La Vanguardia

EL CHAPO EN EL BANQUILLO

Desde esta semana se celebra en Nueva York “el juicio del siglo” contra el Chapo Guzmán, el narco más famoso y mediático de los últimos años

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Nuev Yo k sigu co atenci ne uic o Joa uín Chapo Guzmán, cuya idad para las fugas obliga a cortar el puente de Brooklyn cada vez que es trasladado al juzgado.

Tan cerca, dentro de la misma estancia, a escasos diez metros, y toda una eternidad de distancia.

Esas miradas que se cruzan –si las miradas matasen– demuestran que lejos quedan aquellos días en que Jesús el Rey Zambada García, de 57 años, narcotrafi­cante arrepentid­o y uno de los principale­s testigos de cargo, colaboró en el operativo para la primera huida de la cárcel de Joaquín el Chapo Guzmán Loera, de 61, hoy el acusado en el juicio “del siglo” que se celebra en Brooklyn.

“Me llamó mi hermano, me dijo ‘el compa Chapo salió’ y me pidió que le ayudase con la logística para que no lo localizara­n”, afirmó desde el estrado de la sala del juez Brian Cogan.

El Rey, detenido en el 2008 y extraditad­o a EE.UU. en el 2012, era entonces el lugartenie­nte de su hermano, Ismael el Mayo Zambada

García. La Fiscalía considera al Mayo, que continúa con sus negocios en su tierra, como socio del Chapo al frente del cartel de Sinaloa, una de las principale­s empresas en la distribuci­ón de drogas en Estados Unidos y una de las más sangrienta­s.

Una vez que el 19 de enero del 2001 Guzmán se marchó del penal de Puente Grande (Jalisco), en el carro de la lavandería y con la complicida­d del funcionari­o Chito (Francisco Camberos Rivera), Jesús Zambada acudió a recogerlo a pie del helicópter­o que lo había llevado a Querétaro.

“Mi hermano y el Chapo se abrazaron y me lo presentó. Fue la primera vez que lo vi en persona”. A él le tocó llevarlo en su coche hasta Ciudad de México. A su lado. Su esposa y el buscado, en el asiento trasero. “Hablamos de cosas normales. Le dejé un diario para que se tapara de las cámaras de los peajes”, recordó. Ya en los accesos a la metrópolis, “había unos policías que trabajaban para mí que montaron una escolta, con motos delante y detrás”. –¿Qué hizo el Chapo?

–Se inquietó al ver a los policías pero le tranquilic­é, le dije “no se preocupe, es nuestra gente, nadie nos va a hacer nada”.

Después de ese trayecto, el Chapo se refugió en el rancho de Francisco Aceves Urías, el Barbarino, “uno de los pistoleros más famosos y temidos que tuvo Guzmán”, aclaró a preguntas de la fiscal. A Barbarino, glosado en el narcocorri­do Regalo caro, lo frieron a tiros en el 2015.

En ese rancho asistió a varias reuniones en las que vio a Guzmán y donde trataban de proyectos para traficar. El último encuentro al que asistió se convocó por el bautizo de un hijo del anfitrión. El Chapo y el Mayo ejercieron de padrinos. “Yo llevé al padre”, dijo. El cura pasó un mal rato. “El padre se puso nervioso al reconocer al Chapo, que estaba todo el rato en las noticias”.

El Chapo volvió a caer en el 2014, en Mazatlán. El 11 de julio del 2015 se fugó de nuevo, esta vez de la cárcel del Altiplano, mediante un túnel, con boca de acceso debajo de la ducha, de más de kilómetro y medio que recorrió en motociclet­a, una obra de ingeniería

El de la que “nadie” se enteró. El 8 de enero del 2016 lo recapturar­on, en Los Mochis. Por esas fechas el actor Sean Penn publicó en Rolling Stone una entrevista que había realizado durante ese periodo de evasión, que reafirmó el carácter de leyenda del narco.

Miedo, silencio, corrupción, drogas, dinero y sangre son los ingredient­es de esta vista oral de alta seguridad que ha suscitado interés de magnitud global.

Si en las previas celebradas desde enero del 2017, una vez extraditad­o, llevaba el mono penitencia­rio oscuro, estos días viste traje azul marino, camisa clara y corbatas que le ha comprado su esposa, Emma Coronel, de 29 años y exreina de belleza.

“Pocas veces en la historia se ha producido un juicio así”, señaló uno de los fiscales que ha participad­o en el sumario. Este caso lo han tramitado los equipos de las fiscalías de Florida, Washington D.C. y Nueva York.

“Este es el primer gran juicio contra el narcotráfi­co mexicano”, subrayó Miguel Ángel Vega, reportero de la publicació­n mexicana Río Doce, que ha venido desde Culiacán, capital del estado de Sinaloa, para hacer la cobertura.

“Se juzgan varias décadas de lucha contra el tráfico de drogas y toda esa teoría de la corrupción mexicana, pero también la fallida guerra contra el narco y el tráfico de armas, que va a estar muy presente. Ya sabes el dicho de que Estados Unidos pone las armas y México los muertos”, remarcó.

“Lo que veo es el espejo de los hechos de corrupción, de narcotráfi­co, de escándalos periodísti­cos que se han desarrolla­do en México en los últimos veinte años, desde que las agencias federales de Estados Unidos, como la DEA (dedicada a la lucha contra la droga), encumbraro­n al Chapo Guzmán, sin serlo, como el capo de una organizaci­ón criminal. Es un juicio lleno de mentiras, de suspense, de traiciones y de morbo”, reflexionó Jesús Esquivel, autor de tres libros sobre la materia y que cubre el asunto para la revista mexicana Proceso.

“El Chapo no es quién dicen que es –añadió–, no es el más peligroso como lo identifica la Fiscalía. Aunque es un hombre importante del cartel de Sinaloa, hay otros con más experienci­a, más colmillo y eficacia para las actividade­s criminales, y me refiero a Ismael el Mayo Zambada. Al Chapo, que no digo que no sea responsabl­e de muchos asesinatos que se han registrado en mi país, le perdió la fama. Siempre le ha gustado salir en los medios y eso a los negocios del narcotráfi­co no le gusta. Un narcotrafi­cante efectivo se mantiene anónimo”.

El reportero Vega coincide en esa apreciació­n de que el gran jefe es el Mayo, “que lo controla todo en Culiacán”, matizó. Incidió en que el cartel no es una organizaci­ón piramidal, sino varias facciones con sus jefes. Si uno tiene peso sobre todos, ese es el Mayo.

“El Chapo es un mito. Pensamos que la DEA crea personajes, que luego captura y los exhibe como trofeos”, remató.

El citado fiscal aseguró que ha-

brá muchas sorpresas”. Jesús Zambada no deja de ser uno de los 16 “testigos cooperante­s” protegidos –esperan que su ayuda aminore su castigo– que disponen de informació­n y que desfilarán por el estrado a lo largo de los cuatro meses previstos.

En sus dos primeras jornadas de testimonio, y continuará este lunes, el Rey ha descrito como cada mes le pagaba unos 300.000 dólares para sobornar a los jefes de la procurador­ía (el departamen­to de justicia) de México, a policías judiciales, estatales, locales y de carreteras, incluida la Interpol. “Era la manera de proteger nuestros movimiento­s”. En una ocasión, el Chapo le indicó que le entregara 100.000 dólares “y un abrazo” al general Toledano, con mando en Guerrero.

Responde con más tranquilid­ad que cualquier aficionado hablaría de fútbol, a pesar de que Jesús Zambada recuerde que lo intentaron matar. “Estoy vivo –ilustró al jurado– porque la bala no penetró en mi cabeza”. Se tocó la sien derecha, donde le rozó el proyectil. “Pensaron que estaba muerto, me levanté y saqué mi pistola”, y afrontó a los atacantes.

Ocurrió en los años noventa. Los de Sinaloa luchaban contra los hermanos Arellano Félix – “se creían los dueños de Tijuana”–, que controlaba­n la frontera con EE.UU. Esto impedía que el Chapo construyer­a túneles, “la manera más rápida de pasar la droga y de traer de vuelta el dinero y las armas”, indicó. En una refriega murió en 1993 el cardenal Juan Jose Posadas Ocampa, en el aeropuerto de Guadalajar­a. El Rey aseguró que los Arellano iban a por el Chapo, pero se confundier­on porque el purpurado iba en un coche similar. Pero el Gobierno culpó al Chapo, que se refugió en Guatemala, país en el que le detuvieron por primera vez.

En 1992 se había producido la matanza de la discoteca Christie de Puerto Vallarta. El Chapo envió a sus sicarios, rememoró el testigo, para aniquilar al Ramón y Benjamín Arellano Félix, que lograron escapar. A Ramón, el más odiado por Guzman, lo ejecutaron “unos policías a las órdenes del cartel de Sinaloa”, confesó, en febrero del 2012, en Mazatlan. Le dieron el alto en la carretera. “Me dijeron que al Chapo le dio mucho placer la muerte de Ramón”.

“Yo no he matado”, respondió. Sí que “marqué objetivos, localicé a personas, en tres ocasiones.·

Los tres fueron a la tumba.

JESÚS ‘EL REY’ ZAMBADA

Este arrepentid­o explica cómo sobornaban a la justicia y la policía

EL OPERATIVO DE HUIDA

El Rey recogió al Chapo tras su fuga y luego unos policías les escoltaron

EL REPORTERO DE SINALOA

“El Chapo es un mito, la DEA crea personajes y luego los exhibe”

LA REPERCUSIÓ­N

El juicio examina el fracaso contra la guerra al narco y el tráfico de armas

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JANE ROSENBERG / EFE El Chapo. Para el juicio viste traje y corbata. Su aspecto menudo –es bajo, de ahí el mote– no deja de ser la de un hombre normal y corriente
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ALBERTO VERA / AFP El arrepentid­o Jesús ‘el Rey’ Zambada García es el primer testigo de cargo y está explicando cómo transporta­n la droga, sobornos y crímenes
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TIMOTHY A. CLARY / AFP Alta seguridad.Los días que trasladan al Chapo al tribuna cierran el puente de Brooklyn para evitar una fuga o lo maten
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+JANE ROSENBERG / EFE La esposa Emma Coronel acude cada día al tribunal. Al entrar y salir su marido, el Chapo, se saludan con la mano. No les permiten hablar

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