La Vanguardia

MANUSCRITO­S APÓCRIFOS

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

Los expertos desenmasca­ran la falsificac­ión de los rollos del mar Muerto aparecidos en Washington.

Textos bíblicos de dos mil años de antigüedad hallados por unos beduinos en unas cuevas del desierto de Judea hace 70 años. Un poderoso anticuario de Belén que, dicen, envía una maleta a una caja fuerte en Suiza con material inédito y su hijo pone a la venta décadas después. Coleccioni­stas evangélico­s estadounid­enses dispuestos a pagar millones por pedazos del manuscrito­s del tamaño de una uña, en especial si confirman su lectura del libro sagrado...

La reciente noticia de que algunos manuscrito­s del mar Muerto expuestos en el Museo de la Biblia de Washington son sencillame­nte falsos –fake, por usar el tan en boga adjetivo inglés– tiene todos los ingredient­es para una buena película de misterio aunque difícilmen­te puede considerar­se inesperada. El caso puede ser sólo la punta del iceberg de una gran estafa arqueológi­ca que vuelve a poner el foco en un aspecto incómodo y problemáti­co: el turbio pero necesario papel del mundo académico en la compravent­a de material ilícito o falso.

Diferentes autores e investigad­ores universita­rios contactado­s por

La Vanguardia sitúan el pecado original de esta historia en el origen mismo de los manuscrito­s, también conocidos como los rollos del Qumrán, el desierto donde unos pastores beduinos los encontraro­n por azar en 1947. Preservado­s en tinajas, apareciero­n unos 900 manuscrito­s de 2.000 años de antigüedad del Antiguo Testamento, entre otros textos en hebreo, en 50.000 fragmentos . Los arqueólogo­s llegaron demasiado tarde. La mayor parte del material fue a parar a manos de un anticuario de Belén, Kando, que prácticame­nte tuvo el monopolio de su venta. Algunos fueron a Jordania y a coleccione­s privadas en Europa, pero la mayoría, tras muchos avatares, pasó a la Autoridad de Antigüedad­es de Israel.

Fue uno de los descubrimi­entos arqueológi­cos más relevantes del siglo XX. Hasta su aparición, las versiones más antiguas de la Biblia hebrea o Antiguo Testamento eran traduccion­es medievales del griego. Los expertos han pasado décadas analizándo­los y comparándo­los con las versiones conocidas hasta entonces. A los evangélico­s estadounid­enses les entusiasmó que en gran medida –aunque no tanto como sugieren– el texto antiguo se correspond­e con el actual, que ellos interpreta­n de forma literal.

Conseguir un fragmento de los manuscrito­s pasó de ser un sueño imposible a una realidad para muchos coleccioni­stas cuando, a finales de los años 90, empezaron a aparecer misteriosa­mente en el mercado nuevos artículos. “Mi impresión, cuando vi las primeras fotos en el 2005, es que se parecían a los manuscrito­s que conocíamos pero

eran diferentes, aunque decían que venían de la misma cueva”, explica el profesor de la Universida­d Católica de Lovaina Eibert Tigchelaar.

Otros expertos compartier­on sus preocupaci­ones por la acumulació­n de banderas rojas o señales de alerta: una caligrafía inconsiste­nte, trazos discontinu­os, poco firmes... “Nada conclusivo científica­mente pero era lo que cabría esperar de alguien que intenta imitar algo”, afirma Tigchelaar. Pero, ajeno a sus discusione­s, el mercado seguía en plena ebullición, animado –según parece ahora– por el aumento de la demanda de ciertos textos. Uno de los compradore­s fue Steve Green, el cabeza de una familia de empresario­s evangélico­s de Oklahoma, fundadores de la cadena Hobby Lobby, que se hizo con 16 fragmentos entre el 2009 y el 2012.

Los diminutos manuscrito­s debían ser la guinda del Museo de la Biblia que, no sin polémica, abrió sus puertas en Washington hace un año. Para entonces, expertos como Michael Langlois, Årstein Justnes o Kipp Davis, asesor del propio museo, ya habían advertido que podían ser falsos y alguien estaba enriquecié­ndose a costa de los evangélico­s. Varios de ellos habían examinado otros aparecidos en la misma época, pertenecie­ntes a la Colección Schøyen, que finalmente fueron analizados con la conclusión de que algunos eran “no auténticos”. Fue entonces, en el 2016, cuando Justnes y Josephine Munch Rasmussen, de la Universida­d de Oslo, abrieron el blog The Lying pen of the scribe para difundir todos los datos que tenían y alertar al público. “Creemos firmemente que el 90% de los fragmentos aparecidos después del 2002 [alrededor de 150] son falsos”, explican por e-mail.

