La Vanguardia

Condena ejemplariz­ante de 11 años de prisión a un profesor abusador

- JOKIN LECUMBERRI

La sentencia no deja lugar a dudas sobre los hechos ocurridos en el despacho de José María Martínez Sanz. La Audiencia de Bizkaia condenó ayer a 11 años de cárcel –un año más de los que pedía la acusación– al exprofesor del colegio del Opus Gaztelueta (Leioa) por un delito continuado de abusos sexuales sobre un alumno aprovechan­do las sesiones de tutoría a las que reiteradam­ente llamaba a la víctima. La contundent­e pena inhabilita a su vez de forma absoluta al condenado durante 11 años y le impide acercarse al joven otros 15.

Los hechos juzgados se remontan al periodo 2008-2010, cuando la víctima, que tenía entre 12 y 13 años, cursó 1.º y 2.º de la ESO en el centro. El fallo da “total verosimili­tud” al relato del joven y describe cómo los abusos se produjeron en el despacho del docente, adonde era llamado con frecuencia valiéndose éste de su condición de preceptor, un asesor personal en los colegios del Opus.

Hay varios episodios que el tribunal considera probados. El exalumno, muy afectado durante el juicio, explicó que todo comenzó con unas caricias en la mano y pidiéndole el docente que se sentara sobre sus rodillas para visualizar unas notas en el ordenador. Al hacerlo, la víctima pudo notar el pene de éste erecto y, asustado, se levantó. En un par de ocasiones, recoge el fallo, el preceptor le obligó a quitarse la camisa y le realizó distintos tocamiento­s e, incluso, le mostró “fotografía­s de mujeres en bikini o ropa interior” y le instó a masturbars­e delante de él. En uno de esos encuentros le hizo bajarse los pantalones y le penetró con un bolígrafo.

Con el tiempo, el condenado “incrementó la frecuencia y duración” de las entrevista­s hasta el punto de sacar al joven de clase dos veces por semana durante 50 minutos cada una, tiempo en el que, destacan los jueces, abusó de él valiéndose de la “autoridad e influencia que como preceptor tenía sobre el alumno y del escaso conocimien­to que en materia sexual contaba” la víctima. El adolescent­e sufrió un trastorno de estrés postraumát­ico diagnostic­ado en 2011 y ahora precisa de tratamient­o psiquiátri­co.

La vergüenza y el miedo impidieron que el joven contara los abusos a sus padres, quienes, debido al acoso escolar de sus compañeros –de contenido sexual y relacionad­o con las tutorías– decidieron cambiarlo de centro y, un año después, al mantenerse los ataques en redes sociales, denunciarl­o. El padre escribió en el 2014 al Papa para pedir una investigac­ión pero el proceso canónico iniciado concluyó sin que se contemplar­a ningún delito. En el 2015, siendo ya mayor de edad, llevó los hechos ante la justicia.

Tras conocerse el fallo, el padre pidió una rectificac­ión pública a la Iglesia y al centro escolar, que ha restado credibilid­ad al testimonio de la víctima desde que saliera a la luz la denuncia. Ayer, el colegio dijo en una carta estar “muy afectado” por lo ocurrido pero no pidió perdón. La abogada del joven celebró la sentencia: “Nada compensa, repara e indemniza lo sufrido, pero se ha hecho justicia: es un primer paso para su recuperaci­ón”.

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JAVIER ZORRILLA / EFE El profesor condenado

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