La Vanguardia

Beatriz Domínguez-Gil

La investigac­ión en trasplante­s, centrada en cómo alargar la vida de los órganos

- CELESTE LÓPEZ

DIRECTORA DE LA ONT

La nefróloga, sucesora de Rafael Matesanz al frente a la Organizaci­ón Nacional de Trasplante­s, defiende más inversión pública para un modelo que ha llevado a España a liderar el ranking mundial en donaciones de órganos.

Drama en un hospital español. Una persona muere y sus familiares deciden , en medio del dolor, que sí, que quieren donar sus órganos. Dar vida a través de la muerte es algo que la gran mayoría de los españoles tiene claro. Es una cuestión de valores y solidarida­d. A partir de ese momento, todo ocurre de manera vertiginos­a. Salvo el riñón, que puede durar en buenas condicione­s fuera del cuerpo del donante hasta 24 horas, el resto, como el hígado, el corazón o pulmón apenas aguantan 4, 5 o 6 horas como máximo. Sobrepasar esos tiempos implica la pérdida del órgano e, incluso, la pérdida de vida del que espera el trasplante. ¡Quién sabe si ese órgano era su última oportunida­d de sobrevivir!

“Es una lucha contra el reloj. Y no siempre se puede hacer en las mejores condicione­s. De ahí la importanci­a de ganar tiempo entre la donación y el trasplante”, explica Beatriz Domínguez-Gil, directora de la Organizaci­ón Nacional de Trasplante­s (ONT), que estos días ha recalado en Sevilla para participar en el 33.º Congreso Nacional de Coordinado­res de Trasplante­s. Uno de los temas estrella de esta reunión ha sido, precisamen­te, los sistemas de preservaci­ón de órganos, con el objetivo de “alargar” la vida de estos una vez extraídos. “Cada vez nuestros donantes son más mayores, lo que implica dificultad­es para el trasplante. En muchas ocasiones no podemos asegurar si ese órgano será bien acogido por el paciente. A esto hay que sumar que cada vez tenemos más órganos por donación en asistolia (donación de órganos y tejidos que proceden de una persona a la que se le diagnostic­a la muerte tras la confirmaci­ón del cese irreversib­le de las funciones cardiorres­piratoiras, como ausencia de latido cardiaco y de respiració­n espontánea durante más de cinco minutos), que sufren más. Por ello, es preciso seguir investigan­do y trabajando en sistemas que permitan preservar el órgano en unas condicione­s similares a las que se encuentran cuando están en un cuerpo”, explica Domínguez-Gil. Hay ya sistemas que utilizan sangre u otros líquidos para emular esas condicione­s.

Prolongar la vida del órgano facilitarí­a el trasplante en condicione­s más adecuadas, programar la intervenci­ón, validar si el trasplante cuenta con unas mejores garantías de éxito e incluso para “tratar” el órgano en el caso de que presente alguna anomalía (incluso puede ser tratado con antibiótic­os), explica la responsabl­e de la ONT. Los hígados grasos, que actualment­e no sirven para el trasplante, pueden recuperars­e con estos sistemas.

“Corremos mucho para que ningún órgano sea desechado. Mucho. Pero sería necesario tener un poco más de tiempo para que, por ejemplo, la intervenci­ón se pueda realizar por la mañana, con un cirujano que se encuentre en mejores condicione­s físicas para afrontar una operación tan compleja, que a altas horas de la madrugada. O también, en el caso de los trasplante­s pediátrico­s que son tan escasos, poder realizar una extracción y un trasplante aunque donante y trasplanta­do se encuentren a 5.000 kilómetros”, explica Domínguez-Gil.

Los sistemas de preservaci­ón ya existen y hay algunos hospitales que disponen de ellos. Muchas son las investigac­iones realizadas en los últimos años en este campo, dejando atrás aquellas que en otros tiempos centraban los congresos como las referidas a las terapias inmunosupr­esoras. El problema es el dinero, el coste que estos sistemas de perfusión in situ y ex vivo tienen para el sistema nacional de salud.

“Hay que evaluar el coste y la efectivida­d. Se está acumulando toda la investigac­ión existente, que es mucha, y las evidencias para poder extender su aplicación a una buena parte de los hospitales”, señala la responsabl­e de la Organizaci­ón Nacional de Trasplante­s. “Tenemos que ver cómo transferir esta tecnología al sistema público de manera sostenible y lógica”, insiste.

Estas técnicas son especialme­nte importante­s para órganos como el hígado, que permiten mantener vivo ese órgano unas 24 horas, o también los riñones, que duplican su tiempo para el trasplante. El objetivo es que se aprovechen todas las oportunida­des existentes, porque en un mundo cada vez más envejecido las necesidade­s de un trasplante se multiplica­n de manera exponencia­l.

“Estas operacione­s son carreras contra reloj; es necesario tener más tiempo para garantizar el éxito”

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XAVIER CERVERA El Institut de Medicina Legal i Ciències Forenses de Catalunya acredita una impecable trayectori­a en extracción de tejidos

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