Los violentos revientan la Copa Libertadores
Otro gol clave del controvertido francés rescata al límite a un Barça asfixiado
El hombre que ha centrado todas las miradas desde hace dos semanas. El chaval que se saltó un entrenamiento. El jugador que no responde a disciplinas ni dentro ni fuera del campo. El futbolista al que un día pondrías en el mercado y al siguiente le renovarías. Sí, Ousmane Dembélé acudió al rescate para impedir la derrota blaugrana en el Metropolitano. El francés levantó al campeón sobre la bocina y cuando Simeone ya se relamía por la victoria de su planteamiento ultraconservador. Pero no, porque Messi abrió el balón de forma clarividente a Dembélé y el extremo, recurso de urgencia de un precavido Valverde ante la debacle que se venía, amagó con la derecha y remató con la izquierda para firmar el empate. Un gol soberbio y clave, como los que logró en la Supercopa contra el Sevilla, en Valladolid, en Vallecas o en Anoeta.
Tras 75 minutos para tirar a la basura por la falta de oportunidades Diego Costa había avanzado al Atlético a la salida de un córner. Un remate de cabeza en el que Ter Stegen, de nuevo superado, pudo hacer más. El Barça estaba de rodillas pero si el Atlético aprovechó su única ocasión real, el equipo blaugrana también.
Los de Valverde mantienen el liderato a la espera de lo que haga hoy el Sevilla ante el Valladolid, conservan el punto de renta sobre los colchoneros y aumentan a cinco la ventaja ante un Madrid vapuleado. Pudo ser peor para el Barcelona pero la victoria de un Atlético encerrado habría sido injusta.
La mezquindad rojiblanca se enfrentó a la sosería barcelonista. La zafiedad a la falta de ideas. La bronca al toque indolente. El Barça no ganó porque la pelota no le sirvió para casi nada y porque hizo poca cosa más que estrellarse en el muro local. El Atlético, al más puro estilo Simeone, tampoco salvo en el tramo final.
Que los Atlético-Barça ya no son tan espectaculares como en los 90 no es ninguna novedad. Ahora, no se recuerda una primera parte tan plana entre los dos equipos como la que protagonizaron anoche. Miedo a raudales, sobre todo en el conjunto colchonero. A diferencia de otras ocasiones los de Simeone no salieron de entrada a presionar arriba para cazar un gol y después cobijarse a buen recaudo. Las trincheras las pusieron desde el segundo uno y de allí casi no se movieron. Mientras, el Barça también recurrió a la prudencia. Valverde lo hizo desde la alineación. En vez de suplir la ausencia de Coutinho con la presencia de Dembélé, optó por tocar el sistema y abandonar las tres puntas, algo que no había hecho en toda la temporada. La apuesta del técnico blaugrana pasó por colocar a Semedo por detrás de Sergi Roberto y por ubicar a Arturo Vidal muy avanzado en un sistema que por momentos era un 4-3-2-1 y en otros se convertía en un 4-2-3-1. Arriba sólo estaba un Suárez al que se veía pesado tras los encuentros con su selección.
Messi tenía toda la libertad del mundo y era el que ponía los detalles de calidad en un partido en el que las áreas se convertían en terreno virgen. Ninguno de los dos equipos generó una ocasión de peligro ni tiró entre palos hasta los últimos minutos del encuentro. El Barça solamente registró un par de intentos elevados y lejanos de Messi hasta el entreacto. El Atlético, ni eso.
Piqué y el reaparecido Umtiti, que sentó de forma sorprendente a Lenglet, pasaban pocos apuros. Costa ni tocaba el balón, Griezmann, que se medía al Barcelona por primera vez tras rechazar su oferta, lo hacía de tanto en tanto y Lemar se giraba para atrás porque no lo tenía claro. Ter Stegen y Oblak eran espectadores en un estadio que registró un lleno y un ambiente apasionado.
Al Barça le faltaba velocidad y tiro exterior, sin Coutinho ni Rakitic. Al Atlético ya parecía venirle bien jugar un partido que cualquier espectador neutral rechazaría de un plumazo. Ese tipo de encuentros cerrados, en el que no pasa casi nada, a la espera de un episodio aislado. Una clase de contienda que parecía más proclive para los intereses rojiblancos.
UNA NOCHE POCO ESTÉTICA En un partido muy feo, Costa avanzó al Atlético, pero el campeón mantiene por ahora la cabeza
Se trataba de competir y de mantener la concentración. Valverde tuvo la ocasión de dar un giro al guion cuando tuvo que suplir a Sergi Roberto pero optó por Rafinha y no por Dembélé. Como si el empate ya contentara a los dos equipos tras el hundimiento del Madrid.
Restaba el segundo tiempo pero ni el Barcelona ni su entrenador supieron modificar el decorado. El ataque azulgrana continuó siendo más previsible que un atasco en hora punta y el Atlético seguía con su planteamiento impresentable. Una táctica a la que añadió un factor fundamental, la bronca. El Barça cayó en la trampa de Costa, que le buscó las cosquillas a Umtiti con el permiso del árbitro. La subida de testosterona activó al público, Simeone colocó a un Vitolo que forzó faltas y estiró a su equipo y en esa tesitura el Barcelona tenía números para quemarse. Como así fue. Cuando cayó el tanto de Costa tocó correr.
Entonces sí aparecieron Dembélé y Malcom. De nuevo por detrás en la Liga. Pero como en otras ocasiones el Barça le hizo el boca a boca al partido y respiró. Que le den las gracias a Dembélé tras tantos días abroncándole públicamente.