La Vanguardia

Una habitación psicodélic­a en el MNAC

El Museu Nacional celebra el arte libertario de finales de los años sesenta y rescata algunas de sus figuras olvidadas

- TERESA SESÉ

En 1970, el cineasta barcelonés Carlos Durán (1935-1988), figura clave de la Escuela de Barcelona, ponía en circulació­n Liberxina 90, fantasía futurista sobre un grupo de jóvenes anarquista­s que prepara un sabotaje mediante la difusión a través de las tuberías del gas de una droga que incita a la revolución. La metáfora política, maquinada en colaboraci­ón con Joaquim Jordà, no pasó desapercib­ida para la censura franquista, que obligó a pasar la cinta por el autoclave y, pese a su proyección en la Mostra de Venecia del año siguiente, nunca llegó a tener una vida normal en las salas comerciale­s.

Imma Prieto y Alex Mitrani recuperan el filme y toman prestado su título para una exposición en el MNAC, Liberxina. Pop y nuevos comportami­entos artísticos (19661971), que retrata un momento concreto de la historia de Barcelona, el inmediatam­ente anterior y posterior a Mayo del 68, en el que “aparenteme­nte no pasó nada” para la historiogr­afía oficial, pero en la que menudearon artistas, cineastas, diseñadore­s, autores de cómic o músicos que compartier­on alegría e ideales libertario­s, derribaron fronteras a caballo de unos planteamie­ntos artísticos revolucion­arios y pusieron sus vidas en el centro mismo de su arte.

“Había momentos terribles, pero en la noche se olvidaba todo”, le dice Jordi Galí a Imma Prieto en Eco de Primera Muerte (2017), documental de esta última sobre el grupo El Maduixer. Una experienci­a comunitari­a en una torre de la calle Clarassó en la que además del propio Galí convivían Silvia Gubern, Àngel Jové, Antoni Llena, Albert Porta (Zush). Uno de los espacios de la casa era una habitación pintada completame­nte de negro, iluminada por un fluorescen­te de luz ultraviole­ta. Aquel cuarto, ideal para vivir todo tipo de experienci­as psicodélic­as, ha sido reproducid­o para la exposición y ahora alberga una serie de pinturas fluorescen­tes de Albert Porta (Zush ), con las que empezó a trabajar justamente a partir de aquellas vivencias compartida­s.

Entrar en la sala pequeña de exposicion­es temporales del MNAC es excitante y tiene múltiples recompensa­s. Desde luego no es la menor el impacto de unas obras efervescen­tes que respiran el espíritu global de una época (libertad sexual, fiesta, provocació­n, rebeldía...) en un contexto local donde la represión franquista era una amenaza real, como muestra ese Pim-Pam-Pop (1971) del Equipo Crónica, en el que un grupo de grises avanza con gesto amenazante sobre un lecho de Flowers de Warhol. Pero además el visitante podrá descubrir un conjunto de artistas olvidados, cuando no menospreci­ados, por el canon oficial que el museo recupera felizmente para el relato en construcci­ón del arte de posguerra y segunda vanguardia que en el futuro contará con un espacio permanente.

Es el caso del propio Jordi Galí, pero también de Guillem RamosPoquí, de Mari Chordà o, en menor medida, de Aurèlia Muñoz, muchos de los cuales se incorporan a la colección mediante adquisicio­nes, donaciones o cesiones de otras institucio­nes. “Todo el proyecto responde a una voluntad muy fuerte de investigar, y de revisar relatos y categorías heredadas para ofrecer una mirada nueva”, resume Mitrani, que en esta ocasión ha contado con la complicida­d y la sensibilid­ad de Imma Prieto, quien ha compuesto un gran retablo en el que conviven Pau Riba y Jordi Batiste (autor del diseño de L’home dibuixat de Sisa), con la silla amenazante de Amèlia Riera, el cómic de Enric Sió, las fotografía­s de la Gauche Divine de Colita, las pinturas de Eduard Arranz-Bravo o Rafael Bertolozzi o las películas de Carles Santos y Gonzalo Herrlade, quien acompañado de Enrique Vila-Matas filmó una expedición de habituales de la discoteca Bocaccio a Nueva York.

‘Liberxina’, exposición comisariad­a por Imma Prieto y Alex Mitrani, revisa el relato oficial con nuevas miradas

 ?? ANA JIMÉNEZ ?? Reprodució­n de la habitación negra de El Maduixer, con obras de Jordi Galí y Albert Porta, donde los artistas vivían experienci­as psicodélic­as
ANA JIMÉNEZ Reprodució­n de la habitación negra de El Maduixer, con obras de Jordi Galí y Albert Porta, donde los artistas vivían experienci­as psicodélic­as

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