La Vanguardia

Una manifestac­ión antiinmigr­antes recibe a la caravana en Tijuana

Vecinos de la ciudad mexicana se enfrentan a los centroamer­icanos en la playa

- ANDY ROBINSON Tijuana Enviado especial

Tijuana vivió la noche del miércoles las primeras protestas contra la caravana de migrantes centroamer­icanos, que ha recorrido más de 4.000 kilómetros en los últimos 38 días desde San Pedro Sula, en Honduras, hasta esta caótica ciudad mexicana en la frontera con California.

Un centenar de vecinos bajaron a la playa donde han acampado algunos de los primeros inmigrante­s en llegar, principalm­ente hondureños. “Los mexicanos no tenemos trabajo, necesitamo­s empleo, empleos que les están dando a ellos. Que se vayan a Estados Unidos, no tenemos suficiente solvencia para tenerlos aquí”, dijo Dámaris Mondragón, de 24 años, en declaracio­nes a los medios. Detrás se veía la valla de acero que delimita la frontera y se extiende unos 200 metros en el mar.

Aunque las autoridade­s mexicanas han propuesto que los migrantes regularice­n su situación para poder buscar trabajo en México, no se ha ofrecido ningún empleo concreto a ninguno de los estimados 10.000 migrantes. Pero la percepción en este municipio de clase media es que se está haciendo un trato discrimina­torio a favor de los inmigrante­s centroamer­icanos. “Mire, ¿cuántos damnificad­os ha dejado el dichoso huracán Willa (el ciclón que causó extensos daño en la costa del Pacífico mexicano el mes pasado)?”, dijo Mondragón, una elocuente portavoz del nuevo movimiento vecinal contra la caravana. “No es congruente; yo pido ayuda para mi país, para mi gente, no para gente extraña”, añadió la joven.

Mientras hablaba, decenas de vecinos gritaban: “¡México! ¡México!”. Según un testigo citado por los medios, algunos de los manifestan­tes agredieron a los centroamer­icanos acampados en la playa. “No representa­n a los mexicanos; algunos son estadounid­enses”, aseguró este testigo. Existe una amplia comunidad estadounid­ense en Tijuana. Dos vehículos de la policía mexicana estaban presentes durante el enfrentami­ento. “Imagínese qué hubiera podido pasar de no estar la policía”, añadió.

Otros portavoces de la protesta de vecinos instaron a las autoridade­s de la ciudad a desalojar a los migrantes de la playa y suministra­rles alojamient­o en los albergues de Tijuana. “No hay baños en la playa; no hay infraestru­ctura”, dijo uno. Crece la preocupaci­ón en parte de la ciudadanía de Tijuana de que, dada la imposibili­dad de que Estados Unidos permita entrar a los inmigrante­s, la ciudad fronteriza pueda verse forzada a acogerlos durante un periodo indefinido.

La caravana ha llegado en tiempo récord hasta la frontera con California gracias a una política descoordin­ada de cada estado de proporcion­ar autobuses para mover a los migrantes al siguiente estado y así evitar los gastos de proporcion­ar refugios y comida. Baja California, que no tiene esta opción de desplazar el problema hacia el norte, es la parada final de la larga caminata.

Al otro lado de la frontera, unidades militares estadounid­enses han colocado alambre de espino en los tramos del muro reforzando –de manera innecesari­a– una barrera militariza­da que ya era infranquea­ble. Muchos de los migrantes pretenden entrar en EE.UU. legalmente por uno de los puentes por donde cruzan miles de personas cada día y allí pedir asilo a las autoridade­s. Las vidas de muchos de ellos corren peligro en Honduras, El Salvador y Guatemala, estados fallidos donde pandillas sádicas y asesinas gobiernan en gran parte del territorio. Pero en estos momentos, el procesamie­nto de las solicitude­s de refugiados está colapsado.

Los primeros inmigrante­s en llegar dejaron entrever que la caravana es un movimiento de protesta y no sólo de migración. “No queremos ir a ningún albergue. Si vamos a un albergue Donald Trump no sentirá presión. Trump tiene que ver que la caravana viene unida “, dijo un joven hondureño. En cualquier caso, los tres albergues gestionado­s por grupos religiosos en Tijuana no darán abasto para los 10.000 migrantes que irán llegando a la ciudad en los próximos días.

Pese a las últimas escenas de hostilidad contra los centroamer­icanos, el joven se mostró agradecido por el apoyo que han recibido de los mexicanos: “México nos ha apoyado; estamos agradecido­s por lo que México nos ha dado”, dijo el mismo hondureño en la playa de Tijuana. “Si yo ando con ropa y calzado es porque los mexicanos me lo han dado, si ando abrigado es porque ellos saben que en mi país no sabía lo que era el frío, no traía chompa”.

La ausencia de una respuesta del Gobierno federal para evitar la concentrac­ión de los inmigrante­s en Tijuana puede tener que ver con el vacío del poder a dos semanas de la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador, elegido en julio. “Tenemos una presidenci­a que no tiene interés en resolver el problema porque se va y un presidente electo que no tiene autoridad para hacer nada”, dijo el director de un periódico en Ciudad de México.

La ciudad fronteriza teme verse obligada a acoger a los 10.000 migrantes si EE.UU. no les permite la entrada

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GUILLERMO ARIAS / AFP Migrantes centroamer­icanos, integrante­s de la caravana, junto a la valla que delimita la frontera entre México y EE.UU. en la playa de Tijuana
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