¿No podría quedarse?
Al fin un buen director con la OBC. Se ve en la configuración del programa, y en la respuesta de una orquesta que, cuando trabaja con un maestro con experiencia y sensibilidad, responde a muy buen nivel.
En los extremos del programa, Messiaen y Berlioz, que tienen mucho que ver entre sí y que configuran también dos polos de un gran proyecto musical del romanticismo francés. En medio, ya sabemos que mandan siempre las propuestas de los solistas, el no menos estupendo Concierto nº 4 para piano de Beethoven, con un pianista veterano, Garrick Ohlsson, reconocido por su afición a Chopin –como reafirmó en su propina– y que lució en una cadencia beethoveniana libre, de brillo y entidad, con una articulación muy clara.
Ohlsson toca con buena variedad sonora, apacible frente a la obra, e intentando la profundidad y la expresión con buen ejercicio de las dinámicas. Y Cambreling le siguió con detalles muy cuidados en la cuerda, sensible en la rítmica y con aire en el fraseo.
El tan sensible final en la cuerda alta de Les offrandes oubliées de Messiaen fueron la rúbrica de una muy buena versión, sentida, “meditada”, de la obra; absolutamente factura Messiaen. Yla Sinfonía Fantástica de Berlioz resultó un ejemplo de la capacidad creativa y el buen gusto, y la excelente respuesta de la orquesta; contrabajos y bajos en primer y tercer movimientos, los diversos solistas de viento madera, el buen diálogo con una percusión que siempre dijo su palabra con estilo, sin estruendos; los artilugios con instrumentos fuera del escenario que subrayaron el preciosismo tímbrico y la intensidad expresiva con sus contrastes, y sobre todo un excelente trabajo en las tensiones de las frases desde el comienzo –esto es responsabilidad del director– ejercida con un fraseo sutil. Experiencia y sensibilidad de Cambreling puesta al alcance de un colectivo de músicos que quieren dar lo mejor. ¿No podría quedarse?