Regiones y ciudades
El inicio de la campaña electoral en Andalucía, cuyo resultado condicionará la política española en su conjunto; y la consolidación de Barcelona como sede del Smart City Expo World Congress.
BARCELONA se ha consolidado como la sede internacional en la que las principales capitales del mundo debaten cada año como incorporar al servicio de los ciudadanos los últimos avances de la tecnología. Este es el objetivo del Smart City Expo World Congress, celebrado esta semana, por octavo año consecutivo, y que ha reunido a representantes de más de setecientas ciudades de todo el orbe, cien alcaldes, cuatrocientos ponentes y ochocientas empresas, en la que ha sido la edición con mayor participación de todas las registradas hasta la fecha.
El citado congreso ha servido para compartir conocimientos y propuestas que permitan avanzar hacia ciudades cada vez más inteligentes gracias a la incorporación de las nuevas tecnologías. Las ciudades inteligentes exigen también dirigentes políticos competentes que sean capaces de diseñar la inteligencia tecnológica más adecuada para el bienestar de los ciudadanos, para la movilidad sostenible y para la competitividad de empresas y servicios que posibiliten el máximo progreso económico y social. De ahí que sea importante conocer de primera mano las experiencias que se desarrollan en las principales ciudades del mundo. Singapur, en este sentido, ha sido la galardonada como la Ciudad Inteligente 2018 por su proyecto Smart Nation, pensado para transformarse en una referencia global del despliegue de soluciones tecnológicas que no sólo mejoren el funcionamiento de la ciudad, sino también los servicios prestados a sus ciudadanos.
Que Barcelona se haya consolidado como capital mundial de las ciudades inteligentes debe actuar como un importante estímulo para que pueda estar también a la vanguardia de las últimas aplicaciones tecnológicas, al igual que pueda hacer Singapur. Pero estas múltiples y variadas aplicaciones, que ofrecen infinitas posibilidades, deben responder y adaptarse a las exigencias del modelo de ciudad que se decida. Ahí, en este ámbito, todavía falta mucho debate y consenso social, que no dependen precisamente de la tecnología sino de la voluntad política y de la ambición ciudadana. El reto de Barcelona, en este sentido, como hemos reclamado en varias ocasiones, debería pasar por la definición de un prototipo de ciudad inteligente, a través de un plan a medio y largo plazo que integre a todos los actores del proceso, tanto públicos como privados. La oportunidad de mayor bienestar colectivo, de impulso a la actividad económica de alto valor añadido y de creación de empleos de mayor calidad es muy elevada si se hacen las cosas bien. Pese al esfuerzo pionero que se ha realizado en Barcelona, lo cierto es que estamos tan sólo en los comienzos de convertir a la ciudad en verdaderamente inteligente.