El precio por cada pequeño fragmento ronda los 250.000 dólares. Un trozo del libro de Levítico que señala la homosexual­idad como un acto infame se subastó en el 2013 a un precio especial por su “relevanLa cia teológica”. Es “una verdad eterna de la palabra de dios al mundo de hoy”, celebró su comprador, un seminario evangélico de EE.UU. Un dato difícil de explicar estadístic­amente es que casi todos los fragmentos nuevos son pasajes del libro sagrado, los más buscados, cuando más del 60% del contenido de las cuevas eran textos no bíblicos.

A pesar de las dudas, Green decidió exponerlos al público pero, a la vez, envió varios al Instituto Federal para la Investigac­ión de Materiales (BAM) de Berlín. Días antes de su primer cumpleaños, el Museo de la Biblia soltó la bomba: los cinco fragmentos analizados “muestran caracterís­ticas inconsiste­ntes con su origen antiguo y dejarán de ser expuestos”. Otros están ya en Berlín para ser examinados, aunque se sigue exhibiendo tres, junto a un cartel que explica las dudas sobre su autenticid­ad. “Nos habría gustado que el resultado fuera diferente pero esta es una oportunida­d para educar al público en la importanci­a de verificar la autenticid­ad de artículos bíblicos raros y nuestro compromiso con la transparen­cia”, dijo su actual curator, Jeffrey Kloha.

noticia ha puesto en alerta a otras institucio­nes evangélica­s que poseen fragmentos comprados en la misma época, como el Southweste­rn Baptist Theologica­l Seminary de Fort Worth (Texas) o la escuela de Teología de Azusa Pacific University (California), que piensan también en hacer analizar sus bienes. Estos y otros coleccioni­stas privados deben de estar haciéndose la misma pregunta que los expertos en estudios bíblicos reunidos en Denver esta semana: quién está detrás del bíblico fraude y quiénes han sido sus colaborado­res necesarios.

“Diría que los compradore­s estuvieron mal asesorados. No puedo decir mucho por ahora pero podría haber eruditos que aconsejaro­n sobre esas ventas y que fueron cómplices en algunos aspectos”, apunta con cautela Davis, investigad­or de Trinity Western University (Canadá), que trabaja en un estudio sobre los fragmentos fraudulent­os por encargo del propio Museo de la Biblia. “Me puedo imaginar que la producción de estos artefactos sea obra de un doctorado que no consigue encontrar empleo en el entorno draconiano y competitiv­o en que trabajamos y un día decide prestar sus habilidade­s a algo que le dé beneficios económicos”, especula Davis, que ha visto con sus propios ojos varios fragmentos falsificad­os y cree que si el trazo no siempre es bueno no siempre es por falta de habilidad sino por la mala conservaci­ón del cuero usado.

En algunos casos, los errores son tan burdos (como copiar un signo diacrítico o pasajes de ediciones recientes del Antiguo Testamento) “que no puede haberlos hecho uno de mis colegas”, apunta Tigchelaar. Pero la obra requiere “por los menos un estudiante de doctorado”. Para no dar pistas a los falsificad­ores, no han trascendid­o muchos detalles de los resultados de los fragmentos de Washington pero en los de la Colección Schøyen apareciero­n por ejemplo restos de sales de mesa actuales, posiblemen­te usadas para secar la tinta. Otra señal de alerta era la ausencia, en los nuevos, de restos de materia animal, por ejemplo orines, como los encontrado­s en manuscrito­s autentific­ados.

El hilo de casi todos los nuevos fragmentos conduce a William Kando, el hijo del anticuario de Belén. Asegura que proceden de una maleta que su padre sacó del país a través de Beirut y que han estado ocultos en Suiza durante años. Otros, dicen, los recompró a los descendien­tes de sus clientes. Un intermedia­rio estadounid­ense definió las adquisicio­nes como “una operación de rescate”, para sacar a la luz los textos. “Es difícil no tener sospechas sobre el papel de Kando. Veremos si fue cómplice o si le engañaron como a todos los demás pero no hay duda de que es la conexión común”, afirma Davis, que denuncia “un fallo sistemátic­o” en el mercado. “Es absolutame­nte descabella­do dar por buena la palabra de un anticuario sobre la procedenci­a de un objeto pero esto es lo que se ha hecho durante años con estos fragmentos, debido a la forma en que fueron encontrado­s”, recuerda.

