Plensa ensalza lo invisible porque “lo esencial no se ve”
El artista expone sus magnéticas cabezas en el Retiro
Los Invisibles que Jaume Plensa llevó ayer al Palacio de Cristal de Madrid, de la mano del Museo Reina Sofía, pueden fascinar al espectador pero también es posible que lo desconcierten y hasta incomoden. Es de lo que se trata. Con sus tres grandes cabezas hechas de malla de acero, las tres en el gesto de pedir silencio con el índice sobre los labios, el artista barcelonés quiere que el visitante mire, indague y busque en unas formas que se pierden y se funden en el espacio de un edificio transparente. Que escrute con la debida calma a sus Invisibles para que, finalmente, perciba que lo importante no son las formas esculpidas sino el vacío que ensalzan. Tal vez por eso, porque alcanza su objetivo, a muchos de los que ayer acudieron al palacio del Retiro se les abría la boca entre gestos de admiración o extrañeza; quizá de desorientación ante unos objetos que requieren una mirada y una reflexión poco acordes con estos tiempos nuestros que ya no corren sino que vuelan.
“Quiero que la gente que venga se dé cuanta de que generalmente las cosas más importantes de la vida son invisibles”, explicó Plensa en breve charla con La Vanguardia. Pues nada de lo que de verdad nos da el sentido de la vida y de la relación con los otros se ve, aduce. Y para percibirlo es necesario el silencio, asimismo imprescindible para “mirarnos hacia dentro”. Hablamos de la invisibilidad y del silencio del alma.
Pero Plensa no es un místico, sino que concibe el arte como herramienta o cauce de transformación. De ahí su pretensión de que la mirada a sus creaciones no se proyecte sólo hacia el interior de quien las contempla sino también hacia fuera. En nuestro mundo –dice– “existen grandes grupos sociales a los que, por comodidad, mantenemos invisibles aunque los tengamos cerca”. Y esa es otra vertiente, no menor, de la meditación a la que el autor desea inducir al público. “Los grandes muros que se levantan en el mundo son muchas veces nuestros propios ojos”, señala.
Plensa, que triunfa en Europa y América desde hace más de veinte años pero no exponía en Madrid desde hacía 18, llevaba largo tiempo planeando la instalación de los Invisibles. Pero no hallaba el espacio adecuado. Hasta que dio con el Palacio de Cristal. Ahí, como subrayaba el comisario de la muestra, João Fernandes, las formas y transparencias se abrazan y “acompañan”. Y las esculturas, llamadas Laura, Anna y Rui Rui, “se disuelven en el espacio a pesar de su gran tamaño”. Y en ellas “se aúna lo monumental y lo íntimo”, anotó el director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel.
La muestra presenta aspectos muy distintos según sea de día o de noche. A las seis de la tarde, el palacio se cierra pero las esculturas se iluminan. Se ven entonces “como en una vitrina”, y el efecto no es ya tanto de vacío sino más bien de “pura magia”, promete Plensa, que el 1 de diciembre expone también en el Macba.
El escultor barcelonés halla en el Palacio de Cristal el espacio adecuado para sus ‘Invisibles’