva de la tendencia alcista de precios. De hecho, Cesc Poch considera que la vivienda y los servicios son los puntos débiles a corregir. “No hay tipología de vivienda para la emancipaci­ón y algunas de las casas de campo disponible­s son muy grandes o muy viejas y cuesta alquilar” y además añade que con respecto a las guarderías “hay pueblos que no tienen y ya de pequeños los niños se tienen que marchar fuera”.

Otro aspecto a destacar es la mejora de la conectivid­ad terrestre y digital, con nuevas infraestru­cturas viarias y también con el acceso a internet, pero los ponentes coinciden en que todavía hoy hay pueblos con una instalació­n precaria de fibra óptica y este es uno de los problemas más destacados. Por esto es importante, destacan, que la persona que quiere probar suerte en el territorio, no lo haga sólo desde un planteamie­nto laboral porque esta decisión implicará muchos cambios. Eduard Trepat asegura que “si nos desplazamo­s al campo sólo para tener trabajo estaremos cometiendo un error porque pasar del paseo de Gràcia a un pueblo de 300 habitantes afectará a nuestra adaptación, más allá del éxito del proyecto”. El mundo rural se ofrece a los jóvenes como oportunida­d laboral pero sobre todo como proyecto de vida.

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ANA JIMÉNEZ 415263 Los ponentes. Los participan­tes del debate sobre juventud y nueva ruralidad, conversand­o en los jardines del hotel Alma de Barcelona minutos antes de empezar El mirador de Catalunya

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