Corrupción en Teherán
El Gobierno combate al sector más radical, opuesto a que se cumplan las leyes contra el blanqueo de capitales
Pocas acusaciones han causado tanta controversia en Irán como las que hizo días atrás el ministro de Exteriores, Mohamed Yavad Zarif, al denunciar el lavado de dinero, una práctica muy extendida en la república islámica.
Pocas acusaciones han causado tanta controversia en Irán como las que hizo días atrás el ministro de Exteriores, Mohamed Yavad Zarif, al denunciar el lavado de dinero, práctica muy extendida. Los radicales no han dejado de atacarlo desde entonces. El diario Kayhan, cercano al líder supremo Ali Jamenei, le ha pedido que desenmascare a los corruptos. Si no lo hace, su denuncia equivaldrá a una traición “contra los intereses nacionales”.
Zarif, en una entrevista el pasado día 12, aireó los problemas internos de Irán, y esto es lo que más duele al régimen. A los corruptos los acusó de “crear una atmósfera adversa”.
El narcotráfico y también el contrabando de combustible mueven gran cantidad de dinero en Irán. El Gobierno combate esta práctica con cuatro leyes que están en trámite parlamentario. Acabar con ella es imprescindible para operar en el mercado financiero internacional, una exigencia ineludible ahora que EE.UU. ha reimpuesto sanciones económicas.
Sin embargo, el sector más duro del régimen se opone a lo que califica de claudicación ante las exigencias del Grupo de Acción Financiera Contra el Blanqueo de Capitales. El FATF, por sus siglas en inglés, exige a Irán que la nueva legislación esté aprobada en febrero. Aliados de Irán, como China y Rusia, así como la Unión Europea, le exigen el certificado del FATF para comerciar y, de este modo, salvar el acuerdo nuclear que en el 2015 frenó el programa iraní para fabricar la bomba atómica.
A lo largo de los últimos meses ha sido frecuente ver manifestaciones de estudiantes revolucionarios en contra de la aprobación de estas leyes, y los parlamentarios han denunciado que han sido objeto de una campaña masiva para convencerlos de votar en contra. “El FATF es una traición”, se leía en una pancarta durante una de las marchas llevadas a cabo frente al Parlamento. Desde el ala más radical se asegura que esta nueva legislación creará problemas a la hora de encontrar canales alternativos que permitan saltarse las sanciones. Hablan también de un “nuevo colonialismo”. Pero una de las principales preocupaciones expresadas por los radicales es que el FATF perjudicará la financiación de grupos aliados en la región, como Hizbulah en Líbano o Hamas en Palestina. EE.UU. considera que son organizaciones terroristas, aunque las Naciones Unidas no las clasifican así.
El Gobierno del presidente Hasan Rohani ha intentado explicar al sector más conservador que las reglas de esta convención contra la financiación del terrorismo permiten que Irán pueda poner enmiendas a la hora de firmar. La victoria parlamentaria, sin embargo, todavía parece lejana.
Después de haber logrado su aprobación en el Parlamento el pasado 7 de octubre, los proyectos de ley fueron rechazados por el Consejo de Guardianes, que los devolvió al Parlamento para un nuevo estudio. Actualmente, se prevé la creación de un comité con integrantes de ambas instituciones para llegar a un acuerdo sobre los puntos en discordia.
Pero no será una tarea fácil. Los ataques a Zarif han vuelto a dejar en evidencia las dificultades que tiene Irán para llegar a un consenso interno en un momento en el que, desde su punto de vista, Estados Unidos ha declarado una nueva guerra económica. “Nuestro problema no son las sanciones, son el mal manejo y la corrupción”, explica el economista Said Laylaz.
Este experto opina que las personas habituadas a lavar dinero del narcotráfico y del contrabando de combustible, así como a financiar a grupos como Hizbullah, Hamas o los rebeldes hutíes en Yemen, necesitan la excusa de las sanciones para continuar realizando estas prácticas. Por eso están felices de que Irán vuelva a estar bajo la presión de Estados Unidos.
Rohani afirma que el presidente estadounidense, Donald Trump, ha fracasado en su intento de aislar a Irán, que las nuevas sanciones económicas no han funcionado. Pero para mantener el apoyo de los aliados, Teherán debe estar dispuesto a jugar con las reglas internacionales en lo que respecta al lavado de dinero y la financiación del terrorismo.
El Gobierno lo sabe, pero sus enemigos son poderosos. Esta pugna define la lucha por el rumbo de Irán en el futuro.
Acabar con el blanqueo, como exigen China, Rusia y la UE, dificultaría financiar a Hamas y Hizbulah