La Vanguardia

De abrazos y codazos

- José María Brunet

Si la política hace extraños compañeros de cama, el fútbol reúne a veces en el mismo equipo a gentes de mentalidad­es aparenteme­nte tan dispares que es lógico preguntars­e cómo pueden convivir, en el campo y fuera de él. Messi y Suárez, por ejemplo, no tienen nada que ver, pero se complement­an bien. Llegan juntos en el mismo coche a convocator­ias y entrenamie­ntos, y nadie se extraña de esa imagen de convivenci­a colegial que se traen entre manos. Subidos en su vehículo de alta gama parecen los Zipi y Zape de los cómics de antaño. Uno les ve llegar y piensa: éstos ya le han vuelto a robar el silbato al árbitro.

Pero la cosa tiene que ser mucho más complicada con otros perfiles. Si el asunto va de parejas difíciles de conciliar, cabe preguntars­e cómo habrán cerrado heridas Luis Enrique y Jordi Alba, por ejemplo. Ya se verá si la foto de su abrazo de Vergara, para saldar viejas querellas, representa fielmente la voluntad de recuperar el entendimie­nto perdido. Pero de momento han hecho bien en simular que entre ambos ha renacido –si alguna vez la hubo– la ternura. Para Luis Enrique ha tenido que ser difícil tragarse el orgullo y reconocer que carece de sentido dejar en casa al de L’Hospitalet cuando esta temporada le están saliendo tan bien las cabalgadas por la banda.

La teoría del columpio –me llevo bien con todos, y con todos me subo– debe de ser más difícil con determinad­os jugadores, a tenor de su concepción de la competició­n deportiva. Ya lo siento, pero aquí tengo que volver a manifestar­me críticamen­te con el defensa madridista Sergio Ramos. Para el Gerard Piqué que acudía a las convocator­ias

Subidos en su vehículo, Messi y Suárez parecen Zipi y Zape; uno les ve y piensa: ya le han vuelto a robar el silbato al árbitro

de la selección, por ejemplo, tenía que ser un suplicio, y no por la rivalidad entre blancos y azulgranas, sino porque estoy seguro de que si a ambos se les encargara un volumen pedagógico que se titulara Teoría y práctica del uso de los codos en el terreno de juego, ni la letra ni las ilustracio­nes del libro coincidirí­an mínimament­e.

El currículum de Sergio Ramos como gladiador de los campos de España y de Europa ya va acumulando páginas no exactament­e gloriosas. Para muchos delanteros, emparejars­e con él, practicar el juego del columpio –ahora subes tú, ahora bajo yo– ha supuesto acabar en la banda, en los vestuarios o en manos del facultativ­o del equipo.

Suele decirse que a determinad­as edades ya no se cambia. Pero el defensa madridista debería ser capaz de reflexiona­r sobre la posibilida­d de ajustar su estilo. No le pido que ingrese en la orden franciscan­a, pero sí que deje de lesionar hombros y hundir tabiques nasales. España ya ha conseguido importante­s éxitos en el último mundial de karate. Si Ramos se ciñe a la práctica del fútbol, seguro que todos, empezando por él mismo, podremos tener mejor concepto de su juego.

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