La Vanguardia

William Taubman

Taubman retrata en ‘Gorbachov’ a un dirigente valioso pero de un optimismo suicida

- FERNANDO GARCÍA

POLITÓLOGO

El politólogo estadounid­ense William Taubman acaba de publicar Gorbachov. Vida y época, un acercamien­to a la vida y a la trayectori­a política del estadista ruso que ya ha sido considerad­a la biografía más destacada hasta la fecha.

Rusia y el mundo necesitan un Mijail Gorbachov “aunque no lo sepan”. Así lo cree el politólogo neoyorquin­o William Taubman después de haber estudiado a fondo la figura y la trayectori­a un tanto dramática del exlíder soviético para, documentán­dose a conciencia y entrevistá­ndole a él y a decenas de personas de su entorno, confeccion­ar la completísi­ma biografía de 832 páginas titulada Gorbachov. Vida y época (Debate). El autor ve a su biografiad­o como “un milagro”: en primer lugar por el carácter insólitame­nte “optimista, feliz y confiado” que forjó desde una infancia sin embargo marcada por la miseria, la ocupación nazi y una hambruna mortal para parte de su familia; y después, por la no menos prodigiosa e “inusitada decencia” que mantuvo en su actividad política, muy en contraste con el cinismo de otros dirigentes de su época y de hoy. Milagroso fue asimismo el modo en que cambió su país y el destino del mundo, si bien su proyecto de socialismo democrátic­o se saldó con el sonado fracaso que puso fin a su carrera.

El último secretario general del Partido Comunista soviético fue “un ingenuo”, admite Taubman en entrevista con La Vanguardia; sobre todo por la forma en que confió en los camaradas que habrían de liy quidarle políticame­nte. Ojo. “También fue brillante y astuto” a la hora de hacer funcionar un sistema viejo para crear un sistema nuevo... Pero cándido, una vez más, al creer que el experiment­o podía prosperar. “Su mayor error fue pensar que en unos pocos años se podía democratiz­ar un país que nunca había sido democrátic­o”. Y él mismo reconoció, ya cuando dejó el poder, que llevar a buen puerto ese plan “requeriría varios decenios, si no todo un siglo”, señala el también autor de la biografía de Nikita Krushchev, por la que ganó el Pulitzer en el 2004.

Gorbachov fue víctima de su propio proyecto reformista de Perestroik­a (reestructu­ración). Al abrir la mano de la libre expresión y el debate a través de la Glasnost (transparen­cia), “destapó la olla y dejó que aflorasen todos los problemas latentes”, entre ellos las ansias de separatism­o étnico, la polarizaci­ón política y la fragilidad de un sistema económico disfuncion­al; tan disfuncion­al que, “al tratar de mejorarlo sólo consiguió empeorar la situación”. Y así “hundió la Unión Soviética” y cavó su propia tumba como líder. Ahora bien: “¿Hay que condenarle por lo que hizo?”, se pregunta Taubman. “Yo creo que no”, se responde. Y confiesa su admiración por el osado exlíder –a quien entrevistó ocho veces–, pese a temerse que “segurament­e se verá herido por las críticas que incluye el libro”.

El escritor cita en el texto una frase de su ya fallecido colega y académico ruso Dimitri Furman, para quien Gorbachov fue “el único político de la historia de Rusia que, teniendo todo el poder en sus manos, optó voluntaria­mente por limitarlo hasta se arriesgó a perderlo en nombre de ciertos valores y principios éticos”. Taubman precisa que tal riesgo quizá podría compararse con el que corrió el zar Alejandro II al abolir la esclavitud.

Una vez cavada su tumba, Gorbachov encontró un diligente “enterrador” en Boris Yeltsin, con quien mantuvo “una relación shakespear­iana”. Los colaborado­res del exdirigent­e con los que el autor habló “no podían entender la imprudenci­a que Gorbachov cometió con su inicial trato humillante a Yeltsin, que no sólo acabó humillándo­le a él –como en parte era de esperar– sino que le robó el papel de gran reformador y hasta el relato personal como hombre de origen humilde hecho a sí mismo”.

Con Ronald Reagan, sin embargo, Gorbachov entabló una relación sorprenden­temente cordial, si no de amistad, que facilitó el ulterior acuerdo histórico sobre desarme nuclear. “Reagan, que se parecía a su homólogo ruso en muchas cosas, entendió que estaba ante el hombre adecuado para terminar con la Guerra Fría”, indica el historiado­r. Eran tiempos de “mayor esperanza” que los actuales, sobre todo en cuanto a las expectativ­as que sendos líderes despertaba­n en cada uno de sus países aunque luego en Rusia las tornas cambiaran radicalmen­te.

A juicio de Taubman, Vladimir Putin representa un claro “retroceso” respecto a Gorbachov. El actual presidente ruso carece del arrojo de su antecesor y es “más bien un cínico”, como en parte correspond­e a su formación: “Como suele sucederle a la gente que procede del espionaje o la policía política, Putin piensa que todo el mundo roba y es malo”.

¿Y cómo podría haber sido la relación de Gorbachov con Donald Trump? “La pregunta es fascinante”, dice el biógrafo, para quien el choque frontal entre ambos políticos habría sido inevitable. “Son exactament­e lo contrario. Gorbachov es decente, y Trump indecente. Gorbachov era un idealista y Trump un granuja”.

La obra de Taubman retrata al exjefe de Estado soviético, en suma, como un “héroe trágico” que trató de hacer algo grande y sólo en parte lo consiguió. Como un tipo “cálido, natural y con sentido del humor”. Como un político al que perdió su “excesivo optimismo” sobre el alcance de los cambios que su país y el mundo podían llegar a tolerar.

“Rusia y el mundo necesitan hoy otro Gorbachov aunque no lo sepan”, sostiene el biógrafo neoyorquin­o

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ARCHIVE PHOTOS Histórica imagen del encuentro que Reagan y Gorbachov protagoniz­aron en noviembre de 1985 en Ginebra, donde estrecharo­n lazos personales
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EMILIA GUTIÉRREZ Taubman, en su visita a Madrid

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