La Vanguardia

“Me tocó ver la otra cara”

Maribel Malavía vio la solidarida­d de la gente al ser atropellad­a en Travessera de Gràcia y la ruindad cuando supo que le habían robado

- SANTIAGO TARÍN

Esta es una historia mayoritari­amente de solidarida­d y en menor proporción, pero la que más aguijonea, de ruindad. El pasado día 9, un coche se subió a la acera de Travessera de Gràcia y se llevó por delante todo lo que había. Cuatro personas resultaron heridas, entre ellas una niña de diez años. Una de las víctima era Maribel Malavía, quien contempló la fraternida­d de los viandantes que la auxiliaron, pero también sufrió la vileza de una mujer que aprovechó el momento para robarle. Al poco de ocurrir el suceso, los Mossos detuvieron a la mangante, quien en minutos le sacó dinero de sus cuentas, compró con sus tarjetas y hurtó en los comercios de la zona ocho botellas de alcohol.

Sentada en su domicilio de Les Corts, Maribel recuerda perfectame­nte lo ocurrido en conversaci­ón con La Vanguardia. Lleva un brazo en cabestrill­o, porque se ha roto la clavícula y dos costillas; y cuenta que sufre mucho dolor. Relata como aquel día todo lo que tenía que salir mal, salió mal. Normalment­e va en bicicleta al trabajo, en Travesera de Gràcia, pero el viernes de la semana pasada, no. No había podido desayunar en casa, así que fue a buscar un bocadillo. En caso de seguir su rutina habitual, no le hubiera pasado nada.

Iba caminando y de repente se dio cuenta de que algo estaba cambiando. “El ruido”, explica; “el ruido cambió. Me adelantó un chico corriendo. Me giré y no di crédito a lo que vi. Era como una película de dibujos animados, donde las cosas salían despedidas. Intenté apartarme y no pude. Lo siguiente fue el golpe. Eso de que te pasa la vida en un segundo es mentira. Me dije ya está. Me voy a morir”.

Cree que se desvaneció y al recuperar la conciencia “vi cabezas que me miraban fijamente. Todo el mundo me decía estate quieta”. Tenía la ropa destrozada, pero los viandantes la atendían. Gente a la que no conocía se ocupaba de ella. Un chico la cubrió con su chaqueta, sin importar si sangraba o estaba sucia. Luego los sanitarios, la Guardia Urbana, los Mossos, los médicos del Clínic; de todos ensalza su humanidad.

Pero mientras, una mujer arramblaba con todo lo que había en su bolso. En el hospital se dio cuenta “y eso te hace sentir muy mal. Sientes indignació­n, cólera, te quedas atónita. Estás como arrepentid­a por lo que llevas y has perdido, te sientes mal pero luego ves que no tienes que justificar­te”. Le desapareci­ó el móvil, la cartera, lápices de memoria con documentos personales y fotos, un altavoz de su hijo, su libro electrónic­o .... “Me tocó ver la otra cara”.

La ladrona no fue muy lejos. Sacó 200 euros de su cuenta y usó sus tarjetas en dos supermerca­dos. Todo cerca del lugar del accidente. Quiso comprar tabaco, pero usó la tarjeta del marido de Maribel. El estanquero receló, le pidió el pin y se marchó, pero el comerciant­e avisó a los Mossos para que no siguiera robando con el documento de otro. Inmediatam­ente los Mossos enviaron dos patrullas a buscarla por la zona y la encontraro­n, cuando llevaba dinero y cosas que había sustraído en comercios del área; cosas tan dispares como 15 croquetas, dos bandejas de sushi, seis botellas de vodka y dos de whisky. Confesó que las tarjetas no eran suyas. Fue detenida. Al poco rato comprobaro­n que la víctima del hurto era la mujer que había sido atropellad­a poco antes.

Maribel Malavía ha vivido una historia en dos colores: la solidarida­d de unos desconocid­os que la atendieron sin preguntar nada y la ruindad de una mujer que aprovechó una desgracia para robarle. El yin y el yang de la vida.

La mujer que robó a Maribel fue detenida rápidament­e por los Mossos cuando usaba las tarjetas de la víctima

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ANA JIMÉNEZ Maribel recuerda perfectame­nte lo ocurrido: la solidarida­d de unos y la vileza de quien le robó

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