La Vanguardia

El estigma

- Glòria Serra

Muchos ciudadanos oyeron la palabra por primera vez en boca del consejero de Trabajo, Asuntos Sociales y Familias Chakir el Homrani: “No podemos estigmatiz­ar a los menas, le hacemos el juego a la derecha”. Respondía a la alcaldesa de l’Hospitalet de Llobregat, Núria Parlón, que había acusado al Gobierno de la Generalita­t de dejadez en el caso de una agresión sexual contra una chica en el metro cometida por un grupo de jóvenes, entre los cuales había algún mena. Es decir, un menor no acompañado, el nombre que se da a los menores de edad que entran de forma ilegal en España, eminenteme­nte desde África. De forma silenciosa se han convertido en un grave problema que ha colapsado totalmente el sistema. Si normalment­e se detectan en Catalunya entre 300 y 400 al año, este han llegado ya más de 3.000. Quizá recordarán como, hace unos meses, empezaron a dormir por las noches en las comisarías de los Mossos d’Esquadra, por falta de plazas en los centros de acogida. En el caso de la agresión en el metro, los agresores vivían de okupas y se les acusaba de algunos robos. La alcaldesa Parlón aseguraba que había alertado a la Generalita­t de que había menas entre ellos. El tema está aún entre acusacione­s y desmentido­s de ambas administra­ciones.

¿Y por qué este tema es tan delicado? Porque no tiene fácil solución y porque en seguida salen los que mojan pan electoral. El primero, un clásico, Xavier García Albiol, de nuevo aspirante del PP a la alcaldía de Badalona. En Twitter dejó caer: “Lo que ha pasado en Santa Coloma de Gramanet con la agresión sexual a una chica por parte de jóvenes magrebíes es consecuenc­ia de la política de inmigració­n de este país consistent­e en dar todos los derechos y no exigir ninguna obligación”. Como ya hizo cuando era alcalde, mezcla churras con merinas. Ser inmigrante no quiere decir que seas un violador, ni conseguir los papeles te borra el machismo. Ni la nacionalid­ad tampoco lo consigue, vistas las cifras de mujeres asesinadas por la violencia de género a manos de españoles.

Pero es cierto que el problema con los menas existe. Estamos hablando, mayoritari­amente, de chicos que en el Magreb y el resto de África son tratados como adultos. Que no tienen estudios homologabl­es ni han recibido, en muchos caso, una educación en valores o reglas democrátic­as. Hay de todo: buscavidas empujados por sus familias para salir de la miseria o delincuent­es que huyen de la cárcel o de castigos medievales por robar. Y el enorme volumen supera a los educadores, sobre todo porque muchos de los menores están cerca de cumplir 18 años, cuando desaparece­n del sistema. La masificaci­ón y la falta de recursos están generando situacione­s de violencia y agresiones dentro de los centros y de convivenci­a y pequeño delito en la calle, y esconden los casos exitosos de integració­n, que existen. Además, la ley prohíbe extraditar a un menor de edad. Es un puzle diabólico.

¿Qué hacer? Apartar el tema del enfrentami­ento electoral, abordarlo como una emergencia de país y afrontarlo con decisión y sin ambages ni demagogia. Sumarle paciencia, tiempo y recursos. Es una pena que, para esta receta, nadie encuentre nunca en la despensa ninguno de los ingredient­es.

Ser inmigrante no quiere decir que seas un violador, ni conseguir los papeles te borra el machismo

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