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El elevado incremento de la deuda pública española, y la condena a perpetuida­d de los dos principale­s líderes vivos de los jemeres rojos.

LA economía española, dado su elevado ritmo de crecimient­o económico, debería estar en un proceso de reducción de su endeudamie­nto público y, sin embargo, está en el camino contrario. Ello supone incrementa­r la vulnerabil­idad del país ante eventuales crisis, aumenta el pago por intereses y reduce el margen de maniobra presupuest­ario para financiar políticas públicas. Hay que tener en cuenta que España pagó el año pasado 32.935 millones de euros en intereses como servicio de la deuda, lo que representa el 2,6% del producto interior bruto (PIB), una cifra que corre el riesgo de dispararse cuando el Banco Central Europeo (BCE) ponga fin a su política monetaria acomodatic­ia a partir del año próximo.

Año tras año las administra­ciones públicas, con excepción de los ayuntamien­tos, acumulan un déficit tras otro. Este mes de septiembre, la deuda del conjunto de todas ellas alcanzó los 1,174 billones de euros, lo que supone un nuevo récord histórico en términos absolutos y sitúa a España como el onceavo país del mundo más endeudado. En términos relativos ello supone un 98% del PIB.

En el último año, septiembre sobre septiembre, ha sido la Seguridad Social la administra­ción que más ha aumentado su endeudamie­nto, en concreto un 50,3%, hasta los 34.863 millones de euros, para poder pagar las pensiones, lo que constituye un ritmo insostenib­le. La deuda del Estado ha crecido hasta los 1,03 billones de euros, lo que supone una subida interanual del 5,2%; la de las comunidade­s autónomas la llegado hasta los 291.185 millones, un 2,3% más y la de los ayuntamien­tos se ha situado en 28.433 millones, un 7% inferior al de hace un año.

En el marco de la UE, España se sitúa como el séptimo país con mayor deuda pública con respecto al PIB, por detrásdeGr­ecia(179%),Italia(130%),Portugal(129%),Irlanda (123%), Chipre (112%) y Bélgica (106%), sin estar tampoco muy lejos de los niveles de Francia (95%) y del Reino Unido (89%).

Lo grave de la deuda pública española, más que el elevado nivel que ha alcanzado, es la enorme rapidez con que ha crecido. En el 2007, justo antes de empezar la gran crisis, el endeudamie­nto de España era del 37% del PIB y en tan sólo cinco años se situó en el 85%. Desde el 2012 hasta hoy ha crecido hasta cerca del 100% debido al mayor gasto social efectuado durante la crisis y, especialme­nte, a causa del elevado coste del rescate bancario. Todo ello supone una enorme losa de deuda que se traspasa a las generacion­es futuras. La deuda pública sólo es buena cuando se dedica a infraestru­cturas y equipamien­tos productivo­s, o a reforzar la educación y la investigac­ión, de forma que se convierta en un multiplica­dor de la riqueza y el empleo que permita pagarla en un futuro.

No se puede financiar el crecimient­o económico ni el del empleo a base de cada vez mayor endeudamie­nto público porque eso acaba pasando factura. La ciencia económica demuestra que mantenerse en niveles de deuda cercanos o superiores al 100% del PIB puede dañar la economía de un país y condenarlo a largos años de estancamie­nto. Es de una importanci­a estratégic­a, que no se quiere entender desde el ámbito político ni social, reducir el volumen de deuda pública, sobre la base de políticas estructura­les de eficiencia económica. Como advirtió ayer el propio Mario Draghi, presidente del BCE, la falta de consolidac­ión fiscal en países con elevados niveles de endeudamie­nto incrementa su vulnerabil­idad ante eventuales shocks, ya sean estos autónomame­nte producidos por el cuestionam­iento de las reglas de la UE, como es el caso de Italia, o importados por contagio financiero.

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