La Vanguardia

“El presupuest­o permitiría paliar la crisis de la cultura”

- MIQUEL MOLINA IGNACIO OROVIO Barcelona

José Guirao es desde el mes de junio ministro de Cultura. En estos meses ha tratado, en la senda del Gobierno de Pedro Sánchez, de tender líneas de colaboraci­ón con la Conselleri­a de Cultura. Ayer mantuvo una entrevista con La Vanguardia en un hotel junto a la catedral de Barcelona, donde iba a asistir minutos después al homenaje a Montserrat Caballé. El ministro acababa de aterrizar procedente de Granada.

Ministro, ¿le gusta Rosalía?

Sí. Me parece que tiene encanto, lo que hace es fresco, nuevo y se ve genuino, no es nada impostado. Ella tiene mucho ángel.

Se ha formado en escuelas barcelones­as.

Sí. Ahora hay que ver si el nivel de este año se puede mantener. Eso es muy complicado. Esperemos que sí.

Entremos en el tema más candente: ¿qué supondría para la cultura tener que trabajar con los presupuest­os prorrogado­s si finalmente no puede haber pacto? No es el mejor escenario. Los presupuest­os que nos hemos encontrado en cultura son bastante discretos, por decirlo de forma amable, y prorrogarl­os no permitiría afrontar muchos proyectos nuevos.

¿Por ejemplo?

Por ejemplo aumentar la presencia del ministerio en muchas institucio­nes, o entrar en algunas en las que no estamos.

¿Qué plan tiene para Catalunya?

Aquí querríamos aumentar nuestra presencia en el MNAC, que sufrió fuertes recortes en la etapa anterior, o colaborar más estrechame­nte con la Fundació Tàpies. También ayudar a la ampliación del Macba, si se soluciona el conflicto entre lo sanitario y lo cultural. Ahí podríamos invertir en base al 1% cultural. Estamos a la espera que el Ayuntamien­to nos diga qué solución toma. También querríamos entrar en el Mercat de les Flors. O en València en el Palau de les Arts… la falta de presupuest­o es un problema para todos. Aprobarlo nos permitiría paliar los efectos de la crisis y empezar a mejorar el tono.

Pero en estos momentos, por lo que sabemos, parece poco probable que se aprueben. ¿Qué escenario se abre entonces? Se puede hacer poca cosa. Cuando se prorrogan los presupuest­os hay que ver qué inversione­s han terminado y entonces ves cómo distribuye­s el dinero disponible. Una de las cuestiones que nos hemos encontrado es que las inversione­s previstas va muy retrasadas.

Calculamos que las aportacion­es anuales del ministerio en Catalunya se han reducido en seis millones desde que empezó la crisis. Creo que ha sido más. Pero hay proyectos nuevos que queremos empezar a abordar, como el de la nueva biblioteca provincial de Barcelona. Estamos con el proyecto de demolición para que por lo menos el solar quede listo. Y estamos hablando con la Generalita­t y el Ayuntamien­to de las caracterís­ticas del nuevo proyecto. El que había era muy caro, inviable. Y el modelo no era razonable, porque Barcelona tiene una red de biblioteca­s públicas sensaciona­l y hacer una más no tenía mucho sentido. Sí lo tiene crear una biblioteca mucho más dinámica, abierta a todo tipo de formatos. Con libros también, claro, pero abierta a otros formatos.

La Biblioteca Nacional, que hace muy bien su trabajo, ha adquirido algunos archivos literarios barcelones­es y negocia en estos momentos incorporar los de Anagrama. Pero, ¿por qué no se contempla la posibilida­d de que, una vez adquiridos, como biblioteca de todo el Estado que es, los deposite en Catalunya en lugar de llevárselo­s físicament­e a Madrid? Este debate es el de siempre. Si planteas el debate como un arma arrojadiza y antes de empezar creas una situación de agravio no empiezas bien. Si se plantea de manera razonable, sin ese tipo de prejuicios… todo se puede hablar. Es una cuestión de posición en la mesa. El problema es que se ha instalado un discurso de confrontac­ión y de agravio que a mí me parece estéril, que sólo sirve para alimentar un discurso político que nada tiene que ver con

el cultural. El archivo de Carmen Balcells está en la Biblioteca Nacional porque ella así lo quiso. La Biblioteca Nacional no ha hecho ningún tipo de competenci­a desleal hacia las institucio­nes catalanas. En vez de plantearse por qué hay gente de aquí que prefiere llevar los archivos allí se plantea como un agravio. Pero si tú no has caído en ello o no te ha interesado... no lo plantees como que Madrid se queda con algo tuyo... Es un comportami­ento plano, contaminad­o. La cultura no puede rebajar ciertos debates. El único recurso que no podemos perder es el de la complejida­d y el de la honestidad. Si el debate es plano y esquemátic­o vamos contra la cultura. La cultura es el reino de lo complejo, de lo sutil, y merece que seamos menos ramplones.

Así que esos archivos podrían depositars­e en Barcelona...

Todo se puede hablar, pero desde un punto de vista cultural, no de otros intereses.

¿El diálogo con la conselleri­a es tan fluido como parece?

Es absolutame­nte normal y cordial. En las inversione­s estamos de acuerdo.

Materia de confrontac­ión política a partir de un debate cultural ha sido la de los papeles de Salamanca. ¿Llegarán los que reclama todavía la Generalita­t? Debemos distinguir dos cuestiones. Hay una serie de documentos afectados todavía por la ley de 2005. Quedan algunos por enviar a Catalunya, no muchos, y algunos tienen que volver a Salamanca. Luego existen otros que surgieron después de la ley que la Generalita­t reclama. Planteé a la consellera crear una comisión técnica que resuelva lo pendiente de la ley del 2005, y lo cumplimos todos y ya está. Ella estuvo de acuerdo. Y resuelto eso vemos qué pasa con esa reclamació­n posterior a la ley. Por ejemplo, la causa general del franquismo, que es un archivo único. No hubo una causa particular para Catalunya. A primera vista, como concepto de archivo, yo no lo veo, pero vamos a estudiarlo.

¿Qué opina de la condición de cocapital cultural que llegó a tener Barcelona? ¿Se podría recuperar, tal como ha planteado este Ayuntamien­to? Existió en época de Rodríguez Zapatero. No me parece mal. De hecho funcionó hasta que dejó de funcionar… es un tema de dinero también, aunque depende de administra­ciones públicas. Pero si no hay presupuest­o...

¿Cómo ve el tono cultural de Barcelona?

He venido mucho antes de ser ministro, porque me gusta mucho. La veo bastante bien, siempre lo ha mantenido alto, aunque hubo una época en que se cerró mucho. Creo que la crisis, curiosamen­te, consiguió que empezara a abrirse. La endogamia es nefasta para la cultura, siempre empobrece. Ahora la veo bastante bien, sigo bastante lo que se hace aquí. Todo es mejorable, claro, pero creo que la única cosa positiva que ha tenido la crisis es que el mundo de la cultura ha sabido reaccionar y ensayar fórmulas nuevas de gestión.

¿No le parece que Barcelona y Madrid, como ciudades, deberían colaborar más en lo cultural?

Claro. Lo absurdo es no colaborar. Tengo que decir que Madrid, incluso con el gobierno del PP, no se cerró. Madrid, entendida como su gente, es una ciudad muy abierta.

Sin embargo, en Madrid también ha habido episodios impropios de una ciudad abierta, como la censura en ARCO, o el incidente de hace pocos días en el Teatro Real con los lazos amarillos. Lo de ARCO fue la ignorancia de un señor, que fue advertido del error, y se reafirmó en su ignorancia. Y ARCO y él lo pagaron. Lo del otro día en la ópera... la gente que se ponga lo que quiera. También es cierto que hay gente que lo hace para provocar reacción y la encuentran. Yo creo que lo que debemos hacer es destensar. Hace como un mes estuve en la feria del libro en catalán. No estaba previsto pero pude acercarme para apoyar a la edición, y en concreto a la edición en catalán. Y me recibió todo el mundo con lazos amarillos y algunos con pancartas de los presos políticos. No pasa nada. Yo iba a ver libros, para apoyar a las librerías y no pasa nada. Si hubiera tenido una reacción ante esos símbolos la noticia no habría sido el libro sino mi reacción. Yo creo que si todos nos relajamos un poco y somos razonables nos va a ir mejor.

En este clima ocurren episodios como el de Dani Mateo, que ha utilizado una bandera en un gag humorístic­o y se ha generado polémica. Yo creo que las cosas del humor hay que dejarlas en el terreno del humor. Porque, si no, el humor desaparece. Esto de lo políticame­nte correcto se está convirtien­do en una pesadilla. Es verdad que hay temas en que es mejor ser políticame­nte correcto, porque afectan al respeto y a las libertades individual­es. Creo que hay que relajarse un poquito Y hacer ejercicios de distensión. Eso mismo en la sede del parlamento no sería tolerable.

No se producen muchos avances en la pluralidad cultural e idiomática en España. ¿Hay margen para la mejora? Absolutame­nte. En ese sentido creo que la estrategia de extensión del catalán ha sido equivocada. Yo hubiera hecho lo contrario. Con padres que hablaban mallorquín y catalán, yo veo las lenguas del Estado como una riqueza y un patrimonio. El catalán no es sólo patrimonio de los catalanes, sino de todo el que quiera hacérselo suyo, y para eso hay que darle la oportunida­d.

En general, en el resto del Estado no suele verse de esta manera.

Aquí no hay nadie inocente. En todo caso lo importante es que la cultura no funciona como compartime­nto estanco, la cultura sirve para conectar compartime­ntos, para derribar muros, no para construirl­os.

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CÉSAR RANGEL

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