May se aferra a su Brexit pese a la ola de dimisiones
La premier rebate en el Parlamento críticas laboristas y de su propio partido ‘Tories’ euroescépticos piden moción de censura y cambio de líder
Las fichas de dominó empezaron a caer en el Gobierno británico desde primerísima hora de la mañana, con la dimisión del secretario de Estado para asuntos de Irlanda del Norte, Shailesh Vara. Fuera. Suella Braverman, subsecretaria de estado en el Ministerio para la Retirada de Europa. Fuera. Dominic Raab, ministro del Brexit. Fuera. Esther McVey, ministra de Trabajo y Pensiones. Fuera. A las diez de la mañana, Theresa May se había quedado ya sin dos miembros del gabinete y un par de cargos secundarios de su administración, y parecía que aquello podía terminar muy mal para la líder conservadora. Quedaban muchas horas por delante...
La cosa se fue complicando aún más conforme avanzaba la jornada, al día siguiente de que May hubiese arrancado a regañadientes el aval del Consejo de Ministros para el principio de acuerdo sobre el Brexit alcanzado con Bruselas, en una reunión muy tensa en la que más de un tercio de los integrantes del Gabinete (11 de 30) expresaron sin ambages su desaprobación del compromiso. En la Cámara de los Comunes, la primera ministra fue acribillada no sólo por la oposición, sino por diputados de su propio partido. El euroescéptico en jefe Jacob Rees-Mogg alentó abiertamente a sus tropas a derrocarla, mostrando la carta que había escrito para pedir una moción de censura y un cambio de liderazgo. Nadie hablaba en defensa del pacto con la UE, y cualquier cosa parecía posible.
Pero al concluir otra jornada dramática en la política británica, reminiscente de la del mes de julio en que dimitieron Boris Johnson y David Davis -sólo que ahora con más frío, oscuridad a partir de las cuatro de la tarde y un aire que ya huele a invierno–, el seis doble de la partida de dominó, o la reina de la partida de ajedrez, seguía en pie. Tambaleándose y en jaque, amenazada desde múltiples frentes, pero obstinada y dejando claro que no se va a rendir así como así. Que si muere, será luchando. “Yo sigo”, dijo May en una conferencia de prensa, neutralizando los rumores de que, cansada, iba a tirar la toalla.
La política es mucho más complicada que una fórmula matemática porque tiene elementos importantes de imprevisibilidad. Y si bien el corazón de muchos diputados del Partido Conservador –sobre todo del ala euroescéptica, pero también de la proeuropea– les pide tirar de la manta y que sea lo que Dios quiera, en el fondo saben que un cambio de líder no haría más que complicar las cosas. Daría un frenazo a las negociaciones cuando por fin parecen encaminadas, y obligaría a que el Reino Unido se marchara de la UE sin acuerdo el próximo de marzo, o a pedir de rodillas a Bruselas la ampliación del plazo para irse contemplado en el artículo 50 del Tratado de Lisboa. Y todo, ¿para qué? Las posibilidades de que los socios europeos hicieran a un partidario duro del Brexit concesiones que no han hecho a May serían remotas, por no decir nulas. Y todos los caminos llevarían a unas elecciones anticipadas, o a un segundo referéndum que tal vez desharía el primero (las encuestas dan ahora una ventaja del 54% al 46% a la permanencia).
Sólo Graham Brady, el presidente del grupo parlamentario tory, sabe cuántas de las 48 cartas necesarias para desencadenar una moción de confianza han sido envia-
DIMISIONES
Renuncian Dominic Raab, ministro del Brexit, y Esther McVey, de Trabajo y Pensiones
MOCIÓN DE CENSURA
El líder euroescéptico Jacob Rees-Mogg alienta abiertamente un motín contra May
RESISTENCIA
La premier responde que no piensa tirar la toalla y luchará por conservar el puesto