El fiscal saudí pide la pena capital para cinco del comando Khashoggi
Exculpa al príncipe Bin Salman y limita la responsabilidad a sus subordinados
Rodarán cabezas, pero no salpicarán al trono. Tras el escándalo por el atroz asesinato del periodista Jamal Khashoggi en su consulado de Estambul, el régimen de los Saud se afana en proteger al todopoderoso príncipe heredero, Mohamed bin Salman. La Fiscalía General del reino formalizó ayer las acusaciones contra once imputados y solicitó la pena de muerte para cinco de ellos, sin concretar quiénes. Otros diez han sido dejados en libertad.
El auto vuelve a edulcorar la película de los hechos, descargando la responsabilidad en los agentes mandados desde Riad. Sin temor al ridículo, el portavoz del fiscal detalla el envío de “un equipo negociador, otro de inteligencia y otro logístico”, con el objetivo de devolver a Arabia Saudí al periodista aperturista.
En el origen de la inquina estaría el informe de un consejero de Bin Salman, Saud al Qahtani, que acusaba a Khashoggi de “tener relaciones con enemigos extranjeros del reino”. Una acusación que habría llevado al número dos de inteligencia, Ahmed al Asiri, a decidir la operación.
El auto del fiscal general saudí, Saud al Moyeb, por mucho que aumente el derramamiento de sangre, difícilmente hará justicia a la prometida de Khashoggi, o a su familia, que hoy por cierto abre las puertas para recibir el pésame en Yida. De hecho, ya no se habla de crimen premeditado, sino que se recupera aquello que hasta Donald Trump ridiculizó como “la peor coartada de la historia”. Jamal Khashoggi, según el auto, habría muerto en una discusión que degeneró en una pelea bastante desigual, contra una quincena de agentes. El periodista habría tenido que ser sedado, según el fiscal, y habría muerto de sobredosis. Aunque el auto mantiene que el cuerpo habría sido descuartizado, vuelve a descargar en “un colaborador local” su destino último.
El ministro de Exteriores de Turquía ha salido al paso de inmediato, calificando el auto saudí de “insatisfactorio” y exigiendo, una vez más, que se descubra “al instigador”, así como el paradero del cadáver.
Por otro lado, uno de los enemigos del régimen saudí, la cadena qatarí Al Yazira, refería esta semana las últimas palabras de Khashoggi –“¡Quitadme la bolsa! ¡Me ahogo!”– según la famosa grabación ya en posesión de varios servicios secretos. Mientras que la CNN informaba de que, tras cumplir su misión, uno de los matarifes se comunicaba así con alguien en Riad: “Díselo a tu jefe”.
De hecho, la coartada saudí ya fue desarticulada por la investigación turca, que demostró cómo un doble de Khashoggi entraba en el consulado junto al comando y salía luego vestido con las ropas del periodista para dejarse ver en la zona más turística de Estambul, con la intención de cargarle el muerto a Turquía. Riad tampoco ha aclarado si el envío de un fo- rense con una sierra habría que encuadrarla en el equipo negociador o logístico.
Khashoggi, un periodista reformista más que disidente, era odiado por el estamento religioso, en el que se encuadran también todos los jueces y fiscales del reino. En Arabia Saudí, donde los jefes de redacción son aprobados por el ministro del Interior, Khasoggi jamás criticó a la monarquía. En cambio, se ganó la destitución como director de Al Watan por ridiculizar en viñetas a la mutawa, la policía religiosa.
Washington por su parte anunció ayer sanciones simbólicas contra diecisiete implicados saudíes, en caso de que tengan fondos en EE.UU.
Cabe decir que en la cena del
Trump estudia echar al clérigo Fethullah Gülen para que Erdogan deje en paz a Bin Salman, según NBC
centenario del Armisticio, el pasado fin de semana en París, a la derecha de Donald Trump se sentó Recep Tayyip Erdogan. El presidente turco se ha guardado mucho de acusar a Mohamed bin Salman. Trump querría cerrar el caso sin perjuicio para el príncipe que, entre otras cosas, tan generoso ha sido con la Iniciativa Financiera para Empresarias de su hija Ivanka.
Pero un giro en Yemen, tal como se ha barajado, no es vital para Ankara, que preferiría un levantamiento del cerco a Qatar. O mejor aún, el cese de la ayuda estadounidense y saudí a la rama siria del PKK. La cadena NBC iba ayer más allá y revelaba que Trump habría ordenado estudiar la extradición del clérigo Fethullah Gülen, al que Erdogan acusa de ser el cerebro del golpe fallido del 2016.