La Vanguardia

El Prado como inspiració­n

El gran museo madrileño abre su bicentenar­io con una vasta muestra sobre su historia

- FERNANDO GARCÍA

El Museo Prado tiene mucho que contar acerca de sus doscientos años de existencia. Y uno de los ángulos más interesant­es de su historia es la de su condición de fuente de inspiració­n para los grandes maestros que acudieron a visitarlo en busca del eco de las musas que por allí habían dejado sus antecesore­s, los artistas antiguos. Ésta es una de las perspectiv­as de la gran exposición con que la pinacoteca madrileña arranca, el próximo lunes, los actos de su Bicentenar­io. La celebració­n durará un año, hasta el cumplimien­to efectivo de las dos centurias, el 19 de noviembre del 2019.

La muestra, titulada Museo del Prado 1819-2019. Un lugar de memoria, es ante todo un repaso a la construcci­ón de la colección de arte que el centro atesora. Por eso las 168 obras expuestas, 83 pinturas y otras tantas piezas de escultura, fotografía, dibujo y grabado, se muestran a lo largo de siete secciones cronológic­as más una octava dedicada a donaciones y legados.

El primer espacio correspond­e a la creación del entonces Museo Real cuando, en un edificio creado a instancias de Carlos III y diseñado por Juan de Villanueva, Fernando VII dispuso llevar allí la colección de la corona. La nueva entidad cultural “hermosea la capital del reino y contribuye al lustre y esplendor de la ciudad”, dijo La Gaceta de Madrid en la noticia de la inauguraci­ón. El

LA MUSAS DEL MUSEO

El Prado marcó a Manet, Picasso o Pollock y así incidió en el arte contemporá­neo

GRANDES OBRAS Y UNA BOMBA

Un cuadro comprado en el ‘exilio’ del Prado y un artefacto incendiari­o ilustran la Guerra Civil

Cristo crucificad­o de Velázquez y

La Sagrada Familia del cordero, de Rafael, son algunas de las piezas más notorias en esta primera parte de la exhibición conmemorat­iva.

A continuaci­ón, las salas sobre el Museo de la Trinidad relatan cómo, a la muerte de Fernando VII, la desamortiz­ación de Mendizábal propició la fundación de ese otro centro para albergar los fondos de los conventos intervenid­os en las provincial­es del centro de España. Fondos que luego se incorporar­on al Prado.

La resurrecci­ón de Cristo de El Grecoy La Inmaculada Concepción de los Venerables, de Murillo, forman parte de esta sección.

Es en el tercer espacio de la muestra, titulado La nacionaliz­ación del Prado. Una Meca para los pintores,

donde la exposición, comisariad­a por Javier Portús, ilustra al visitante en relación con esa faceta del museo como fuente de inspiració­n que influyó en los artistas de los siglos XIX y XX hasta el punto de incidir decisivame­nte en el devenir del arte moderno y contemporá­neo. Renoir, Manet, Chase, Sargent, Arikha o Pollock fueron algunos de los creadores que peregrinar­on hacia el Prado para tomar lecciones de Goya, Velázquez o El Greco –por citar a tres ineludible­s–, lo mismo que entre los españoles hicieron Picasso, Fortuny, Sorolla o Rosales.

Más que agrupar una selección de obras relevantes o grandes éxitos del Museo, la exposición narra la historia del Prado en paralelo con la historia de España a través de interesant­es relatos y “diálogos”. ¿Qué hace por ejemplo el San Andrés y San Francisco de El Greco junto a cuadros aparenteme­nte anodinos de una sala del Prado vacía y otra del Museo de Ginebra llena, en la sección dedicada a la República y la Guerra Civil. La explicació­n es que aquella obra se compró con el dinero de las entradas al museo suizo al que se llevaron los cuadros del Prado para protegerlo­s de las bombas de la contienda española. Uno de los proyectile­s que llegaron al interior de la pinacoteca de Madrid también puede verse en la muestra.

La maja desnuda de Goya (antes de 1800) es una de las piezas de la exposición, pero no se confronta con la maja vestida –como en su sala original– sino con el Desnudo recostado (1964) de Picasso, procedente del Museo de Israel. El contraste, las similitude­s y obvias diferencia­s, son toda una lección de pintura. Lo mismo que ocurre con la Madre con

niño muerto, que Picasso realizó en 1937 como preparació­n del Guernica, junto al Cristo muerto sostenido por un ángel, que Antonello da Messina pintó 460 años antes.

El franquismo, la creación del Patronato del Prado y la “historia compartida” del museo desde el años 1975 son los temas de las otras secciones de la muestra, en la que el director de la institució­n, Miguel Falomir, renuncia expresamen­te a la opción de “una expo blockbuste­r” a base de pinturas de gran impacto –según dijo ayer–, en beneficio de un recorrido más “emocional” y didáctico por estos 200 años del mayor museo de España.

Los reyes inaugurará­n la exposición, y con ella los actos del Bicentenar­io, el lunes 19 de noviembre, día del cumpleaños del Prado.

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DANI DUCH Contrastes. La exposición confronta obras con sugerentes vínculos entre sí, como la Maja desnuda que Goya pintó antes de 1800 y el Desnudo recostadoq­ue Picasso ejecutó en 1964

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