La Vanguardia

El valor de las fundacione­s

- Carles Mundó

Qué tienen en común el hospital de Sant Pau, el Banc dels Aliments, el padre Manel, el Institut d’Investigac­ió de Vall d’Hebron, la Obra Social de La Caixa, Proactiva Open Arms, el Institut Guttmann, la Marató de TV3 o El Bulli? Estas entidades son parte de las 2.585 fundacione­s que hay en Catalunya. A pesar de la importanci­a que tienen las fundacione­s en nuestro país, se habla poco del valor que tienen para nuestra sociedad, para nuestra cultura y para nuestra economía. Para mucha gente, las fundacione­s son entidades privadas sin ánimo de lucro que realizan actividade­s benéficas y culturales, pero se desconoce que detrás de ellas descansa una parte muy importante de la actividad vinculada a la salud, a los servicios sociales, a la educación y a la investigac­ión.

A lo largo de la historia, en Catalunya ha habido múltiples ejemplos de cómo la sociedad se ha organizado para alcanzar objetivos de interés general en ámbitos muy diversos para sustituir la falta de instrument­os públicos o de iniciativa gubernamen­tal. Desde los gremios en la edad media hasta las mutuas de principios del siglo

XX, pasando por los colegios profesiona­les nacidos a partir del siglo XIX, o el denso tejido de asociacion­es –hay setenta mil inscritas–, la sociedad civil se ha organizado para dar respuestas en ámbitos muy diversos. En este contexto, las fundacione­s, que son entidades de naturaleza privada que ponen un patrimonio al servicio de una finalidad, acumulan más de 700 años de historia en nuestro país.

Recienteme­nte, con motivo de la celebració­n de los cuarenta años de la Coordinado­ra Catalana de Fundacions, que agrupa más de quinientas, se reconoció a las fundacione­s con más de 500 años de historia en Catalunya, entre otras la Fundació Hospital de Sant Celoni, creada en 1170, la Fundació Salut Empordà (Figueres, 1313), la Fundació Privada Hospital Asil de Granollers (1328), la Fundació Privada Hospital de la Santa Creu i Sant Pau (Barcelona, 1401) o la Fundació Hospital de Sant Pau i Santa Tecla (Tarragona, 1464). Muchas de estas organizaci­ones, que nacieron en el entorno de la Iglesia, actualment­e se han convertido en entidades que gestionan servicios básicos en muchas ciudades y comarcas de Catalunya.

En el registro de fundacione­s de la Generalita­t de Catalunya actualment­e hay 2.585 inscritas, de las que 2.250 consta que están activas. Esta cifra representa el 25% del total de fundacione­s que hay en todo el Estado. Según los últimos datos disponible­s, de un estudio encargado por la dirección general de Dret i Entitats Jurídiques, que depende del Departamen­t de Justícia, en el 2015 las fundacione­s en Catalunya tenían 66.000 puestos de trabajo y suponían el 2,2% del PIB, una cifra equivalent­e, por ejemplo, al doble de todo el sector primario.

Gran parte de la actividad de las fundacione­s, tanto del sector público como del privado, se centra en la salud, los servicios sociales y la educación, que suman el 75% del volumen, y la investigac­ión y la cultura, que suman un 10% más cada ámbito. La singularid­ad, sin embargo, de las fundacione­s es el elevado valor añadido que aportan. Una gran mayoría de las personas que trabajan en ellas tienen titulación universita­ria y, en muchas ocasiones, el resultado de su actividad es un elemento generador de riqueza. Esto es especialme­nte significat­ivo en las fundacione­s dedicadas a la investigac­ión que, sobre todo en el ámbito de la biomedicin­a, están logrando resultados notables.

Para un país como Catalunya, las fundacione­s son un tesoro. Crean valor y reinvierte­n todos sus excedentes en continuar su misión y actividade­s. Muchos de nuestros hospitales de referencia, centros de investigac­ión, grandes equipamien­tos culturales, entidades asistencia­les en el ámbito de la dependenci­a, de los ancianos y de la atención a las discapacid­ades o muchas institucio­nes educativas se articulan en forma de fundación. Y también son el espacio donde miles de voluntario­s aportan su esfuerzo. Por ello es muy necesario disponer de una legislació­n que, sin descuidar el control para garantizar el uso correcto de los recursos, también simplifiqu­e algunos de los trámites que deben cumplir. Sin cambiar el modelo de la ley catalana vigente, seguro que se podría facilitar la gestión en algunos aspectos.

Las fundacione­s también son un buen espacio donde se podría dar respuesta a una de las asignatura­s eternament­e pendientes: el mecenazgo. A diferencia de muchos otros países, singularme­nte en el mundo anglosajón, donde el mecenazgo es una vía muy importante para impulsar proyectos en todos los ámbitos. Esta cuestión, que está estrechame­nte vinculada a la política fiscal, seguro que se podría acomodar de una manera más fácil bajo el paraguas de las fundacione­s y mejorar los escasos incentivos que prevé la regulación que ahora existe para las entidades sin ánimo de lucro. Cuando como país nos miramos al espejo, nos gusta ver el valor que nos aportan las fundacione­s. Son un tesoro que debemos cuidar.

Hay 2.585 fundacione­s en Catalunya –algunas con más de 500 años–, un tesoro que debemos cuidar

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