La Vanguardia

Sanidad universal: la generosida­d tiene costes

- Manel del Castillo

Imagínese usted que está de vacaciones en Alemania, tiene una indisposic­ión y acude a un centro sanitario. Presentand­o su tarjeta sanitaria europea, será atendido de manera gratuita, beneficián­dose del acuerdo que permite a los ciudadanos de la UE recibir tratamient­o médico en cualquier país miembro. Ahora bien, este servicio no será gratuito para las arcas públicas españolas, ya que Alemania le pasará la factura a España por los servicios prestados.

Hasta aquí no habría problema si los sistemas de reembolso entre países funcionase­n, pero la realidad es que este sistema en España hace aguas desde hace años. Tal como ha señalado el Tribunal de Cuentas en su informe n.º 937 del año 2010, una parte importante de los servicios sanitarios realizados en España a pacientes extranjero­s no son facturados a sus países de origen por ineficienc­ias en el modelo de gestión, siendo asumidos por el sistema público de salud.

Veamos algunos números que nos hagan entender la magnitud de la tragedia. España recibe una cuota mensual en concepto de asistencia sanitaria por todos los extranjero­s que residen legalmente en nuestro país. En el 2009 España facturó por un total de 103.672 pensionist­as, aunque el total de pensionist­as extranjero­s censados era de 231.364. Es decir, España no facturó el 65,2% de los pensionist­as europeos residentes en nuestro país. Si nos fijamos en un país concreto, vemos que el importe facturado por Alemania por los españoles que visitaron ese país fue un 477,2% superior a la facturació­n emitida por España por los alemanes que visitaron el nuestro. A primera vista ya vemos que estas cifras no son acordes con el flujo real de ciudadanos entre ambos países.

España es receptora neta de turistas y extranjero­s en un mundo con cada vez más movimiento­s de población. Esto hace imprescind­ible que seamos más rigurosos en los criterios de facturació­n y de concesión de tarjetas sanitarias a ciudadanos extranjero­s. Sorprende que, según el citado informe del TdC, en el año 2010 residían en España 453.349 personas de la UE titulares de tarjeta sanitaria española por carecer teóricamen­te de recursos económicos, que generaron un coste de 451,5 millones de euros al año.

Desde que el concepto de “asistencia gratuita y universal” ha entrado en el debate político se hace cada vez más difícil un análisis racional de la cuestión, imponiéndo­se la interpreta­ción de servicios sanitarios para todos, en el sentido literal del término, y sin un coste asociado. Sin embargo, la sanidad pública no es gratuita y genera un gasto que representa aproximada­mente el 50% de los presupuest­os de las comunidade­s autónomas, que financiamo­s entre todos con nuestros impuestos.

Atender a las personas sin recursos es una obligación moral, pero ¿hasta cuándo vamos a seguir financiand­o a muchos ciudadanos europeos que cotizan en su país y consumen en el nuestro? Parece urgente hacer las reformas estructura­les necesarias para implementa­r los derechos y obligacion­es que tenemos como país en virtud de los acuerdos internacio­nales. Quizás esos recursos adicionale­s los podríamos dedicar a incrementa­r las retribucio­nes de nuestros profesiona­les para acercarlas a la media europea.

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