El estilo macarra
Cómo estará la cosa en el Parlament de Catalunya que su presidente, el republicano Roger Torrent, ha tenido que llamar a capítulo, por deslenguados, a los diputados (inclúyase en el genérico a las diputadas). Los parlamentarios, metidos en la bronca política, se vienen comportando en estos últimos tiempos más como una banda poligonera que como dignos depositarios del voto de los ciudadanos. Se han perdido las formas. Habría que recordarles que no ocupan tan solemne plaza en la Cámara catalana para promocionarse a sí mismos, que es lo que parece.
Si ustedes han leído esta semana las crónicas de Maite Gutiérrez en este diario sabrán a qué me refiero. Desde la tribuna, los unos –para qué hablar de siglas– invitando a los otros a liarse a mamporrazos fuera del Parlament. Así, en plan macarra. Desde la tribuna, los otros –para qué hablar de siglas– acusando de inhumanos a los unos. ¿Inhumanos? Puestos a sacar pecho y desenfundar la pistola, mejor harían sus señorías en imitar al maestro del western: “Puedes pegarme. Puedes tirarme al suelo, incluso escupirme y mearme. Pero, por favor, no me aburras” (Clint Eastwood, El sargento de hierro).
El insulto ya es una institución amparada por las televisiones en algunas tertulias y, sobre todo, por las redes sociales. En el fango de Twitter, la frontera entre el insulto y la amenaza se cruza con una ligereza preocupante bajo el escudo de la libertad de expresión. Efecto contagio en el Parlament. Evidentemente que la crispación por la situación de los presos del 1-O lo empozoña todo, pero eso no justifica según qué. Sólo nos faltaba que en esa dinámica de destrucción masiva del sentido común entren al trapo los diputados cuando cogen el atril.
Hay quien sostiene que estamos ante un
Los diputados del Parlament se comportan más como una banda poligonera que como depositarios del voto ciudadano
fenómeno de madrileñización de la política catalana, por el tono. No. En el Congreso, los políticos llevan años dedicándose lisonjas y burradas varias pero con más elegancia. En defensa de los parlamentarios mesetarios cabe precisar que un día son capaces de verbalizar una sonora ruptura para, al día siguiente, pactar los nombres de la cúpula del Consejo General del Poder Judicial. En Catalunya, por el contrario, no existe la más mínima voluntad de llegar a acuerdos. Sí hay insultos, que salen de la boca de los representantes de esos extremos ideológicos que tan felizmente se retroalimentan. Lo lamentable es que en este juego de mala oratoria y discursos vacíos también han acabado apuntándose el resto de diputados, que giran alrededor de la escena como pollos al ast.
Ni madrileñización. Ni oasis catalán... Ni patio de colegio. Me apropio aquí de la sugerencia de un profesor de Barcelona que ha pedido por favor en Twitter que los políticos y el mundillo periodístico dejen de equiparar este lamentable espectáculo del Parlament con un patio de colegio, “que es un gran espacio de socialización”.
Atacar el origen de las cosas resulta a la larga más eficaz que reprimir el síntoma. El síntoma, cuando se le cierra un agujero, tiende a manifestarse por otro. Hay jaquecas, por ejemplo, que migran en dolores de espalda. El síntoma es el insulto, señorías. El origen, la mala educación.