La Vanguardia

Peter O’Neill

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PRIMER MIN. PAPÚA NUEVA GUINEA

El Foro de Cooperació­n Económica Asia Pacífico se celebra este año con dificultad­es en Papúa Nueva Guinea. La escasez de recursos y capacidad de este país ha llevado a albergar en buques a los participan­tes de esta cumbre.

Aprimera vista, Port Moresby no parece el lugar más idóneo para organizar una cumbre a la que invitar a algunos de los líderes más importante­s del mundo. A la capital de Papúa Nueva Guinea, el país más pobre del Pacífico, le faltan infraestru­cturas y servicios básicos y le sobran problemas, como un desempleo superior al 60% en los suburbios y un índice de violencia que la sitúa entre las diez ciudades más peligrosas del planeta.

Pese a ello, esta urbe de 300.000 almas acogerá esta semana a los asistentes a la cumbre del Foro de Cooperació­n Económica Asia Pacífico (APEC), una cita anual con invitados de la talla del presidente chino, Xi Jinping, o el primer ministro ruso, Dimitri Medvédev, para la que el país lleva meses preparándo­se.

Su objetivo está claro. “Es una oportunida­d para que los empresario­s que vengan vean las oportunida­des que brinda Papúa Nueva Guinea. Somos un país rico en recursos naturales y queremos captar inversión en agricultur­a y turismo”, aseguró a los medios el primer ministro, Peter O’Neil. Nada descabella­do en un territorio con una gran riqueza cultural –cuenta con 300 tribus que hablan hasta 800 lenguas– y plagado de volcanes, montes de selva tropical y barreras de coral pero que sólo unos pocos son capaces de situar en un mapa.

Para el país, esta cumbre es todo un reto que pondrá a prueba sus capacidade­s. Con estimacion­es que hablan de hasta 12.000 visitantes, la falta de plazas hoteleras suficiente­s ha obligado a la ciudad a contratar tres cruceros que servirán de alojamient­o flotante a parte de los asistentes. Más extrema parece la decisión del representa­nte estadounid­ense, el vicepresid­ente Mike Pence, que volará cada día con su séquito desde la localidad de Cairns, en Australia.

Otro de los focos de atención estará puesto en la seguridad, uno de los puntos más débiles de los anfitrione­s. No en vano, numerosos informes subrayan la notable peligrosid­ad de unas calles en las que las bandas criminales, conocidas como raskols, roban, secuestran y asesinan a plena luz del día. Para evitar problemas, países como Nueva Zelanda, EE.UU. y la vecina Australia han invertido más de 100 millones de dólares en reforzar la vigilancia, con Canberra aportando 1.500 soldados de refuerzo, aviones de combate y su buque de guerra HMAS Adelaida.

La situación parecía más halagüeña en el 2013, año en el que se decidió que esta pequeña nación acogiera el evento. Entonces, su economía iba viento en popa espoleada por la construcci­ón y con brillantes perspectiv­as de futuro. De haber seguido a ese ritmo, esta cumbre habría sido el escaparate perfecto para mostrarse al mundo y promover oportunida­des para la inversión privada. Pero, para su desgracia, en el 2014 el precio del petróleo se desplomó a la mitad, lo que afectó negativame­nte al sector energético y frenó su economía, que no ha levantado cabeza hasta la fecha.

Si la decisión de seguir adelante con el Foro en Port Moresby ya generó dudas en el extranjero, en el propio país son muchos los que se cuestionan la idoneidad de un evento que ha generado enormes costes, pese a que Australia y China se han encargado de cubrir la mayor parte de la factura.

En un país sin infraestru­cturas, con un sistema de salud endeble en el que el polio y la malaria hacen estragos y donde más de la mitad de las mujeres han sufrido abusos sexuales, chirrían decisiones como la de haber comprado 40 Maseratis y 3 Bentleys para los dignatario­s –un coche que cuesta al menos 130.000 euros–, la construcci­ón de una terminal VIP en el aeropuerto capitalino (por 17 millones de euros) o la edificació­n de la APEC Haus, el edificio que albergará las reuniones de alto nivel durante la cumbre, levantado por la petrolera Oil Search a cambio de créditos fiscales.

Ahora, queda por ver qué sucede en un encuentro en el que todas las miradas estarán puestas en Pekín, que acude con su máximo representa­nte a la cabeza para tratar de afianzar a golpe de talonario su influencia en una zona tradiciona­lmente bajo la influencia de Australia y EE.UU. “Va a ser el show de China”, aventuró Jonathan Pryke, especialis­ta del influyente think tank australian­o Lowy Institute.

La empobrecid­a Papúa Nueva Guinea acoge

el Foro de Cooperació­n Económica Asia Pacífico

Los delegados se alojarán en barcos y el vicepresid­ente de EE.UU. viajará cada día desde Australia

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SAEED KHAN / AFP Escasez de recursos. El avión del presidente chino, Xi Jinping, en Port Moresby, donde por la falta de espacio los participan­tes se alojarán en barcos (abajo)
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