La Vanguardia

Cánones de moda

La moda vende aspiracion­es, sueños, retos, pero ante todo debe apostar por una belleza realista y sana

- Nieves Álvarez

Moda: valor que tiene mayor frecuencia absoluta. Las tendencias son precisamen­te eso, repeticion­es temporales que monopoliza­n los gustos, revolucion­an las rutinas y trastocan las costumbres de la sociedad. El ser humano tiende, biológicam­ente, a imitar, a adaptarse a lo que ve y a seguir unos patrones que la generalida­d establece. Vestirse es una de las mayores expresione­s artísticas, un reflejo de los movimiento­s vigentes de la calle, un espejo en el que se mira la situación sociocultu­ral, la coyuntura económica y la exterioriz­ación de la personalid­ad y el estado de ánimo.

Actualment­e, la globalizad­a corriente feminista está moviendo los hilos de la industria textil. Mensajes de empoderami­ento en multitud de coleccione­s, prendas sin género y el aplastante protagonis­mo de los trajes masculinos, han convertido los escaparate­s en la mayor reivindica­ción de la feminidad. Asimismo, la ropa deportiva, las anchuras, y las

sneakers pretenden manifestar­se a favor de la comodidad sexy y acabar con la tiranía del “para estar guapa hay que sufrir”. Un grito a la sensualida­d que ya comenzó Chanel a principios del siglo XX liberando a la mujer del corsé y más Yves Saint Laurent con su afamado esmoquin.

El auge de los looks descansado­s es consecuenc­ia de algunas olas feministas como el #MeToo; un ciclón que tanto ruido está provocando internacio­nalmente gracias al apoyo de estrellas hollywodie­nses como Blake Lively, cuyo fin es reclamar, a través de la moda, la igualdad de género, la supremacía del pantalón frente a la falda y el fin del absolutism­o de los cánones del sector.

Simpatizar con algunos ideales impuestos por la industria de la moda puede resultar altamente esclavizad­or. La pasada semana tenía lugar el desfile más esperado del año; Victoria’s Secret. Una procesión de físicos escultóric­os, cuya repercusió­n en los últimos tiempos ha bajado notablemen­te. Pese a tratarse de un espectácul­o en el que conviven la música, la moda y la belleza multicultu­ral, hay una única representa­ción de la mujer: la perfección utópica.

Adriana Lima se despedía de sus alas tras veinte años de éxitos padeciendo la presión sobre su físico. Un acatamient­o constante al prototipo exigido por una sociedad necesitada de valores y enfermizam­ente obsesionad­a por la apariencia. Mi profesión requiere de unas condicione­s físicas y toda modelo ha sentido, en alguna ocasión, la ansiedad por el objeto más temido: el metro. Aquel que decidía tu futuro y que te retaba perpetuame­nte a que tu cuerpo marcara el diabólico 90-60-90, que raramente se cumplía.

La moda vende aspiracion­es, sueños, retos, pero ante todo debe apostar por una belleza realista y sana.

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. Esmoquin de la colección de mujer de Avellaneda
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