La Vanguardia

Isabel Vila

PILOTO DE DRONES

- BÀRBARA JULBE

Esta vecina de Banyoles, de 44 años, es una de las pocas mujeres que compite en carreras de drones. Sorda de nacimiento, empezó a jugar con estos aparatos hace tres años y ahora es sexta del ranking mundial femenino en este deporte.

Tiene cuatro patas, hélices y motores. También una controlado­ra de vuelo y un transmisor de vídeo, entre otros elementos. Puede volar hasta a cien kilómetros por hora y su iluminació­n led lo envuelve en un halo mágico. Es un dron, sí. Pero para Isabel Vila, la mejor piloto femenina de España en el mundial de drones, este artilugio se ha convertido desde hace tres años en un compañero inseparabl­e. Lo mira y lo manipula con una atracción vivaz. Empezó como una curiosidad y un simple juego, pero en poco tiempo pilotar un dron de carreras ha devenido su deporte y algo más.

Esta vecina de Banyoles, de 44 años, es una de las pocas mujeres que compiten en carreras de drones. Tras participar a principios de noviembre en la Fai World Drone Racing Championsh­ips, en la ciudad china de Schenzhen, se proclamó sexta del ranking mundial femenino. “Pilotar es un arte”, asegura. Isabel, que a la hora de practicar se organiza sus propios recorridos con puertas y otros obstáculos en un bosque cercano a su casa con el permiso del propietari­o, aprendió rápido. Tiene un dominio innato. Ya a los siete años le gustaba jugar con maquinitas y la velocidad ha sido siempre algo intrínseco en esta mujer, que desde el nacimiento padece sordera.

El hecho de no oír, en el mundo de los drones, le ha causado algunos percances, más bien logísticos,

Su objetivo es seguir entrenando para otro mundial de aquí a dos años y conseguir patrocinad­ores La bañolense, que

padece sordera desde el nacimiento, empezó a jugar con drones hace tres años y ahora es sexta del ranking mundial femenino

pero no le impide practicar esta actividad que tanta vida le ha dado. “En esto necesitas más la vista que el oído”, recalca.

Cuando empieza la carrera, mientras los otros competidor­es oyen una señal, a ella alguien le da un toque en la espalda. En una ocasión, recuerda que pilotó con una hélice floja en Madrid. Emitía un sonido diferente, pero no se perca- tó. Perdió la hélice y la tuerca en pleno vuelo y no pudo llegar al final de la primera vuelta.

Desde que empezó hasta ahora ha tenido más de diez drones. Isabel Vila, que estudió un curso de formación profesiona­l de segundo grado de informátic­a de gestión en Montilivi de Girona y un curso de Ciencias Físicas a través de la Universida­d Nacional de Educación a Distancia (UNED), diseña y fabrica sus propios drones. Las piezas las compra mayoritari­amente por internet, pero debido a su sordera, ha perdido algunos pedidos que tenían que llegar por mensajería urgente, ya que si no está en casa y la llaman por teléfono no hay forma de entenderse. “Con otros tipos de envíos, me mandan un mensaje y ya está”, apunta.

Dedica unas veinte horas a la semana a entrenar. Y, cuando no lo hace sola, se va con sus compañeros de equipo a otros lugares de la provincia. Según explica, no se necesita carnet de piloto para un dron de carreras, a diferencia del resto de drones. Un amigo del Club Aeromodeli­sme Calella-Maçanet de la Selva fue quien la introdujo en el equipo Kdroners tras confesarle que le gustaría competir. Y hasta ahora. En estos años, ha participad­o en carreras en Mollerussa, Roses, Terrassa, Madrid y Málaga, entre muchas otras. Los resultados que obtuvo en las copas del mundo de Barcelona, Sevilla e Italia, le permitiero­n asistir al mundial de China, cuyos gastos ascendiero­n a más de 4.000 euros y costeó ella misma. Quedó 84 de un total de 128 pilotos.

Confiesa que en este deporte, todavía frecuentad­o por pocas mujeres, se sintió sobre todo al principio como un “bicho raro”. Pero la tenacidad y la constancia de Thaisandno­no, que es su nombre en las competicio­nes, la han llevado a conseguir metas que nunca antes hubiera imaginado. Y eso que empezó desde cero. Sin saber nada de los drones, se compró el primero como un auto regalo de aniversari­o, por el que pagó tan sólo doce euros. “Era de juguete. Los primeros días me costó manejarlo pero me divertía”, asegura. Un día se le dañó y, sin tener conocimien­to alguno, aprendió a soldar por YouTube y consiguió cambiarle un motor. Después, llegó otro más profesiona­l y el resto. Isabel, que también es profesora de lengua de signos y trabaja en el almacén de una tienda en Cornellà del Terri, anima a todos a practicar este deporte, que compara con otros de motor o velocidad como el motociclis­mo o la fórmula 1. “Cualquiera puede hacerlo”, subraya.

Su vida ha dado un vuelco en estos tres años. Prueba de ello la tiene en casa. Está llena de piezas esparcidas. “Encuentro palas en todos los sitios. Algún día tendré que organizarl­o bien. Todo en una habitación”, indica. Para mejorar la navegación, se compró unas gafas y tiene un simulador: “No es lo mismo un simulador que un dron real, pero al menos entrenas”.

Su objetivo es ahora seguir entrenando para participar en otro mundial dentro de dos años. Le gustaría encontrar patrocinad­ores, que, según explica, son “esenciales para continuar”. Ella pondrá todo de su parte. Sólo hay que verla: rodeada de drones y cargada de múltiples piezas. “No sé qué haría sin esto. Soy más feliz que nunca”. Pero el dron tiene otro atractivo. Pese a su sordera, oye el sonido que hace este artilugio. Y le encanta. “Porque es algo diferente que no escuchas cada día”, describe.

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PERE DURAN / NORD MEDIA Isabel Vila, que compite con el equipo Kdroners, durante el pilotaje de un dron en Banyoles

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