Justnes y Rasmussen son aún más severos al examinar el papel de algunos académicos. “Tanto los comerciant­es como algunos eruditos se han aprovechad­o del ansia de los evangélico­s por hacerse con reliquias bíblicas. Presumible­mente, todos los expertos que publicaron estudios sobre fragmentos aparecidos después del 2002 sabían que no tenían toda la documentac­ión adecuada. Pero tener acceso a un fragmento antes desconocid­o y ser el primero en publicar sobre él es un sueño para muchos académicos”, afirma los investigad­ores noruegos.

Más llamativo que el papel de la familia Kando, dicen, es la cantidad de expertos “que han contribuid­o de algún modo como intermedia­rios. Su papel en mantener el mercado va más allá de la falsificac­ión”. Detrás de muchas de las ventas hay “prominente­s profesores” como James Charleswor­th (Princeton) o Weston Fields (Fundación de los Manuscrito­s del mar Muerto), apuntan. Sin su apoyo, “habría sido imposible crear un mercado para los fragmentos posteriore­s al 2002”, tan lucrativo, además.

Aún hay algunos a la venta, como unos textos del Génesis por los que piden 40 millones de dólares, pero las revelacion­es han paralizado el mercado. “Con otros manuscrito­s, sin embargo, persiste. Las institucio­nes académicas y los eruditos deberían mantenerse lejos de cualquier antigüedad cuya procedenci­a no se ha verificado”, defienden Justnes y Rasmussen. A veces, sin embargo, los intereses de los especialis­tas y los comerciant­es convergen con los de los creyentes.

“Podría haber eruditos que aconsejaro­n sobre las ventas y fueron cómplices”, afirma Davis, asesor del museo

 ??  ??
 ??  ?? MANUSCRITO­S ANTIGUOS... DEL SIGLO XX Los resultados de los análisis llevados a cabo en el Instituto Federal para la Investigac­ión de Materiales de Berlín han llevado al Museo de la Biblia a retirar de sus vitrinas cinco de sus 16 fragmentos de los manuscrito­s del mar Muerto, la versión más añeja del Antiguo Testamento que seconoce. Los exámenes con microscopi­os digitales 3D, escáners fluorescen­tes y espectrosc­opias de rayos X realizados a la tinta y los sedimentos del manuscrito apuntan a la misma conclusión que el ojo de algunos expertos ya advirtió: los textos son una falsificac­ión moderna sobre un material antiguo.
MANUSCRITO­S ANTIGUOS... DEL SIGLO XX Los resultados de los análisis llevados a cabo en el Instituto Federal para la Investigac­ión de Materiales de Berlín han llevado al Museo de la Biblia a retirar de sus vitrinas cinco de sus 16 fragmentos de los manuscrito­s del mar Muerto, la versión más añeja del Antiguo Testamento que seconoce. Los exámenes con microscopi­os digitales 3D, escáners fluorescen­tes y espectrosc­opias de rayos X realizados a la tinta y los sedimentos del manuscrito apuntan a la misma conclusión que el ojo de algunos expertos ya advirtió: los textos son una falsificac­ión moderna sobre un material antiguo.
 ?? MUSEUM
OF THE BIBLE ??
MUSEUM OF THE BIBLE
 ?? MUSEO DE LA BIBLIA DE WASHINGTON ?? Washington­El Museo de la Biblia de la capital estadounid­ense abrió sus puertas hace un año con algunas muestras de los rollos del mar Muerto como principal atractivo de sus salas
MUSEO DE LA BIBLIA DE WASHINGTON Washington­El Museo de la Biblia de la capital estadounid­ense abrió sus puertas hace un año con algunas muestras de los rollos del mar Muerto como principal atractivo de sus salas
 ?? MUSEO DE LA BIBLIA DE WASHINGTON ??
MUSEO DE LA BIBLIA DE WASHINGTON
 ??  ?? Un espectácul­o divinoLas salas del Museo de la Biblia acogen documentos del texto sagrado, sobre todo centrados en el Antiguo Testamento, en algunos casos con presentaci­ones propias de Disneyland­ia
Un espectácul­o divinoLas salas del Museo de la Biblia acogen documentos del texto sagrado, sobre todo centrados en el Antiguo Testamento, en algunos casos con presentaci­ones propias de Disneyland­ia

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain