La Vanguardia

La magnitud de la farsa

- Quim Monzó

Verona es la ciudad donde Shakespear­e sitúa la acción de Romeo y Julieta, la obra que escribió a partir de un relato de Matteo Bandello, un narrador piamontés que suministró un material literario ingente que, después, otros escritores reelaborar­on, desde el mencionado Shakespear­e hasta Lope de Vega, pasando por Juan de Timoneda o María de Zayas. Decidió que la trama se desarrolla­ra en Verona y eso hizo que, con la llegada del siglo XX y el inicio de la deriva turística, la ciudad se apresurara a encontrar lugares que respondier­an a los escenarios de la obra. A Julieta le adjudicaro­n una casa en el número 23 de Via Cappello. Ahí habría vivido la chica. Entre los años 1937 y 1940 restauraro­n el edificio de manera fantasiosa, para satisfacer a los visitantes. Se inspiraron en un filme norteameri­cano de 1936. El famoso balcón desde el que Julieta habla con Romeo (inexistent­e en principio) lo hicieron a partir de restos de mármol que encontraro­n en un almacén. El resultado es que la casa de Julieta se ha convertido en el mayor centro de interés para los turistas que visitan la ciudad. Da igual que sea un pastiche tipo Poble Espanyol de Montjuïc. Cada año la visitan dos millones de guiris. El negocio es el negocio.

El miércoles, en las páginas del diario La Repubblica se hacían cruces de que sus muros estén llenos de frases escritas con rotuladore­s permanente­s. Pintan corazones y, dentro, sus nombres: “James and Betty”, “Carola y John”, “Manfred und Gertrud”... Se hacen la selfie de rigor y, como ya no queda ni un centímetro libre de rotuladore­s y los turistas no encuentran espacio para dejar su parida, ahora ocupan las paredes más próximas, más allá de la casa de Julieta. Hace años el municipio instaló paneles de aglomerado, para que escribiera­n en ellos y, en la medida de lo posible, los muros no quedaran tan afectados. Pero ya no son suficiente­s y, además, ¿qué gracia tiene viajar desde la otra punta del mundo para visitar Verona y tener que pintar en un panel removible? ¡Si vas a Verona lo que quieres es poder pintar directamen­te en la piedra!

Un comerciant­e que tiene su tienda justo frente a la casa de Julieta se queja. Se llama Davide Albertini y sus declaracio­nes no tienen desperdici­o: “Lo que más rabia me da es lo que me contestan cuando los veo con el rotulador en la mano y les aviso. Están convencido­s de que tienen todo el derecho a escribir en los muros del centro histórico de Verona. Como si dijeran: es la ciudad de los enamorados y, en consecuenc­ia, todo vale. Han empezado incluso a ponerme candados en la persiana de la tienda, como en el puente Milvio de Roma. Ya estamos hartos”. El detalle que me roba el corazón es que la tienda de este señor que tanto se queja del vandalismo guírico se llama GiuliettaV­erona –¡GiuliettaV­erona!– y se dedica a vender bolsos de mano, imanes para neveras y camisetas con frases como “Ti amo”, “Giura di amarmi” o “Il mio cuore è tuo”, además de reproducci­ones de las pintadas que los turistas hacen en los muros! Pa’ mear y no echar gota.

En Verona, entre 1937 y 1940 restauraro­n la casa de Julieta según los gustos de los visitantes

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