Cánones de moda
La moda vende aspiraciones, sueños, retos, pero ante todo debe apostar por una belleza realista y sana
Moda: valor que tiene mayor frecuencia absoluta. Las tendencias son precisamente eso, repeticiones temporales que monopolizan los gustos, revolucionan las rutinas y trastocan las costumbres de la sociedad. El ser humano tiende, biológicamente, a imitar, a adaptarse a lo que ve y a seguir unos patrones que la generalidad establece. Vestirse es una de las mayores expresiones artísticas, un reflejo de los movimientos vigentes de la calle, un espejo en el que se mira la situación sociocultural, la coyuntura económica y la exteriorización de la personalidad y el estado de ánimo.
Actualmente, la globalizada corriente feminista está moviendo los hilos de la industria textil. Mensajes de empoderamiento en multitud de colecciones, prendas sin género y el aplastante protagonismo de los trajes masculinos, han convertido los escaparates en la mayor reivindicación de la feminidad. Asimismo, la ropa deportiva, las anchuras, y las
sneakers pretenden manifestarse a favor de la comodidad sexy y acabar con la tiranía del “para estar guapa hay que sufrir”. Un grito a la sensualidad que ya comenzó Chanel a principios del siglo XX liberando a la mujer del corsé y más Yves Saint Laurent con su afamado esmoquin.
El auge de los looks descansados es consecuencia de algunas olas feministas como el #MeToo; un ciclón que tanto ruido está provocando internacionalmente gracias al apoyo de estrellas hollywodienses como Blake Lively, cuyo fin es reclamar, a través de la moda, la igualdad de género, la supremacía del pantalón frente a la falda y el fin del absolutismo de los cánones del sector.
Simpatizar con algunos ideales impuestos por la industria de la moda puede resultar altamente esclavizador. La pasada semana tenía lugar el desfile más esperado del año; Victoria’s Secret. Una procesión de físicos escultóricos, cuya repercusión en los últimos tiempos ha bajado notablemente. Pese a tratarse de un espectáculo en el que conviven la música, la moda y la belleza multicultural, hay una única representación de la mujer: la perfección utópica.
Adriana Lima se despedía de sus alas tras veinte años de éxitos padeciendo la presión sobre su físico. Un acatamiento constante al prototipo exigido por una sociedad necesitada de valores y enfermizamente obsesionada por la apariencia. Mi profesión requiere de unas condiciones físicas y toda modelo ha sentido, en alguna ocasión, la ansiedad por el objeto más temido: el metro. Aquel que decidía tu futuro y que te retaba perpetuamente a que tu cuerpo marcara el diabólico 90-60-90, que raramente se cumplía.
La moda vende aspiraciones, sueños, retos, pero ante todo debe apostar por una belleza realista y sana.