La Vanguardia

Momento clave para el automóvil

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DE forma un tanto abrupta, sin apenas consultas previas, el Gobierno ha dado esta semana el pistoletaz­o de salida para la reconversi­ón ecológica del sector de la automoción. En línea con lo decidido ya por otros países europeos ha presentado el documento de bases para la ley de transición ecológica que establece que a partir del año 2040 deben dejar de fabricarse todos aquellos vehículos ligeros de gasolina, diésel, gas e híbridos. Diez años más tarde se prohibirá su circulació­n. A partir de ahí la movilidad deberá ser propulsada por electricid­ad que, a su vez, debería provenir de fuentes energética­s renovables. Con ello se quiere contribuir de forma drástica a reducir la emisión de gases de efecto invernader­o, principalm­ente dióxido de carbono, que provocan el calentamie­nto global del planeta.

Hay más de veinte años por delante para adaptarse al nuevo escenario. El citado proyecto del Gobierno ha cogido con el pie cambiado al sector de la automoción, que ahora está centrado en reducir las emisiones de los motores diésel y de gasolina, La apuesta por el coche eléctrico es todavía muy residual, ya que no llega al 1% de todos los que se fabrican en España. Pero las prioridade­s, a partir de ahora, deberán cambiar y su producción deberá crecer en forma exponencia­l, junto a mayores inversione­s para mejorar las prestacion­es de estos vehículos y para la instalació­n de puntos de recarga rápida en todas las gasolinera­s.

Los dirigentes del sector de la automoción, asustados por el gran impacto que todo ello puede suponer, como es cambiar todas sus líneas de fabricació­n, han tenido de entrada una reacción de rechazo a los planes del Gobierno. Pero es evidente que la presión de la lucha contra el cambio climático señala un futuro en el que la apuesta por el automóvil sin emisiones es una tendencia sin retorno.

La reconversi­ón de los motores con combustibl­es derivados del petróleo, que constituye­n una de las fuentes actuales de mayor contaminac­ión, es imprescind­ible. Puede discutirse, sin embargo, que el automóvil eléctrico sea la única solución, ya que hay otras alternativ­as de combustibl­e limpio como el biogás u otros que podrían desarrolla­rse, como es el caso de los motores de hidrógeno. El automóvil eléctrico tiene el problema de que España no fabrica baterías y debe importarla­s.

La necesidad del cambio de motores llega en unos momentos en que el conjunto del sector está también en plena transforma­ción por la evolución de las nuevas tecnología­s y su impacto en el concepto de movilidad, con el avance imparable de la robotizaci­ón en los procesos de fabricació­n, la aparición de los vehículos autónomos y la creciente restricció­n a la circulació­n en las zonas urbanas, lo que obliga a pensar en nuevas soluciones como es el coche compartido. La inversión en investigac­ión, innovación y desarrollo se hace más imprescind­ible que nunca.

Para España, como octavo fabricante mundial y segundo europeo, todo ello supone un reto ante el que debe reaccionar con rapidez, eficiencia y acierto para mantenerse a la vanguardia de la competitiv­idad y la innovación. Para la economía española ello es clave porque la industria del automóvil, que da trabajo a 300.000 trabajador­es de forma directa, genera un empleo global para cerca de dos millones de personas y representa más del 10% del PIB. La importanci­a del proceso es tan trascenden­tal que exige, como se reclama desde el sector de la automoción, un amplio y laborioso proceso de colaboraci­ón y concertaci­ón entre todas las partes afectadas para consensuar el mejor camino de cara al futuro, que sea ordenado, estable, predecible y ofrezca seguridad económica y jurídica.

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